Arranca un mes de agosto marcado por las olas de calor y las señales del calentamiento global. Y en medio de esa tensión meteorológica una España que trata de salir de la pandemia mientras las señales de nuevos brotes muestran que la resolución del problema todavía está lejos. Mientras tanto, Europa y el gobierno español envían señales que muestran que la idea de una reconstrucción en verde es firme
Primera semana de agosto, y primer verano con el coronavirus en España. Los intentos por iniciar una desescalada y volver a la actividad se ven empañados por el continuo surgimiento de brotes que amenazan con crear una segunda oleada de la pandemia.
Si la COVID-19 estresa a la sociedad española este verano, también el clima ayuda a tensar la situación. Esta realidad climática es el gran reto de fondo al que se enfrenta nuestra sociedad al que ha venido a sumarse el coronavirus.
Vivimos un verano extraordinariamente cálido, en medio de una década extremadamente cálida. Un fenómeno que cada vez resulta más difícil desvincular del cambio climático. De hecho, las predicciones de los científicos habían pecado de cautelosas, porque en muchos lugares de nuestro país los termómetros registran ya las cifras que se preveían para 2030 o 2050.
Julio terminó con una ola de calor y agosto comenzó con otra más fuerte. La gélida Burgos ha llegado a los 42 grados, lo mismo que en el País Vasco, donde en San Sebastián midieron los 42 también por primera vez.
El calentamiento provocado por los gases de efecto invernadero ha dado la vuelta al mapa mental que todos tenemos en la cabeza: hay una España verde y fresca y una España amarilla y seca. Esto ya no es así y tendremos que olvidarnos de lo de dormir con manta en agosto en algunos sitios.


No son hechos puntuales, sino tendencias acumuladas año tras año. Un informe de Carbon Brief señala que 2020 va camino de ser uno de los años más cálidos de la historia. Las temperaturas globales ya empatan con el calor récord sufrido en 2016, aunque este año no ha habido un fenómeno de El Niño que justifique este salto de los termómetros.
Por su parte, la Agencia Estatal de Meteorología informa de que el mes pasado fue el tercer julio más cálido jamás registrado. Además, ocho de los 10 julios más calientes han tenido lugar en el actual siglo XXI. ¿Y cómo se traduce eso en los termómetros? Pues en que la temperatura del mes pasado fue dos grados superior a la media de los últimos 60 años. Y en el hecho de que muchas ciudades españolas viven ya noches tropicales en las que los termómetros no bajan de 20 grados ni de madrugada.
Esta es la realidad de las cifras y del paisaje de la España del siglo XXI. Sólo nos cabe un alivio, saber que dentro de un tiempo recordaremos el estío de 2020 como un verano que aún era relativamente fresco para lo que está por venir.
Naturalmente, este calor tiene efectos. Esta semana hemos visto, por ejemplo, cómo se evacuaba un valle de los Alpes italianos, el icónico Vall Ferret al pie del Mont Blanc, por temor al colapso de un glaciar.


Miles de kilómetros más al norte, en las islas Svalbard, los técnicos que cuidan del almacén mundial de semillas alertaban del cambio en las condiciones habitualmente heladas que dominan este entorno. Estas islas son refugio de osos polares y están ocupadas buena parte del año por la banquisa polar. Se suponía que eran un frigorífico natural para conservar las valiosas muestras de flora de todo el mundo. Ahora, con temperaturas de 20 grados sobre cero en verano, hay que plantearse si el lugar sigue siendo seguro.
¿Más noticias sobre estos temas? Miremos por ejemplo al hielo ártico. Este mes de julio, se ha alcanzado un récord de mínimos. La superficie helada sobre el océano boreal se ha reducido a siete millones de kilómetros cuadrados. Un 25% menos de la media de las últimas décadas.
Habría que parar un momento para entender qué significa. Habitualmente, las cifras no ayudan a entender la realidad de forma clara. Si lo traducimos a términos que comprendamos de forma rápida habrá que decir que el Ártico ha perdido este verano una superficie de hielo equivalente a cuatro veces España. Y esto significa que el termostato que regula la temperatura de nuestro hemisferio norte está enfermo.


Paremos un momento para reponernos de esta letanía de malas noticias. A quienes hacemos El Ágora nos gustaría que nuestro Informe Semanal no fuera un listado de grandes problemas que como individuos no sabemos abordar.
Pasos en la buena dirección
Tratemos pues de explicar aquellas cosas que están bien. La primera de ellas, por ejemplo, es el claro impulso europeo a la reconstrucción verde de la UE tras la pandemia.
En nuestras páginas, esta semana, el experto ingeniero y gestor de políticas europeas José Luis González Vallvé, analiza el destino de los 750.000 millones de euros que la comunidad va a destinar hasta 2023 para impulsar la reconstrucción tras la pandemia.
Todas las líneas de financiación van alineadas con el Green Deal de la UE, un plan maestro que apuesta por la innovación, la digitalización, la descarbonización y la economía circular. No hay duda, de que estamos en un momento trascendental, espoleado por la crisis del coronavirus, para convertir nuestro continente y nuestro país en adelantados de la sostenibilidad. Se han puesto las herramientas para impulsar un desarrollo sustentable y que genere empleo de calidad.
La Unión Europea, por ejemplo, ha decidido esta semana abrir el debate sobre la mejora en eficiencia de la aviación. Se trata de una consulta previa para poner una tasa al combustible de aviones, lo que ayudaría a impulsar mejoras en eficiencia y mandaría señales al mercado para apostar por la innovación.


En España, el Ministerio para la Transición Ecológica lanza un plan de ayudas para la rehabilitación energética de edificios, que son sumideros de energía y un lastre para el bolsillo de los ciudadanos que los habitan. Se habilita una línea de 300 millones de euros para acometer la mejora de edificios públicos y privados en tres cuestiones básicas para el confort de quienes los usan y para el cambio climático: aislamiento térmico, producción energética con energías renovables e iluminación eficiente.
También esta semana se pone coto por fin a un aspecto de la gestión de residuos que ha generado casos sonados como el incendio de neumáticos de hace unos años en Seseña. A partir de ahora, la nueva normativa sobre neumáticos obliga a reutilizarlos y reciclarlos hasta que sea técnica y económicamente viable. Y solo en última instancia, acabado todo el ciclo de vida del material, proceder a su quema, ese método de deshacerse de los cauchos artificiales que llamamos valorización energética.
Y hasta podríamos hablar de temas aparentemente menores pero que indican un cambio rotundo en la mentalidad. Esta semana, la Comunidad de Madrid ha anunciado que ha conseguido recuperar tres variedades de tomate que hacía más de medio siglo habían dejado de cultivarse.


Y no es solo eso. Los técnicos del Imidra han recuperado los plantones, los han donado a agricultores y estos han sacado adelante una primera cosecha de 40.000 kilos de tomate Moruno, Gordo y Antiguo, que habían desaparecido de los campos madrileños en los años 60 tras el éxodo rural.
No es un tema baladí. La recuperación de cultivos antiguos permite ampliar la gama de sabores, pero tiene además una función vital en estos tiempos de cambio climático: sirve para cultivar variedades adaptadas al clima, al suelo y las condiciones de cada región. En todo el mundo crece la tendencia a la recuperación de cultivos antiguos: guardan un patrimonio genético que es esencial para la adaptación al cambio climático y la mejora de la resiliencia del sector agrario.
Esta noticia tiene además factores añadidos que la convierten en fuente de esperanza. Primero, el hecho de que la administración pública asuma como propia una línea de trabajo que los expertos en gestión agraria consideran esencial ante el cambio climático. Además, cabe destacar un segundo elemento, y es que, gracias a una eficiente colaboración público-privada, la empresa Alcampo se ha comprometido a comercializar toda la producción. De este modo, lo que podría ser un experimento de salón se convierte en una iniciativa real, económica e inspiradora para otros.
El ODS 17 es más necesario que nunca
Ay, la colaboración. La colaboración entre partes, el ODS 17, es la clave para este mundo global e interconectado en el que nos movemos.
Por eso, y centrándonos en el agua, foco destacado de la línea editorial de nuestro diario, toca esta semana hablar de dos cuestiones que indican todo lo que nos queda por recorrer en gobernanza y consenso en nuestro país respecto a la gestión de los recursos hídricos.
El primero de los asuntos tiene que ver con la guerra del agua que mantienen las comunidades autónomas de Aragón y Cantabria por el trasvase de agua del Ebro a Santander. Esta semana, el Consejo de Ministros ha autorizado un trasvase de cinco hectométros de urgencia para este año hidrológico y la medida no ha satisfecho a ninguna de las partes. A unos por corta y a otros por exagerada. Sería conveniente que de una vez se consiga en España un consenso global sobre la gestión de los recursos que evite las tensiones regionales.
En ese sentido se expresaba la ministra Teresa Ribera estos días, defendiendo la Directiva Marco del Agua y el principio de recuperación de costes y haciendo ver que ante lo limitado del recurso y las perspectivas de un futuro de incertidumbres climáticas es necesaria la gobernanza y unos criterios compartidos y aceptados por todos los usuarios, que reflejen la realidad del agua y no los mitos de la cornucopia hídrica inagotable.
En un contexto en el que se espera un descenso de recursos hídricos y una mayor impredecibilidad, es necesario el consenso, la gobernanza y una ordenación de los usos. La ministra defendía también el recurso a las aguas depuradas, un campo donde España es pionera en el mundo y donde debe serlo más en el futuro. El conocimiento y la innovación que muchas empresas aportan en este ámbito abonan el terreno para que nuestro país avance hacia una economía circular del agua bajo unas políticas claras y una gobernanza sin enfrentamientos.
