En este Informe Semanal, repasamos la actualidad de unos últimos días marcados por nuevos récords de temperatura, el recuerdo de la devastadora DANA del año pasado y el aumento de la ambición climática propuesto por la Comisión Europea
El verano de 2020 da sus últimos coletazos y nos pone frente a un otoño caliente, y no tanto por la tendencia climática a tenor de lo acontecido esta última temporada, en la que se han registrado más altas de lo normal por sexto año consecutivo y un estío muy cálido en cuyo transcurso se produjeron dos olas de calor.
El verano de 2020, récord de máximo estrés térmico en el sur peninsular, cierra una década en la que se han duplicado las olas de calor en España.
Otro síntoma que evidencia que la península está especialmente expuesta a los rigores del clima como ya nos advirtió hace exactamente un año la DANA que provocó la mayor catástrofe ambiental del último siglo y medio en la Vega Baja.
Tras 72 horas de lluvia, fango y esfuerzo siguieron días de trabajo sin descanso para reestablecer los servicios básicos en los municipios afectados, que llegaron a estar hasta seis días sin servicio de agua potable por a rotura de la mota del río Segura. Un esfuerzo donde solo la solidaridad y la colaboración de instituciones autoridades y empresas lograron reestablecer para alivio de la ciudadanía.
Y así lo que ha querido poner en valor el documental FANGO que a través del testimonio de seis protagonistas nos muestra el trabajo requerido para la recuperación. Y es que cada cierto tiempo, el cielo pone a prueba la Vega Baja. Un territorio, al sur de la provincia de Alicante, inundable y surcado por decenas de acequias, algunas ramblas y un poderoso río, unidos a una climatología cada vez más inestable con mayores descargas torrenciales.
Un territorio que reunía las condiciones para que uno de los episodios más severos de gota fría de su historia se convirtiera también en la mayor catástrofe que se recuerda. Donde a pesar de los avisos nadie podía preveer que la fuerza del agua rompería las motas de contención del río Segura anegando toda la Vega. Una catástrofe que nos recuerda la importancia de acometer cuanto antes las inversiones necesarias para adaptarnos a nuevo escenario climático, cada vez más adverso donde los recursos hídricos tendrán una importancia esencial, por sequía, inundaciones y elevación del nivel del mar.
Inversiones necesarias
Conscientes de la importancia de acometer inversiones para una mayor adaptación y resiliencia, Galicia ha emprendido la senda para buscar en los Fondos europeos, tanto los del Pacto Verde como en los extraordinarios de reconstrucción, un trasvase de financiación para convertir el agua en motor de la reconstrucción socioeconómica en la nueva etapa post pandemia y lograr una gestión más sostenible de los recursos hídricos.
Porque el sector del agua contribuye al desarrollo de otros sectores, genera confianza y empleo, hasta 43.000 puestos de trabajo al año en la economía verde, ejecuta proyectos para avanzar en el desarrollo sostenible y para actuar ante la emergencia climática. Una emergencia que ha estado muy presente durante la celebración de la Semana Europea de la Movilidad enmarcada en Agenda Urbana Española (AUE), un documento estratégico y de adhesión voluntaria que, en sintonía con la Agenda 2030, persigue alcanzar el desarrollo urbano sostenible.
Uno de los 10 objetivos presentes en la Agenda urbana es favorecer la proximidad y movilidad sostenible en nuestro país, una meta que tiene por delante importantes desafíos a los que hacer frente. El más preocupante es el relacionado con los gases de efecto invernadero, ya que el transporte es responsable de la emisión del 27% de estos elementos a la atmósfera, seguido de la digitalización del sector y la creciente urbanización. De ahí que la Estrategia de Movilidad Segura, Sostenible y Conectada, considere la movilidad como un elemento de cohesión social y de crecimiento económico.
Estrategias todas, desde agua a la movilidad que requieren un impulso inversor que posiblemente venga de Bruselas donde la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha anunciado en su segundo discurso sobre el Estado de la Unión una nueva propuesta para la reducción de “al menos el 55%” de emisiones de gases contaminantes en la UE para el año 2030, en lugar del 40% fijado hasta ahora, en relación a los niveles de 1990.
Y nada de esto será posible si no vamos de la mano de la ciencia, el conocimiento y la innovación. De momento nos cuesta aprender de la naturaleza, y de la misma manera que el agua siempre busca su camino natural esta pandemia, también pone a prueba nuestra capacidad de adaptación a nueva realidad que nos lleva a la casilla de salida. A la espera de que la ciencia nos proporcione una vacuna solo la mascarilla, la distancia social y cuando no queda otra el confinamiento, aunque sea pasado por agua, nos permitirán capear el temporal pandémico.
Y paraguas y precaución para esta borrasca profunda con tintes de tormenta tropical que atraviesa la península mientras que un medicane toma fuerza frente a las costas griegas del Mediterráneo. La naturaleza no deja de hablarnos, quizá este otoño sea momento de escucharla…
