¿A quién le interesa la confrontación? - EL ÁGORA DIARIO

¿A quién le interesa la confrontación?

¿A quién le interesa la confrontación?

Algunos han digerido mal el compromiso que la mayoría de empresas y empresarios están demostrando en la pandemia y se dedican a desacreditar al sector privado en general. Pero sin un plan de emergencia nacional que cuente con todas las fuerzas productivas y consiga el compromiso de todos no será posible la reconstrucción



LA HISTORIA

Ya no queda ninguna duda de que, como consecuencia de las medidas necesarias para detener la pandemia, nuestro país (en realidad el mundo) se dirige irremisiblemente a una crisis económica que amenaza con ser más grave aún que la trágica crisis sanitaria de la que aún no hemos salido.

Sin entrar en lo que se podía haber hecho mejor (muchas cosas), hay que plantear de inmediato un plan de emergencia nacional, que mediante la unidad de todas las fuerzas productivas -trabajadores, empresarios y administraciones- conforme un compromiso colectivo de reconstrucción.

¿CÓMO PLANTEAR TAL UNIDAD SIN CONSENSO POLÍTICO? 

Ciertamente, la unidad necesita generosidad. Si no conseguimos ese Gran Pacto Social para la reconstrucción, no quedará país sobre el que especular electoralmente. Como estamos viendo, de los dos extremos podemos esperar pocas cosas. Pero de todos aquellos con responsabilidades de gobierno, empezando por supuesto por el Gobierno de la Nación, hay que esperar medidas audaces para poder sumar a todos.

Con el déficit y la deuda disparados, y con grandes necesidades inmediatas de gasto social -millones de ERTEs y de parados, millones de personas en situación precaria sobrevenida- los recursos para mantener los necesarios puestos de trabajo y recuperar los perdidos (no es otra la salida a la inminente recesión) solo pueden venir de las empresas. Como siempre, pero más que nunca.

Desde las instancias políticas hay que crear las condiciones para que esos recursos fluyan fácilmente, generando confianza mutua y seguridad jurídica. Y tiene que hacerse rápido, porque si no, se consumará la tragedia y esta crisis volverá a apartarnos de la senda europea hacia el futuro y el progreso social.

¿PERO QUIÉN PUEDE ESTAR EN DESACUERDO?

Pues parece que unos cuantos. No son pocos, aunque bien conocidos, los que han digerido mal el compromiso que la mayoría de empresas y empresarios están demostrando en la pandemia. Compromiso y capacidad que sin duda son una esperanza para la reconstrucción necesaria.

Pero esos cuantos tienen a gala erigirse ellos mismos como vestales guardianas del fuego sagrado del templo a sus particulares dioses (falsos por supuesto). Y así, exigiendo el respeto y credibilidad que tenían las vestales, se pasan estos graves días haciendo propuestas absurdas, de un populismo pueril -impuestos a los ricos, que felizmente ya existen gracias a la política fiscal, que con matices, se perpetúa de gobierno en gobierno-, o apropiándose del mérito de que el sol salga por la mañana, y culpando a los demás de que no salga por la noche. O, en su versión extraparlamentaria, golpeando nuestros oídos con mentiras permanentes con las que desacreditar a las empresas y al sector privado en general.

¿PERO QUÉ COSAS DICEN?

Pues, por ejemplo, escriben a la ministra que los gestores privados del agua (siempre pública) planean cortar el suministro a los que no paguen. Saben que es exactamente al revés, mienten y saben que mienten, pero al mentir tan escandalosamente crean la duda en algún ingenuo y el odio en los fanáticos.

Niegan la solidaridad que garantiza el suministro a los vulnerables porque, antes que eso, les interesa poner en aprietos a las compañías.

Sería simplemente patético si no fuera porque esas pretensiones ponen en riesgo la sostenibilidad del servicio y del propio derecho al agua, y peor aún porque esa voluntad de confrontación se contrapone a la unidad necesaria para el Gran Pacto Social por la reconstrucción.

Y sin Pacto estamos abocados al desastre.

Ahí están las empresas, empresarios y trabajadores, esperando la señal.

Ojalá no se pueda decir de ellos lo que se escribió del Cid: «Dios, qué buen vasallo si oviesse buen señor».


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