LA HISTORIA
El cambio climático ya está aquí. Sólo el 49% del PIB internacional está comprometido con la emergencia climática. Seamos realistas, la mitigación es hoy por hoy una utopía, sólo cabe adaptarse o morir.
¿QUIÉN LO DICE?
Mucha gente, pero ayer en Madrid lo decían reputados técnicos y científicos españoles en el marco del VIII Congreso Nacional de Ingeniería Civil. Hablaron de la transición energética hacia modelos descarbonizados de producción para ahondar en la mitigación y no empeorar el problema, de economía circular para convertir los residuos en una fuente de recursos y sobre todo de la urgente necesidad de adaptación a las nuevas condiciones en relación a los recursos hídricos y el medio ambiente costero y fluvial.
CUÉNTEME
España es un país particularmente vulnerable al cambio climático. Esto se ve reflejado en el número de fenómenos extremos que han azotado nuestro país durante los últimos años y cada vez de forma más frecuente.
Todos los informes que se elaboran desde los centros de investigación apuntan a que nuestro país va a sufrir un descenso de los recursos hídricos, es decir del agua disponible. Al mismo tiempo las sequías se volverán más habituales y dañinas
¿QUÉ PODEMOS HACER?
Estos nuevos escenarios están cambiando nuestra percepción del mundo y exigen una masiva acción adaptativa en la costa y en nuestro medio fluvial.
Simultáneamente, la evidencia de la reducción del agua dulce disponible en la naturaleza obliga a una gestión más consciente y eficiente.
Hay que repensar seria y rápidamente cómo actuar en nuestras costas. Dentro y fuera del agua. No podemos, por ejemplo, asistir al permanente día de la marmota de reconstrucción y destrucción de algunos paseos marítimos. Hay que defender mejor… y hay que retroceder.
Las consecuencias de temporales como Gloria podrían haberse contenido considerablemente si se hubiese invertido en infraestructuras pensadas para controlar sus efectos. Las denostadas presas son más necesarias que nunca ante los retos del cambio climático Piénsese que el 70% del agua que se demanda en verano proviene de los embalses, y que esa situación estival va a prolongarse en el futuro. Habrá que hacerlas y gestionarlas de diferente manera que en el pasado, pero habrá que hacerlas.
Por otro lado, la gestión de un recurso más escaso nos obliga a un esfuerzo en innovación y desarrollo tecnológico para ser más eficientes en la producción y el consumo de agua, y para llevar la regeneración y reutilización al total de las aguas residuales.
¿CÓMO HACERLO?
Hay que desarrollar urgentemente planes exhaustivos e intensivos de adaptación territorial a las nuevas condiciones que impone el cambio climático. Fruto de esos planes hay que invertir y hacerlo rápido, en todas las necesidades de adaptación física del territorio, y de adaptación tecnológica de los procesos de producción, gestión y consumo de agua.
Hay que cambiar los hábitos de consumo para sobrevivir, y eso implica desarrollar una comunicación efectiva y performativa con la ciudadanía, sin criminalizar sino racionalizando la necesidad del cambio.
¿QUIÉN DEBE HACERLO?
Aunque todavía cueste visualizarlo, el esfuerzo preciso para la adaptación es tan titánico que sin la alianza de todos, como dice el ODS 17, no será posible alcanzar los objetivos.
En materia de recursos tecnológicos y financieros la colaboración público-privada es ineludible para realizar cuantiosas inversiones que no pueden dilatarse en el tiempo, so pena de desastres extraordinarios.
Por su parte las grandes empresas se están adaptando a un ritmo sorprendente a la descarbonización y a la necesidad de ser más eficientes en sus procesos . Y detrás de ellas va el resto.
Por supuesto la administración pública debe fijar los objetivos físicos y temporales de la gran transformación que (esperemos) se avecina.
Y los ciudadanos debemos empujar y favorecer esos procesos. Va en ello el futuro de nuestros hijos y de los hijos de nuestros hijos.