De la necesidad de la esperanza - EL ÁGORA DIARIO

De la necesidad de la esperanza

De la necesidad de la esperanza

Entre tantas malas noticias y tanto dolor, los ciudadanos nos afanamos por alegrarnos con cada resquicio de luz, con cada pequeño buen gesto que presenciamos y ante formidables demostraciones de solidaridad. Necesitamos mantener la esperanza en que todo esto pasará. Y así será. Paciencia, ya queda menos


LA HISTORIA

«Sábete Sancho… todas estas borrascas que nos suceden son señales de que presto ha de serenar el tiempo y han de sucedernos bien las cosas; porque no es posible que el mal ni el bien sean durables, y de aquí se sigue que, habiendo durado mucho el mal, el bien está ya cerca».
(Miguel de Cervantes Saavedra)

¿ENTONCES, EL FINAL ESTÁ CERCA?

¡Dicho así pareciera que se refiere usted al final de los tiempos! Y la verdad es que viendo y oyendo las noticias en televisión, sentados en casa como manda la cuarentena, lo que más cerca parece estar es el final de la esperanza.
A nuestros esfuerzos por solidarizarnos con las torpezas de nuestros gobernantes, corresponden ellos con nuevas demostraciones que dejan pequeña la anterior. Así el último episodio del fiasco de los test rápidos para detectar la enfermedad, pensando sobre todo en los sanitarios, puesto que tenemos el dudoso honor de ser el país con más infectados entre ellos. Ha querido dejar patente el Ministerio de Sanidad su incapacidad, como si no hubiera ya suficientes muestras de ello, poniéndose a la altura de los negligentes por voluntad aunque solo lo sea por incapacidad.

¡AH!, VAYA, SOLO ERA UN SARCASMO

Pues como diría el propio Don Quijote, ¡válgame dios que no!
Querríamos sinceramente poder olvidar, aunque fuera por un tiempo, un mal principio, y empezar a confiar en el proceder de nuestros dirigentes, pero no es fácil torcer tanto la vista de la realidad.
Están las gentes, altos y bajos, ricos y pobres, que la enfermedad no conoce condición, afanándose en colaborar, en resolver los problemas, los que pueden o deben, y el resto – a excepción de aquellos a los que la porción de estupidez o de impaciencia que les ha tocado en suerte es excesiva-, y el resto, decía, intentando cumplir con lo que toca para no empeorar las cosas, las de todos y las de cada uno propias. Todas estas intenciones se ven violentadas a diario o por nuevas torpezas o por nuevos discursos fuera de lugar.
Así ayer la flamante e improbable ministra Irene Montero afloró de nuevo a nuestras pantallas para escupir que la culpa de las manidas manifestaciones del 8 de marzo fue de unos perversos expertos que impusieron el error entre sus huestes, cual demonios con apariencia de ángeles, que ellos no querían. Y para recordarnos que detrás de todo mal está esa extrema derecha que tanto se afanan en recrear, con arte digno de mejor causa.

¡Y YO QUE PENSABA QUE HOY VENÍAN BUENAS NUEVAS!

Así es en realidad.
Recogemos las palabras de nuestro querido y triste Don Quijote que, aunque enloquecido porque lo que ve no le gusta, quiere confiar en que tanto malo no puede prolongarse mucho más en el tiempo.
Así andamos todos los ciudadanos, queriéndonos poner contentos de lo bueno que vemos en los esfuerzos colectivos, en médicos y soldados, en las discretas contribuciones o en las formidables demostraciones. Queriendo ver cómo aflora lo mejor, junto a las lágrimas de los que lloran a sus muertos. Y aunque la pandemia se extiende por el resto del mundo, dejando nuestra torpeza pequeña frente a la de otros, queremos creer que iremos aprendiendo, y perdonando más los errores de la incapacidad, que las mentiras y el interés disfrazado de orgullo herido.
Cuídense queridos lectores, y que la paciencia y la esperanza les acompañen.

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