LA HISTORIA
El presidente del gobierno presentó ayer su plan de desescalada del confinamiento y el parón económico. Apenas unas fechas y unas generalidades, una inexacta y anacrónica organización por provincias, un planteamiento general superficial y poco denso, que denota mucha improvisación y una apelación a “la nueva normalidad” que amenaza perpetuar por interiorización la emergencia sanitaria.
Eso, y echarle la culpa al PP y a la iniciativa privada de los muertos y la mala gestión, con amenazas de reforma constitucional al gusto de Iglesias.
¿SE PODÍA DECIR MUCHO MÁS?
Se debía decir mucho más. Territorialmente, por ejemplo, salvo excepciones, la provincia no es una unidad significativa a los efectos de la epidemia. Plantear igual las aglomeraciones urbanas que los entornos rurales no es eficaz ni eficiente ni en términos sanitarios ni de recuperación económica. Es una mirada administrativista y arcaica que orilla la realidad de la geografía social y económica.
Por no decir lo básico y esquemático del seguimiento de la epidemia para su corrección durante la desescalada.
¿NO SE ESTÁ ACABANDO LA EPIDEMIA?
Desde luego así no se va a acabar. En Francia, por ejemplo, además de un calendario, que es lo fácil, proponen un programa de test masivos. Se realizarán hasta 700.000 pruebas diagnósticas a la semana para «controlar» la pandemia con «seguridad» mientras se reabre la economía de forma gradual.
Calculan que cuando termine el confinamiento los contagios diarios marcarán un promedio de entre «1.000 y 3.000» positivos cada día que habrían contactado con 20 o 25 personas cada uno, a las que se harían análisis para aislar a los nuevos contagiados y evitar que se repita la historia, siguiendo el patrón de Corea del Sur, que apenas ha tenido 300 muertos y no ha parado su economía.
¿Y LAS EMPRESAS QUÉ HARÁN?
Las grandes empresas españolas llevan semanas aprovisionándose con el material necesario, comprando mascarillas para los primeros que vuelvan al trabajo y reformando los espacios para acoger a los primeros grupos en lugares en que se pueda garantizar el distanciamiento social. Y planeando la progresiva vuelta a la actividad en tres o cuatro fases. Y no han tomado más iniciativa por la parálisis que impone el Ministerio de Sanidad desde su control, que es más una cortina de humo sobre su ineficacia que control en el buen sentido.
Lamentablemente, en esa línea de lanzar cortinas de humo y huir hacia delante, el presidente ha dicho textualmente «probablemente, tengamos que hacer una reforma de nuestra Constitución para blindar la sanidad pública».
¿QUÉ QUIERE DECIR?
Sánchez se estaba refiriendo al modelo sanitario mixto, y que defiende especialmente el Partido Popular y que nace con el informe Abril Martorell, que propone incrementar la colaboración público-privada en la gestión de la sanidad pública, para mejorar su eficiencia y evitar su colapso económico, el mismo que amenaza a las pensiones. Y que no tiene nada que ver con reducir o empeorar la sanidad pública sino lo contrario.
Una vez más el énfasis no está en la mejor solución de los problemas sino en buscar un enemigo culpable fuera de las propias filas, en el más genuino estilo populista.
Mal principio para los pactos de reconstrucción.