La Unión Europea y España se enfrentan a la nueva realidad post-covid, una cruda realidad que obliga a buscar alianzas, apoyos y hombros que remen en la misma dirección para salvar a las economías y a la sociedad europea, en general, y española en particular de la debacle que la pandemia ha dejado a su paso.
Y en este contexto, un martes que ha quedado sin duda para la historia por la rúbrica de grandes pactos para la reconstrucción, tanto en el seno de la Unión Europea como en el Congreso de los Diputados. Instituciones en las que se jugaba el todo por el todo, su razón de ser ante una sociedad pasmada por la falta de entendimiento y la estéril discusión dilatada en un tiempo que el virus no deja de aprovechar para seguir infectando personas, empresas, sociedades, gobiernos y Estados.
Dos acuerdos históricos por costosos, difíciles y cruciales para levantar España del hoyo socio económico y sanitario en el que nos ha dejado sumidos el nuevo coronavirus.
Acuerdos ambos en el que todos, «frugales», «derrochadores del sur», francoalemanes, los de Visegrado, PSOE, PP, Ciudadanos, Podemos, Vox, han tenido que ceder de una u otra manera para llevar la victoria a casa. Una vitoria que no es otra que el acuerdo en sí mismo más allá de los términos que recoja.
El Consejo Europeo lo ha dado todo. Cinco días para cerrar el Pacto de la Reconstrucción, un fondo de 750.000 millones de euros que llegará para tapar los agujeros de déficit agravados por el impacto de la pandemia. 140.000 millones llegarán a España. 72.000 en forma de trasferencias, ayudas directas que no habrá que devolver pero que estarán condicionadas, vigiladas y controladas ex-ante y a posteriori por la Comisión Europea, que viene a convertirse en una nueva Troika edulcorada. El resto serán préstamos a devolver con el fin de que se inviertan en reequilibrar la economía para que pueda empezar a generar crecimiento por sí sola.


Para España recibir 140.000 millones de euros es un logro y una necesidad para el país, que se ha convertido en el más castigado por la pandemia y al que más le costará arrancar tras el parón de toda actividad económica.
Sin embargo, para el Gobierno presenta serias dificultades de gestión en un contexto crítico donde falta de liquidez para cubrir los compromisos sociales adquiridos. Teniendo en cuenta que ese dinero no llegará en uno o dos pagos a corto plazo como se esperaba sino que se irá dosificando el los próximos meses o años. Y España, que ya para octubre prevé un déficit cercano al 8%, tendrá que financiarse a pulmón.
Reforzar el sistema sanitario, abonar los ERTES o hacer frente al pago de las pensiones y la renta mínima vital requerirán sin lugar a dudas más acuerdos: acuerdos nacionales para unos presupuestos realistas, que no pueden ser los de 2018 que tan lejos quedan ya, y que gusten a Bruselas.
Unos presupuestos que requerirán, o deberían requerir el acuerdo entre las principales fuerzas políticas con representación parlamentaria para sacarnos de esta.
Y antes de los presupuestos, en el seno de la Comisión del Reconstrucción del Congreso consensos esenciales para volver a andamiar un estado casi en ruinas tras el paso del coronavirus.


Sanidad y salud pública, Justicia, Educación, Unión Europea, grandes ejes estratégicos que quedarán recogidos en el dictamen que ha elaborado la Comisión para la Reconstrucción Social y Económica con sus conclusiones, resultado de sus dos meses de trabajo, por la que han pasado más de cien comparecientes ante los grupos de trabajo, y otros 25 en la propia Comisión.
Conclusiones que se articulan en los cuatro bloques correspondientes a los grupos de trabajo que se han creado en el seno de la Comisión: Sanidad y Salud Pública, Reactivación Económica, Políticas Sociales y Sistema de Cuidados y Unión Europea y para los que, a falta de lo que se vote hoy miércoles finalmente, parece que solo habrá grandes acuerdos en Sanidad y Unión Europea.
La sociedad, la economía y el país no entenderían la falta de entendimiento parlamentario por lo que es preciso que hoy, todos a una, perfilen el futuro de las nuevas generaciones de españoles que esperan poder vivir si no mejor, al menos igual que en la antigua normalidad.