LA HISTORIA
Durante el mes de marzo el paro pasó de una reducción de 7.800 desempleados en febrero a aumentar en más de 302.000. Este brutal cambio de tendencia se produjo a partir del día 16 en que se inició el confinamiento. ¡En solo dos semanas! Y sin que en ese cómputo entren los trabajadores incluidos en los ERTEs, que son más de 3,5 millones, de los que más de la mitad todavía no han cobrado la prestación. En el mes de abril los nuevos desempleados amenazan con superar el medio millón.
¡Feliz Día Internacional del Trabajo, feliz Día del Trabajador, feliz Primero de Mayo!
PUES CON ESOS NÚMEROS, NO SÉ QUÉ VAMOS A CELEBRAR
Lo cierto es que los números son duros y que, lamentablemente, van a ser peores. La salida en «V» de la crisis ha quedado ya olvidada como el sueño de una noche de marzo. Por contra, los planes de desescalada del confinamiento son una pesadilla de irracionalidad y desorden, cuya inconsistencia se intenta rellenar con una suerte de horror vacui comunicacional, llenando los llamativos huecos de la gestión de la crisis con las permanentes y fantasmagóricas presencias de Simón e Illa complementadas con las estelares apariciones del presidente.
Pero a pesar de todo sí que hay motivos para celebrar el Primero de Mayo. Siempre los hay, pero este año doblemente, porque nos da ocasión de pensar que los sindicatos pueden y deben reunirse con los empresarios para generar los auténticos planes para relanzar la economía e intentar minimizar el desastre al que nos dirigimos. Eso frente a la lozana y sonriente figura de una ministra de Trabajo que permanentemente cuestiona la honestidad y casi el derecho a la existencia de los empresarios y que, a falta de auténticas propuestas, se dedica a decir que cuando esto pase, a lo que ella no habrá contribuido en absoluto, eliminará todas las herramientas de la reforma laboral que están permitiendo algún intento de gestión de la crisis laboral subyacente a la sanitaria. Eso a pesar de que la prolongación del parón, que ya es una evidencia, necesita aún mayor flexibilidad para los ERTEs, so pena de una destrucción más devastadora aún si cabe del tejido empresarial.
TRABAJADORES Y SINDICATOS
Claro, trabajadores y sindicatos. El Primero de Mayo ya es, en las democracias de nuestro entorno, una celebración de los derechos laborales plenamente incorporados a las constituciones, y donde los representantes de los trabajadores tienen plena capacidad para negociar con los empresarios la realidad económica de cada momento. Lo que por supuesto no ocurre cuando el único empresario es el Estado. Y este es un momento en que hacen falta sindicatos que asuman la representación de los trabajadores de forma proactiva, para junto con los empresarios modificar propositivamente una gestión que amenaza con llevarse por delante el presente en forma de empleos y bienestar, eso sí, con refulgentes promesas de un futuro que nunca llegará.
El sindicalismo del siglo XXI debe, sobre todo, añadir valor a la figura de los trabajadores mediante convenios que primen la formación permanente y estructuras eficientes que generen empleos estables y de calidad. Y donde el contrato social se construya permanentemente sobre la base de un proyecto compartido y no sobre la base de la confrontación.
¡Feliz Primero de Mayo!
