LA HISTORIA
La pandemia por el Covid-19 ha llenado de miedo e incertidumbre todo el mundo. También España. La vuelta al primer plano de la muerte, que en nuestra sociedad estaba reducida y oculta, en un contexto de excepcionalidad como es la cuarentena, está sacando lo mejor y lo peor de nosotros. La entrega y la compasión, a riesgo de la vida, de muchos que ya se han ganado nuestra admiración y reconocimiento, la discreta y honesta profesionalidad de todos los que cumplen su tarea para que los demás estemos a salvo en casa, conviven con los que expresan su miedo rechazando inapropiadamente a los que por raza o profesión podrían ser portadores. O con los irresponsables insolidarios, o con los manipuladores y desaprensivos que quieren sacar partido del miedo y del dolor ajenos.
¿PERO CÓMO EVITAR EL MIEDO?
El miedo siempre lo es al futuro incierto, es la incertidumbre lo que alimenta los miedos y da cancha a los desaprensivos. Por eso es tan importante que la salida, primero de la excepcionalidad y luego de la crisis económica en que esta nos ha dejado, esté clara y lúcidamente planeada para que la incertidumbre no tenga razón de existir entre los ciudadanos.
Primero hay que salir del confinamiento con rigor sanitario; nada peor que un rebrote para que el miedo se abatiera definitivamente sobre nosotros. Hay que desinfectar los centros de trabajo antes de volverlos a ocupar. Y hay que asegurar que todos los trabajadores de cada centro sean negativos al virus antes de reincorporarse. Ambas son conditio sine qua non. Y a continuación, la definición clara de las condiciones sanitarias en cada sector, particularmente aquellos abiertos al público, y la garantía de suministro del material adecuado para cumplir esas condiciones.
Lamentablemente, después de la experiencia con los sanitarios, no podemos estar muy tranquilos a este respecto. Todo esto implica una lenta y programada vuelta a la normalidad. La sola posibilidad de la recaída debe alejar cualquier tentación de precipitación, lo que no quiere decir que se haga tan rápido como se pueda profesionalmente.
¿Y QUIÉN SE ENCARGARÁ DE ESO?
Parece que la ministra encargada de operación tan delicada será Teresa Ribera. Si es así será una buena elección. Es una profesional con experiencia más allá de la política. Ha demostrado en esta crisis su capacidad para relacionarse con las empresas y sacar lo mejor de ellas, que a su vez agradecen el respeto a su papel y conocimientos, en un contexto en que otras ministras las insultan. No olvidemos que de su ministerio, Transición Ecológica, dependen los suministros básicos de los hogares, y que desde el primer momento ha establecido con las empresas al cargo una comunicación fluida y constante para consensuar las necesidades y las respuestas de los distintos servicios.
Esa capacidad de interlocución y respeto mutuo con las empresas es fundamental para organizar la vuelta segura a la actividad. Es además una ejecutiva competente como para comprender y gestionar las necesidades logísticas y de planificación que la tarea conlleva. Y por perfil político no parece proclive a las tentaciones autoritarias o unilaterales en relación al proceso.
¿Y DESPUÉS?
Después toca transformar lo que en principio es una ardua tarea de reconstrucción en una oportunidad para aprovechar las lecciones aprendidas y convertirlas en un motor productivo y en creación de riqueza y de futuro.
¿DE QUÉ ESTAMOS HABLANDO?
Hablamos de acelerar la transición ecológica, pero generando riqueza, transformando el aparato productivo y creando las condiciones para que las cosas pasen. No prohibiendo sino promoviendo. Cogiendo la vanguardia desde el conocimiento y el desarrollo productivo de la innovación. Hablamos de promover la presencia de ejecutivos competentes en la sanidad pública para hacerla más eficaz y eficiente, y de recrear una industria auxiliar nacional, que se ha mostrado estratégica, que nos haga menos dependientes. Hablamos de la digitalización de la España vaciada, cuyas carencias ha hecho más difícil el confinamiento en esos lugares, y ha puesto en evidencia que es la primera piedra para evitar la despoblación, si realmente se quiere evitar. Y también eso es productivo.
Además casi todo eso es responsabilidad de la señora Ribera, sola o en compañía de otros, como Industria, Agricultura o Fomento, que afortunadamente tienen a su frente a ministros y ministras razonablemente competentes. Y sin duda, el acompañamiento de la señora Calviño puede rematar un esperanzador plan de reconstrucción que se convierta en una inesperada oportunidad de dar un salto hacia delante. Salto que requerirá un esfuerzo económico y político. Necesitará, necesita ya, de un amplio acuerdo político, de un consenso con la oposición que implica hacerlos partícipes, contar con ellos, no solo informarles a toro pasado.
Si lo que se propone es un futuro mejor, construido entre todos, el acuerdo será factible por necesario e ilusionante. Si por el contrario se opta por la imposición de criterios y por generar división política y social, el acuerdo será imposible y lo pagaremos caro.
Todos sabemos a qué juega cada uno. El presidente, de momento, ha elegido bien.