Tiempo de alianzas: o juntos o el desastre - EL ÁGORA DIARIO

Tiempo de alianzas: o juntos o el desastre

Tiempo de alianzas: o juntos o el desastre

Para reconstruir el país cuando pase la crisis sanitaria necesitaremos unos presupuestos de consenso cuyas propuestas deben ser valientes y disruptivas y al mismo tiempo realistas. Necesitaremos que los representantes del pueblo se olviden de sus intereses y empiecen a preocuparse de verdad por los nuestros



LA HISTORIA

Los presupuestos de reconstrucción nacional que necesitaremos en cuanto podamos centrarnos más en el incierto futuro que en el terrible presente necesitan un gran consenso. No caben eufemismos. No es un cambio de régimen pero sí un reseteo del sistema después del test de estrés a que lo está sometiendo la crisis sanitaria.

Que los extremos se autodescarten -unos porque sí pretenden el cambio de régimen y los otros porque quieren llevar sus críticas fuera de la conversación política hasta la descalificación- no es necesariamente malo, porque favorece las condiciones de entendimiento.

¿Y SI NO HAY MANERA? 

Si no hay manera de que se pongan de acuerdo, los líderes políticos que están aquí para gobernar la realidad que nos hemos dado, no propuestas caducadas en un sentido o en otro, tendrían que plantearse seriamente dejar paso a otras personas que sí sean capaces de llegar a los acuerdos que los españoles necesitamos.

¿POR QUÉ?

Porque los ciudadanos vamos a entender muy mal que, tras el enorme dolor que dejará esta crisis, que después de atisbar que hay que darle un nuevo papel mucho más ejecutivo al conocimiento y bajarse todo el mundo del burro ideológico, que después de comprender a golpes de realidad que el ODS 17, el “todos juntos”, debe ser nuestro lema y nuestro himno, porque después de todo eso los ciudadanos vamos a entender muy mal que los que aspiran a gobernarnos se tiren los trastos a la cabeza, preocupados por sus intereses y no por los nuestros.

Y existe el peligro, para qué negarlo, de que los desencantados tomen en caliente la decisión de irse a los extremos, que sin duda son la peor opción, porque no intentan interpretar la realidad sino imponer un discurso, “su realidad”.

¿IDEAS?

Lo primero es que Sánchez entienda que no puede ir a solicitar el apoyo para “su” plan sino a pactarlo lealmente. Que en la mesa no puede sentarse nadie cuyo ideario político se base en el insulto y la descalificación de la mitad de los españoles, de un lado o de otro. Que las propuestas tienen que ser valientes y disruptivas y al mismo tiempo realistas, en cuanto a lo que nos enfrentamos y a los recursos de los que disponemos.

Lo primero que hay que consensuar es una posición común interna y con la mayoría de países posible para que la Unión Europea apoye decididamente los planes de reconstrucción, al margen de los errores cometidos, que han sido grandes y que son el punto de apoyo de los críticos en Europa. De ese apoyo depende una salida razonablemente rápida de la crisis, y la propia credibilidad de la Unión delante de los ciudadanos. Es ahora o nunca.

Ahora, cuando los sentimientos están a flor de piel, se puede consolidar el sentimiento de pertenencia y ayuda mutua o se puede arruinar lo conseguido. Repitamos de nuevo lo que decía Jean Monet, “la Unión Europea crece y se hace más fuerte durante las crisis”. Tenemos que hacer real esa idea.

Una reconstrucción pensada con Europa podría además ser el relanzamiento de ese proyecto de construcción de un capitalismo sostenible, social, ambiental y económicamente. De ninguna de las tres patas del proyecto se puede prescindir en estos momentos. De su auténtica integración depende una salida con futuro de la crisis.

EN CONCLUSIÓN

Hay que pactar el plan, su seguimiento, el plazo de vigencia del mismo y la fecha para la convocatoria de elecciones al final de ese plazo, para evitar que eso desvirtúe el plan a partir de determinado momento por decisiones tácticas, que tampoco nuestros políticos van a transformarse en budistas zen. Por una vez, todos juntos.

La alternativa es una patética confrontación al margen del interés de los ciudadanos que solo nos puede llevar al desastre económico, político y social.

No es tiempo de juegos políticos de salón, si no de liderazgos honestos. Es la hora de los valientes, no de los oportunistas.


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