El geógrafo Jorge Olcina explica en este artículo la relación entre la gestión hídrica y los fenómenos meteorológicos con motivo de la celebración esta semana de los días mundiales del agua y de la meteorología. Para evitar el riesgo de inundaciones se están desarrollando soluciones basadas en la infraestructura verde urbana y en la mejora de los sistemas de alerta a la población
En marzo se celebran, en fechas muy contiguas, dos días internacionales reconocidos por las Naciones Unidas: el Día Mundial del Agua, el 22 de marzo y al día siguiente, el Día Meteorológico Mundial de la Meteorología. En realidad, se podría celebrar un día conjunto, porque estas dos cuestiones están estrechamente relacionadas. El agua que nos permite la vida en nuestro planeta depende, en primera instancia, de las precipitaciones que se registran regularmente en cada región climática.
El agua que llueve es la llave de la diversidad de paisajes que tenemos en la Tierra. Y lo curioso es que la propia génesis de las precipitaciones sigue siendo un enigma para la ciencia climática. El paso del vapor de agua, el gas de efecto invernadero más importante que hay en la atmósfera, a gota de agua en una nube y su posterior caída hacia el suelo encierra un proceso de enorme complejidad que ha generado diferentes teorías explicativas.
Y una vez el agua se deposita sobre la superficie terrestre, circula a través de los ríos o se infiltra en la tierra, para formar depósitos subterráneos de agua de enorme importancia para el funcionamiento de algunos territorios.
«El agua que llueve es la llave de la diversidad de paisajes que tenemos en la Tierra»
Este año el Día mundial del Agua de 2022 está dedicado, precisamente, a las aguas subterráneas. Se trata de un recurso hídrico de carácter estratégico en áreas con elevada demanda de agua y escasos recursos superficiales que tienen que satisfacer sus necesidades hídricas con aguas extraídas de acuíferos.
En España se estima que el volumen de agua subterránea es de 29.000 hm3/año, la mitad de la capacidad que tienen los embalses de nuestro país. La agricultura consume anualmente algo más de 4.000 hm3 de agua subterránea, para un consumo hídrico total en la agricultura de unos 15.000 hm3 al año. Y la cuarta parte de la población española (unos 12,5 millones de personas) bebe agua en el grifo de procedencia subterránea.
“La cuarta parte de la población española bebe agua en el grifo de procedencia subterránea”
Las relaciones entre agua y atmósfera, además de la generación de las reservas subterráneas de agua, son muy variadas. En ocasiones, el agua cae del cielo por exceso y genera inundaciones que causan daños cuantiosos y víctimas humanas en los territorios afectados. Anualmente se producen numerosos episodios de inundación en todo el mundo, por lluvias torrenciales o por efectos de los ciclones tropicales, que ocasionan miles de victimas y pérdidas económicas muy elevadas. También en España, donde las inundaciones siguen siendo el peligro natural que más efectos territoriales y económicos produce anualmente.
Para la reducción del riesgo de inundaciones, junto a las soluciones clásicas basadas en la obra de infraestructura aplicada directamente sobre los cauces, se están desarrollando otras soluciones basadas en la infraestructura verde urbana y en la mejora de los sistemas de alerta a la población.
En España destacan ejemplos de este tipo de acciones en Alicante (parque inundable de La Marjal), Barcelona (plan de depósitos pluviales) o Madrid (tanques de tormenta) o el sistema de alerta temprana a los ciudadanos mediante empleo de una aplicación móvil de Badalona (programa LIFE Baetulo) o en la Vega Baja del Segura (Plan Vega Renhace).


En sentido contrario, hay veces donde apenas llueve y se desarrollan secuencias de sequía más o menos aguda, que causan también daños en las actividades económicas que no pueden satisfacer sus demandas habituales de agua, especialmente la agricultura.
En algunas regiones del mundo esta falta de agua es una condición estructural y llega a ocasionar movimientos de población en busca de agua e incluso conflictos por su posesión. En España no faltan este tipo de situaciones coyunturales de falta de lluvias y de recursos superficiales de agua, que obligan a poner en marcha soluciones de emergencia para solucionar la escasez. Recordemos las sequías de comienzos de los años ochenta y noventa del pasado siglo, la sequía en Cataluña en 2007-08 o las más recientes en buena parte de España de 2017 o 2022.
“La ciudad de Barcelona es la urbe europea con mejor consumo de agua por habitante”
Este último aspecto ha motivado que algunas ciudades españolas hayan desarrollado acciones para la mejora de la gestión del agua, permitiendo reducir el consumo por habitante y día y disminuyendo las pérdidas de agua en la red de distribución hasta porcentajes impensables hace un par de décadas.
Por ejemplo, la ciudad de Barcelona es la urbe europea con mejor consumo de agua por habitante. Y, por su parte, la ciudad de Benidorm es la que registra una mayor eficiencia en la red de distribución de agua potable del ámbito europeo. Son algunos ejemplos de buena gestión en el contexto de la digitalización de los servicios y la apuesta por la inteligencia en la gestión urbana que se llevan a cabo en muchas ciudades del mundo occidental.
«El ser humano depende del agua para su desarrollo, para su propia existencia. De ahí la necesidad de recordar su importancia»
Agua y atmósfera, están pues estrechamente unidas. Y lo van a estar más en los próximos años y décadas en el contexto de cambio climático que vivimos. Entre los efectos previstos del calentamiento atmosférico que se registra en nuestro planeta, la disminución de las lluvias, o los cambios en su forma de caer, es lo que más preocupa en los informes oficiales sobre cambio climático. Por encima incluso de la propia subida de temperaturas. Y ello porque la pérdida de confort térmico puede aminorarse con tecnología. Pero la disminución de lluvias o los cambios en sus tipologías no tienen tecnología posible para reducir sus efectos en muchas regiones del mundo. De ahí que el cambio climático está aumentando nuestra vulnerabilidad frente al agua como elemento natural de riesgo por exceso o defecto.
El ser humano depende del agua para su desarrollo, para su propia existencia. De ahí la necesidad de recordar, con estas celebraciones anuales, la importancia del agua. De la que tenemos en la superficie terrestre y de la que nos cae del cielo. Causa y efecto que desde los orígenes de nuestro planeta ha permitido la vida y que se ha convertido en un elemento fundamental para el presente y futuro.
Jorge Olcina es catedrático de Análisis Geográfico Regional en la Universidad de Alicante.