El sector del agua es uno de los más avanzados en la aplicación de soluciones de economía circular, como ocurre con la gestión de las aguas residuales, que permite recuperar recursos hídricos, convertir residuos sólidos en materiales de valor y lograr un rendimiento energético óptimo durante la operación
Hablar de economía circular es hablar de revertir un modelo económico que ha venido siendo dominante con mayor o menor intensidad desde el principio de la humanidad basado en lo que Jeremy Rifkin denomina la economía extractiva. Esto es cogemos un árbol, extraemos tablones de madera normalizados y generamos en esta operación productiva residuos que despreciamos. Si a esto le añadimos que durante el siglo XX esta economía extractiva entra en procesos de crecimiento exponencial -la sociedad “Kleenex”- llegamos al paradigma productivo dominante que nos conduce irreversiblemente a la destrucción de nuestro ecosistema.
Cambiar un paradigma productivo con la inercia de siglos no es fácil, exige, además de voluntad, una tecnología de vanguardia capaz de mantener productos equivalentes optimizando hasta su completa asimilación los residuos vinculados.
Aquellos operadores que sean capaces de revertir dicho modelo reconduciéndolo a un modelo circular estarían creando tanto capital económico y natural como social.
El primer eslabón y más importante de este cambio de paradigma se encuentra en el diseño. Por poner un ejemplo fácil de entender, si logramos elegir materiales y desarrollar sistemas constructivos que permitan niveles de aislamiento y hermeticidad en las viviendas lo suficientemente elevados como para no requerir calefacción, habremos eliminado los residuos en forma de CO2 de los sistemas actuales. Y esto es posible.
En el caso del agua, por ejemplo, la posibilidad de estructurar redes de aguas residuales separativas facilitaría la reconducción de aquellas aguas menos negras (pluviales de cubiertas, escorrentías o incluso aguas grises domésticas como pueden ser lavabos y duchas). Esto permitiría tratar estas aguas con procesos más eficientes en estaciones depuradoras específicas para reutilizaciones en usos como la agricultura, de especial importancia en un país como el nuestro, que puede ser uno de los mayores exportadores de agua en envases tan ecológicos como una naranja o un calabacín.
“España puede ser uno de los mayores exportadores de agua en envases tan ecológicos como una naranja o un calabacín”
En este sentido quiero destacar un proyecto de vanguardia en una ciudad española de la cuenca mediterránea con una fuerte riqueza agrícola -aparte de cultural y social- como es Alicante que se está promoviendo desde Aguas de Alicante y que han venido a bautizar, como no podía ser de otro modo, como Alicante Agua Circular.
Cabe decir que todo lo relacionado con el ciclo integral del agua son procesos con una componente tecnológica y de innovación enorme, aunque normalmente esto no es apreciado por sus usuarios. Una ciudad como Alicante dispone de estaciones de depuración que fueron diseñadas bajo un paradigma que parametrizaba otros criterios además de la reutilización de las aguas tratadas, lo que ha llevado a que la composición química de las aguas tratadas, en función de la tipología de cultivo, no siempre sea apta para uso agrícola. Unos valores altos de conductividad media provocan que en algunas plantas la reutilización esté en el entorno del 26%.
Mejorar los procesos de desalación de dichas aguas tratadas y ampliar las concesiones de caudales a las Comunidades de Regantes permitiría un aprovechamiento del 100%.
Realizar esta tarea correctamente conlleva procesos en los que se produzcan la eliminación del nitrógeno y potasio, así como la recuperación de nutrientes. Si unimos todo este proceso al uso de energía fotovoltaica para su tratamiento, empezamos a vislumbrar no sólo la voluntad de querer transitar a un modelo productivo circular mostrado por Aguas de Alicante, sino la fuerte componente tecnológica que está detrás de todo esto, convirtiendo a la ciudad de Alicante en un piloto a imitar no sólo en España sino en muchos otros países de la cuenca mediterránea con una problemática similar y una potencial resolución equivalente.
«Cambiar un paradigma productivo con la inercia de siglos no es fácil, exige voluntad y tecnología de vanguardia»
No obstante, el proyecto Alicante Agua Circular va más allá y supone también la implantación de medidas estructurales en la ciudad existente -lo más difícil en la medida en que no se diseña de cero, sino que supone la intervención en un tejido existente, en algunos casos con más de un siglo, pensado como he dicho bajo otro paradigma- para reconducir el drenaje urbano mediante lo que se ha venido a denominar sistemas de drenaje urbano sostenibles, lo que implica canalizar escorrentías y ampliación de zonas verdes.
Mediante toda esta operación, que incluye muchos más puntos de los comentados a modo de ejemplo, se logra no sólo la reutilización del 100% del efluente de las depuradoras y la eliminación del riesgo de autorización de vertido, sino que se obtiene una mejora medioambiental de la Bahía de Alicante y una disminución del estrés hídrico de acuíferos de la zona, así como una potenciación de las zonas verdes de la ciudad y la dinamización del sector agrícola.
Este es un ejemplo de cómo en nuestro país existen empresas que apuestan seriamente por este cambio de paradigma. Confiemos en que los ciudadanos lo sepan apreciar y que las administraciones sean capaces de vislumbrar la importancia de potenciar este tipo de proyectos tanto con su apoyo explícito como canalizando todas aquellas ayudas públicas necesarias en este proceso esencial de transición. El futuro de todos depende de ello.
Lorenzo Dávila es arquitecto y economista y director gerente de OSUR.
