El historiador Óscar Calero explica la importancia del agua para la cultura islámica. Un elemento repleto de valores místicos que es esencial en su cultura y que, se convirtió además, en una cuestión clave desde el punto de vista práctico. La gestión del recurso hídrico de forma eficiente para el cultivo o el adorno y el recreo son un legado intemporal del Islam
“Él es quien hace que caiga agua del cielo para vosotros, de ella tenéis de qué beber y arbustos en los que apacentáis”
El agua era dogma de fe para el islam. La cultura musulmana surgió con la singularidad de una génesis eminentemente religiosa, que otorgaba a el agua un don divino y sagrado concedido por Alá. Esto elevaba al líquido elemento a una dimensión sobrenatural. En consecuencia, la gestión y conservación del agua se convertía en una responsabilidad existencial determinante.
La cultura islámica nace en la península arábiga. La particularidad árida y desértica de la zona jugaba un papel esencial a la hora de aprender a gestionar los recursos hídricos. La escasez de agua contribuyó a reafirmar el misticismo que envolvía la fe en el Corán. El agua era símbolo de vida y de la creación, puesto que dios creó el mundo sentado en un trono de agua. El compromiso con los recursos hídricos y su funcionamiento fue entonces una prioridad para cimentar la evolución de la cultura musulmana.


«Para la cultura islámica el agua es símbolo de vida y de la creación, puesto que dios creó el mundo sentado en un trono de agua»
La aparición de la civilización islámica supuso un revolucionario empuje en la historia de la humanidad. La gran mayoría de la historiografía coincide en denominar la etapa de dominio musulmán como una revolución a nivel tecnológico y científico. Las numerosas innovaciones principalmente en sector agrícola y en el dominio del riego y su distribución le otorgaron el nombre de “la revolución verde”.
El islam fue una civilización esponja, influenciada por las culturas antiguas de Oriente Medio como la persa, e incluso algunas lejanas como la China milenaria. La extensa expansión por todo el mediterráneo redondeó el aprendizaje con el conocimiento del legado griego y romano.
La gran cantidad de información e infraestructuras que recogieron sirvió para dar categoría de ciencia al sector agrícola y así perfeccionar al detalle la tecnología y adecuarla a un nuevo sistema de producción. Así nació una agricultura de mercado, dejando atrás la de subsistencia. Este trabajo tuvo como resultado una mayor producción e introducción de cultivos nuevos. Hubiera sido imposible llevar a cabo este planteamiento sin profundizar en nuevas técnicas de irrigación y una tecnología mecánica más avanzada de la que se conocía.


Un aporte fundamental fueron las nuevas estrategias para la prospección y captación de agua, así como su compleja distribución. Los dos sistemas de regadío clásico utilizados hoy en día derivan de época musulmana. Las acequias fueron cruciales para distribuir específicamente el agua a dónde y cómo necesitaban. Construyeron con maestría diferentes técnicas para salvar las alteraciones del terreno. Elevación de agua con desniveles para corregir el curso de la corriente o azudes para derivar una proporción del cauce según interesara. Los tratados de los agrónomos islámicos dejaron cantidad de información clasificada como la división de los tipos de aguas y sus usos más adecuados según fueran de lluvia, ríos, pozos y fuente.
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En cuanto a la tecnología de prospección de recursos hídricos, fueron imprescindibles las innovaciones y mejoras de los métodos anteriores. Aunque hay muchas referencias previas, las norias islámicas accionadas por energía hidráulica fueron desarrolladas con mayor complejidad y sus resultados eran más óptimos. Sirvieron para la elevación de agua con el objetivo de lograr un regadío de zonas altas alejadas del nivel de la corriente. La energía conseguida también se utilizó en la industria textil y en la fabricación de papel.
Sin duda, los qanats fueron el mayor despliegue de ingeniería que legaron a la humanidad los árabes musulmanes. Un intrincado sistema de canales subterráneos para conducir las aguas captadas en niveles freáticos. Todavía en la actualidad quedan muy bien conservados estas redes subterráneas que abastecieron a ciudades como Madrid hasta hace no muchos años. En este caso, no solo servían para el regadío de cultivos, sino que los qanats distribuían agua a todas las ciudades islámicas para su consumo diario.


«El agua evocaba y representaba el paraíso del que se hablaba en el Corán»
El jardín islámico, un paraíso terrenal
La cultura musulmana encontró en el jardín el lugar ideal para mostrar todo el simbolismo religioso y espiritual. El agua evocaba y representaba el paraíso del que se hablaba en el Corán y creaba un lugar de culto y contemplación. Para ello los árabes derrocharon en los jardines toda la sabiduría adquirida con el fin de llevar el alma humana a un estado de orden, equilibrio y armonía. La jardinería islámica aglutina los avances en matemáticas, geometría, botánica y la sutil derivada de la ingeniería hidráulica.
El agua se erigía como el elemento fundamental, como el centro espiritual de conexión con el más allá. Una fuente era el ornamento que reinaba en la médula del jardín, alimentada por un estanque que representaba la abundancia de agua en el Yanna, el paraíso musulmán.
Los geométricos canales construidos en simetría adornan y alimentan el jardín alegorizando los cuatro ríos del paraíso de los que habla el Corán. Además de la función espiritual y práctica, el agua aporta intencionadamente el movimiento, el sonido y la luminosidad. Todos estos elementos cristalizan en la sensación de calma y paz que describe el Libro Sagrado. “No oirán allí vaniloquio ni incitación al pecado, sino una palabra: ¡Paz! ¡Paz!”, Corán: Sura 56, Aleyas 25-34.


La existencia alrededor del agua
La adoración y el compromiso del agua con la fe islámica envolvía la vida cotidiana del islam. El Corán está plagado de mandatos muy específicos acerca del uso del agua. “Todo musulmán que retiene el agua que no necesita peca contra Alá”. Los legisladores musulmanes se basaron en la palabra de dios para redactar unas leyes que protegieran el bien más preciado para el Islam. La gestión del agua era una responsabilidad de todo el pueblo musulmán a cambio de respetar el mandato de Alá de ser una pertenencia para todos.
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El agua también era símbolo de pureza. Los hamman eran los baños públicos árabes y el lugar donde se realizaba uno de los rituales más importantes para los musulmanes, las abluciones. Los baños estaban cerca de las mezquitas, puesto que servían de paso previo para garantizar la limpieza de los creyentes antes de la oración. Las abluciones están marcadas paso a paso por el Corán, determinando una secuencia que recorre el cuerpo entero antes de la oración diaria.
Dicen que la fe mueve montañas. La sociedad islámica consiguió a partir de sus creencias formar una de las mayores y más influyentes culturas de la historia de la humanidad. En este caso la ciencia y la espiritualidad hicieron buen equipo.
