El británico David Hockney es uno de los artistas internacionales más valorados. Conocido por sus retratos, el paisaje ha tenido sin embargo una importancia clave en su obra. De hecho, su última exposición es fruto de una estancia de tres meses en Normandía retratando la evolución de la primavera, con en el agua como elemento inspirador y empleando una tableta electrónica y un software especial como herramienta en lugar de pinceles y pinturas
Tras la muerte de Lucian Freud (Berlín, 1922-Londres, 2011), nieto de Sigmund Freud, hace 11 años, la figura de David Hockney (Bradford, Reino Unido, 1937) no ha hecho más que crecer hasta ser considerado el artista británico vivo más importante en la actualidad. Conocido por sus singulares retratos y autorretratos de amigos suyos, incluido alguno del propio Freud, en los últimos años ha cultivado con gran pericia el género del paisaje, no sólo con la paleta y los pinceles tradicionales sino también con el uso avezado del Ipad, dejando algunos cuadros e imágenes que están suscitando la emoción de los grandes aficionados al arte.


Hockney se marchó del Reino Unido en 1960 para instalarse en California, estado en el que pintó su serie de piscinas a partir de la década de los 60, 70 y 80, con obras tan destacadas como Retrato de un artista (Piscina con dos figuras), 1972; The Splash, 1966; o Hombre en la ducha en Beverly Hills, entre otras, que reflejan su pasión por el agua, las relaciones con el arte y la vida, el estilo de vida en casas bajas y abiertas en la costa Oeste de Estados Unidos.
Ya en el siglo XXI volvió al paisaje como género, primero plasmando un conjunto de obras donde se como protagonistas las tierras del este del condado de York en Inglaterra, presentadas en Londres y más tarde en el Museo Guggenheim Bilbao, donde pude contemplar composiciones tradicionales con otras realizadas con el Ipad, un dispositivo que Hockney valora y con el que trabaja desde hace más de una década.


Ahora está presentando hasta el 9 de enero en el Instituto de Arte de Chicago (AIC por sus siglas en inglés) la exposición David Hockney: La llegada de la primavera, Normandía 2020, una especie de diario visual de la llegada y evolución de la primavera en esa zona del norte de Francia, que tanto inspiró a varios pintores impresionistas durante finales del siglo XX.
Hockney no solo ha cultivado la pintura y la fotografía en su larga trayectoria, sino también la escenografía. Tras su periplo por la campiña inglesa pensó en conocer in situ cómo surgía y evolucionaba la primavera en este enclave norteño de Francia. Tras planificarlo previamente decidió hacer este viaje unos días antes de que se empezara el confinamiento por la COVID-19.
“La última exposición de Hockney es un diario visual de la llegada y evolución de la primavera el norte de Francia”
Si ya había utilizado con profusión el IPad en Inglaterra unos años antes, en esta ocasión Hockney usó de nuevo este dispositivo digital para ir seleccionando durante casi tres meses cómo brotaba la primavera en Normandía, lugar en donde late la belleza, en una estación que ha inspirado a pintores, escultores, fotógrafos, músicos y escritores en los dos últimos siglos, en búsqueda del agua y de la fuerza de los elementos naturales.


La muestra reúne más de un centenar de paisajes, seleccionados por la comisaria Edith Devaney, que revelan la variedad en color y texturas de numerosos rincones de Normandía, captados durante cerca de 90 días, desde el final del invierno hasta los primeros días de junio, para ofrecernos un friso sugerente de todo lo que supone la primavera en Normandía.
Como en toda creación artística lo más importante es la intención y visión de David Hockney, que ayudado por un Ipad y por la aplicación Brushes le ha permitido disponer de todos los utensilios de un pintor: pinceles, colores, texturas, etcétera. Lo que el artista británico logra es compartir con los aficionados al arte su forma de disfrutar del paisaje.
“En su último trabajo en Normandía, Hockney va en búsqueda del agua y de la fuerza de los elementos naturales”
Aunque se le conoce más como retratista en su faceta pictórica, David Hockney ha demostrado poseer numerosos registros y ser una fuente creativa inagotable dentro del arte contemporáneo, desde su Retrato de un artista (piscina con dos figuras) que se vendió hace cuatro años por casi 80 millones de euros y recordar toda su serie de piscinas con ese colorido característico y atrevido de esta gran figura del Pop Art británico.


Hockney estuvo preparando este trabajo en Normandía casi dos años antes en un viaje prospectivo, porque se sentía atraído por un entorno tan bucólico y le volvía a interesar trabajar al aire libre como a los impresionistas franceses hace siglo y medio. Con su mirada atenta y en buena medida sabia, empezó a captar como un naturalista los cambios sutiles, a veces diarios, tanto de las plantas como de la luz, aspectos que también sedujeron a Claude Monet, porque como dijo Hockney, el pintor francés tuvo la paciencia de buscar y detectar alrededor de 40 manantiales en los alrededores de Giverny, donde Monet pintó algunas de sus mejores obras de madurez, como la serie de los nenúfares y toda ese conjunto de paisajes en los que encontramos ecos del arte japonés.


A lo largo de este largo centenar de obras, que son una especie de cuaderno visual de los tres meses que duró su viaje por la francesa Normandía, la mirada de David Hockney fue capaz de ir plasmando instantes precisos y preciosos de una naturaleza cambiante, desde el amanecer hasta el atardecer y la noche, sin dejar de lado la fuerza del sol a mediodía.
“Le volvía a interesar trabajar al aire libre como a los impresionistas franceses hace siglo y medio”
En uno de los primeros paisajes, fechado el 9 de marzo, pocos días antes del cierre que supuso la pandemia de la COVID-19, Hockney representa una serie de árboles desnudos, todavía sin broteS en sus ramas con un cielo azulado iluminado por la luna en una paleta en la que predominan los azules, verdes y un gris azulado en el horizonte, mientras que en otro paisaje de finales de marzo la primavera ya ha llegado y de las ramas de un viejo árbol brotan las flores blancas y verdes con una luz intensa de mediodía que está celebrando la vida.


De otros paisajes abrileños Hockney extrae en sus creaciones infinidad de verdes, a veces con flores blancas y fucsias-rojizas o bien esos alminares de hierba verde combinados con nubes de atardecer y el contorno de una montaña levemente sugerido, o bien esa atmósfera grisácea que difumina árboles y setos en un día que preludia lluvia, y en ese conjunto de estanques y manantiales en los que vemos nenúfares y otras plantas acuáticas, con el reflejo del sol y a veces gotas de lluvia que van definiendo ondas concéntricas en una infinita variedad de matices, estas últimas ya tomadas en un mayo florido.


Desde que comenzara a explorar con la tecnología hace 13 años, Hockney ha seguido investigando hasta poder trabajar con todos los requisitos que puede necesitar un pintor en nuestro siglo, ya que además le permite más libertad y movilidad que le ofrecen estos nuevos dispositivos y programas, desarrollando cualidades casi homologables a las pinturas sobre lienzo, donde no falta el gesto ni la mano del pintor británico, que transmite en la serie la alegría del mundo natural para como él mismo dice “amar la vida”.


