Ha llegado el frío invierno y con él Carlos de Hita y su nuevo post. Esta vez el naturalista nos deleita con los sonidos que nos dejan esos gélidos espacios que, a pesar de notarse vacíos y en silencio, están llenos de vida
La vega nevada parece detenida por el frío. Nos dejamos llevar por una suave brisa que apenas altera el silencio blanco. Del suelo helado no emerge voz alguna y las pocas aves que se dejan oír buscan refugio en las marañas de las orillas y las copas de los álamos: poco cobijo pueden dar las ramas desnudas.
El catálogo sonoro es muy pobre. Cerca graznan unas cornejas, siempre ruidosas. Junto a ellas, blancas y negras como el paisaje, las urracas estallan en un alboroto. Por algún sitio, de arbusto a arbusto, cacarea un mirlo.
No las vemos pero, pese al frío y lo temprano de la estación, una pareja de cigüeñas crotora en su nido. Acaban de llegar y ya alegran la atmósfera desapacible con sus aplausos.
De los árboles, en fin, sale el parloteo de un bando de estorninos negros, inmóviles, ateridos.
Y poco más.