Bajamar, nocturno en la ría de Santoña - EL ÁGORA DIARIO

Bajamar, nocturno en la ría de Santoña

Por Carlos de Hita

Esta semana el naturalista y experto en sonidos Carlos de Hita nos acerca a la ría de Santoña, los silbidos de las aves que retumban y se expanden por la ría.

Ni mar ni tierra firme. Ni costa ni interior. Dos veces al día, con la precisión de un reloj lunar, el vaivén de las mareas redibuja la línea de costa en la ría de Santoña. Con la pleamar el Cantábrico, penetra varios kilómetros, desborda los caños y los esteros y la ría se convierte en un mar interior. Pero con la bajamar las orillas se ensanchan, convertidas en una inmensa planicie de fango, de líneas desdibujadas, por las que corretean a sus anchas- y nunca mejor dicho- las aves limícolas, las aves del barro. Vadeadoras zanquilargas y con picos como pinzas, de todas las longitudes y curvaturas imaginables.

Entonces, sus silbidos se expanden por toda la ría. Unas, como los zarapitos reales, lanzan unos trinos modulados con un final ascendente, que sugiere una pregunta. Otras, como los archibebes comunes, repiten machaconamente su triple nota -¡chíbebe!-. Pero todas ellas lo hacen dentro del mismo rango de frecuencias agudas, líquidas, especialmente eficaces para sobreponerse a los sonidos graves del mar y el viento.

En el silencio relativo de la noche -el mar está lejos, pero nunca calla-, bajo el resplandor de la luna llena, las aves del fango silban y en sus llamadas solitarias resuena la inmensidad del lugar.


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