Baños subversivos y salvajes - EL ÁGORA DIARIO

Baños subversivos y salvajes

Por Antonio Sandoval Rey

Estrenamos blog del comunicador ambiental Antonio Sandoval Rey. En esta primera entrega nos habla del libro Diarios del agua, escrito por Roger Deakin, una de las novelas que pronto se convertirá en todo un best-seller en Reino Unido

En el fondo, lo que pedimos a un buen libro es que nos sumerja desde el principio en esos relatos, emociones e ideas que nos empapan de verdad, hasta los huesos. Que nos lleve entonces con su corriente. A veces, que nos invite a nadar contra ella.

Deseamos además que sepa aguantar la respiración a nuestro lado mientras nos sumergimos, levantando la vista de sus páginas, en los vértigos provocados por su lectura. Anhelamos luego que esta no se acabe. Y que su flujo persista. Que incluso mucho después de haberlo terminado, sepamos que bastará con abrirlo para, con un salto, zambullirnos de nuevo en eso tan mágico que somos dentro de él.

Los mejores libros están creados con una sustancia muy parecida a la de ríos y océanos. Como el agua, esa sustancia está por todas partes, incluso en la atmósfera. Pero hay que conocerla muy bien, también cuanto crea a su paso, nosotros incluidos, y saber venerarla como merece, y por supuesto velar por ella, para que sacie de verdad nuestra sed infinita de historias, versos, filosofías o credos. Una sed que es, ni más ni menos, la esencia misma de nuestra condición.

Roger Deakin fue un hombre que veneraba el agua. La editorial Impedimenta acaba de rescatar el único libro que publicó en vida, Diarios del agua (en el inglés original, Waterlog Diaries), en traducción de Miguel Ros González. Además de convertirse de inmediato en todo un best-seller en Reino Unido, cuando se publicó hace 20 años esta obra dio nuevo impulso a una subcultura que llevaba mucho tiempo olvidada en las orillas de las formas culturales dominantes, tras haber tenido numerosos adeptos décadas atrás en aquel país: la del baño sin restricciones en espacios salvajes. Algo que, como el autor nos describe, tiene ahora su punto subversivo. A veces, casi de desobediencia civil.

Inspirado por El nadador, la conocida narración del norteamericano John Cheever, llevada al cine por Sidney Pollack con Burt Lancaster como protagonista, Deakin decidió un buen día recorrer un buen puñado de los paisajes acuáticos británicos más emblemáticos… nadando.

Su experiencia, relatada con constantes pinceladas del más depurado humor inglés (el autor fue protegido de Kingsley Amis en Cambridge), es a la vez una oda y una elegía a ríos, bahías, pozas, fosos, canales, lagunas e incluso piscinas al aire libre.

Los escenarios que con él recorremos son paisajes abiertos como las playas infinitas de la costa de Norfolk o Cornualles, rincones fluviales como los de Dartmoor, en los que el autor comparte corriente con los salmones, o espejos casi helados como los que reflejan las cumbres nevadas de las montañas Rhinog, en Gales. También los baños que antaño frecuentaba el alumnado universitario de Cambridge, el caprichoso estrecho del Jura, en las islas Hébridas, o el mismísimo Londres.

Y mucho más, pues en su natación Deakin visita más de treinta regiones de su país. Todas ellas, repletas de historias hipnóticas narradas con ese pulso literario que solo se obtiene tras muchas horas de bracear letras adentro. Y de naturaleza: nutrias, tritones, mirlos acuáticos, focas, ranas, truchas… Y más flores de ribera que en un lienzo prerrafaelita.

Portada del libro Diarios del agua de Roger Deakin

Diarios del agua es, además, una sorprendente historia del hecho mismo de meterse en el agua por puro placer. De la hidroterapia. De las competiciones de natación. De la sustitución a lo largo del S. XX, en Reino Unido, de las piscinas abiertas por las cubiertas. Solo algunas de las primeras se han salvado, siempre gracias al activismo de sus vecinos. También lo es de la pesca con caña. Resultan muy divertidas, por ejemplo, las crónicas del desenfadado Houghton Fishing Club. Y apasionante la historia de la captura de anguilas en las marismas de los Fens, donde en tiempos fueron tan abundantes como escasas hoy, debido a la sobrepesca. Es inevitable: cada pocas páginas nos encontramos con algún tipo de problemática ambiental de las aguas dulces británicas. Hasta el punto de que la Agencia de Medio Ambiente de allí recomienda a sus ciudadanos no bañarse en muchos de sus ríos, a causa del elevado vertido a sus aguas de aguas residuales no tratadas, o del riesgo de contraer leptospirosis, entre otras amenazas que, como bien señala Deakin, parecen “La triste aceptación del fracaso de la Agencia en su objetivo de cumplir con la misión para la que había sido creada”. A pesar de ello, son muchos los espíritus desobedientes que se siguen echando a ríos y pozas aquí y allá, el autor entre ellos, reclamando un derecho al baño en aguas libres de interior que la burocracia tiende a restringir. Pura insurrección natatoria.

El texto, desde sus primeros capítulos, resulta tan contagioso que te dan ganas de abandonar el libro, coger el bañador y salir pitando a chapotear en la masa de agua más próxima. Así les sucedió a muchos ciudadanos británicos cuando se publicó en su país, hasta el extremo de que la BBC produjo a partir de él un documental titulado Wild Swimming.

Contraportada del libro Diarios del agua de Roger Deakin

Diarios del Agua

Roger Deakin

Editorial Impedimenta

Traducción:

Miguel Ros González

Precio: 24,95 €

El propio Roger Deakin, tras abandonar su trabajo como publicista, había trabajado como guionista para la radio y la televisión. Pero no llegó a poder participar en este. Un tumor cerebral se lo llevó demasiado pronto.

Las páginas que su gran amigo Robert MacFarlane dedicó a su recuerdo durante esos días y tras su fallecimiento, mientras recuperaba los textos inéditos de Deakin en su hogar, la granja Walnut Tree Farm, son de las más intensas de su Landmarks, obra pendiente de versión en castellano.

Sí existe una cuidada traducción al gallego, de Xesús Fraga, de Holloway (Corredoira, Ed. Kalandraka, Colección Vitamina N), otro libro de MacFarlane, muy hermoso, que rememora una caminata que él y Deakin emprendieron por senderos del sur de Dorset. En uno de sus capítulos, este último es descrito como “Nadador, escritor, naturalista, coleccionista, trabajador de la madera, hacedor de amigos”.

La propia traducción de Diarios del agua es tan cristalina y transparente como merece una obra como esta, si bien en futuras ediciones convendrá corregir, por ejemplo, la traducción de warblers como avetoros. Nada tienen que ver las melódicas currucas y otros sílvidos de las saucedas con esas esquivas garzas de los juncales de bovino reclamo.

Está Diarios del agua tan lleno de felices sorpresas como cabe esperar de la confluencia ideal de la mejor literatura de naturaleza, viajes, deporte e historia. Gracias a su lectura me enteré, por ejemplo, de cómo en el norte de Grecia aún se llaman agrafa los “Lugares no escritos”, sitios que sus habitantes borraron del mapa y dejaron sin nombre ex profeso para no pagar en su día impuestos a los ocupantes turcos. Otra forma de subversión: el topónimo anónimo.

En el fondo, la vida consiste en zambullirte, una y otra vez, en aguas de todo tipo. ¿Cuáles han sido las últimas en la que usted ha nadado? Apúntese esta entre las próximas: Diarios del agua. Regresará de ella de lo más refrescado.

Antonio Sandoval Rey es escritor, comunicador ambiental y ornitólogo

 



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