Bilbao y Bremen, unidas por el arte y el agua - EL ÁGORA DIARIO

Bilbao y Bremen, unidas por el arte y el agua

Por Julián H. Miranda

De la mano de Julián H. Miranda, recorremos las salas de la exposición Obras maestras de la Kunsthalle de Bremen. De Delacroix a Beckmann, en el Museo Guggenheim Bilbao hasta el 16 de febrero. El agua vuelve a ser el hilo conductor de la propuesta de Miranda, que se asoma a canales, ríos y mares para hacer un repaso de la la evolución del arte europeo de los siglos XIX y XX

Lna ciudad libre Hanseática de Bremen, con más de 12 siglos de historia, tiene hoy más de 500.000 habitantes y es Patrimonio de la Humanidad para la Unesco. Atravesada por el río Weser, su puerto es actualmente el segundo más importante de Alemania, tras el de Hamburgo, lo que ha posibilitado que tenga un fuerte comercio marítimo con salida al mar Báltico y una gran prosperidad económica.

Hay varios monumentos que destacan sobre el resto: su antiguo Ayuntamiento, la estatua de Rolando en piedra, construida en 1404, para sustituir a otra que había de madera, los edificios hanseáticos en la plaza del Mercado, la Catedral de San Pedro y la Kunsthalle que se creó como embrión hace casi 200 años por un grupo de ciudadanos que amaban la cultura y las bellas artes, y que hoy atesora cuadros, esculturas, dibujos y grabados desde el siglo XIV hasta nuestros días.

Eugène Delacroix. Paisaje marroquí, ca. 1850-60. Óleo sobre lienzo. 33 x 41 cm. Kunsthalle Bremen

Ahora, el Museo Guggenheim Bilbao, dentro de su programa Fundamentos del arte actual, alberga hasta el 16 de febrero la exposición Obras maestras de la Kunsthalle de Bremen. De Delacroix a Beckmann, patrocinada por Iberdrola, que incluye alrededor de 130 obras que permiten ver la evolución del arte europeo de los siglos XIX y XX, fundamentalmente la estética de las escuelas alemana y francesa. La muestra acoge desde algunos trabajos de Caspar David Friedrich, Modersohn-Becker, Otto Dix, Kirchner, Beckmann o Nolde, en la parte germana, hasta creaciones de Cézanne, Delacroix, Monet, Van Gogh o Picasso, que trabajaron en territorio francés. Este conjunto de piezas ilustra la intuición que fue gestándose entre los coleccionistas alemanes porque  demostraron tener buen ojo para anticipar a algunos de los grandes artistas de los dos últimos siglos.

El agua aparece en muchas de las obras de la Kunsthalle de Bremen que se exhiben hasta febrero en el Museo Guggenheim Bilbao

El recorrido propuesto por los dos comisarios, Christoph Grunenberg, director de la Kunsthalle de Bremen, y Petra Joos, del museo bilbaíno, supone una mirada enriquecedora sobre los grandes movimientos desde principios del siglo XIX: del Clasicismo hasta el Expresionismo alemán y Picasso, pasando por el Romanticismo, el Impresionismo, el Postimpresionismo o la colonia de artistas de Worpswede. Y en este recorrido hay un elemento transversal: el agua, que aparece en muchas de las composiciones que cuelgan de las salas 305, 306 y 307, en las obras de Overbeck, Carus, Nerly, Clausen Dahl, Ender, Delacroix, Huet, Dupré, Monet, Renoir, Laval, Anquetin, Vallotton, Vinnen y tantos otros.

Friedrich Overbeck. El hallazgo de Moisés, 1823. Óleo sobre lienzo. 44 x 59 cm. Kunsthalle Bremen

Antes de iniciar la travesía por estas composiciones donde el agua constituye un elemento compositivo de primer orden en más de un 20% de lo expuesto habría que destacar varias obras, en las que el agua no está presente pero que son muy reveladoras de la intención coleccionista del núcleo que dirigió científicamente la Kunsthalle. Por un lado, la compra de Campo de amapolas, un óleo de Van Gogh pintado en 1889, y adquirido unos años más tarde por 30.000 marcos, lo que supuso una división en ese momento entre los que defendían que el arte trascendía fronteras y los que pensaban que ensalzar lo que se gestaba en Francia, a pesar de la nacionalidad holandesa de Van Gogh, era un ataque a la identidad artística alemana. Fue el primer cuadro del genio holandés expuesto en un museo de Alemania.

Por otro, el acercamiento al universo de Picasso a través de varios óleos y numerosos dibujos y obra gráfica, del que en el Guggenheim se puede ver ese perfil de Sylvette, una joven modelo que impresionó por su belleza y juventud al creador del Guernica. Y por último, la selección de obras de Max Beckmann, del que se exhiben cinco obras, una escultura y sobre todo su Autorretrato con saxofón y Dama con capucha gris, dos obras maestras de uno de los grandes expresionistas alemanes.

La muestra arranca en la sala 305, que abarca desde el Neoclasicismo tardío hasta el Romanticismo, a través del estilo que cultivaron los creadores franceses y alemanes, en los que observamos su inspiración en temas literarios y en los estados de ánimo que vertebró el Romanticismo francés, o la mirada más reflexiva e introspectiva de los pintores alemanes con ese anhelo por el ideal clásico de la cultura mediterránea.

Un ejemplo claro entre los neoclasicistas fue Friedrich Overbeck (1789-1869), pintor católico y líder de un grupo a los que llamaron sarcásticamente “nazarenos”, del que se exhibe El hallazgo de Moisés, óleo de 1823, que representa una escena extraída del Pentateuco. En ella observamos cómo Moisés está depositado en una barquilla de juncos a orillas de las aguas del Nilo; la hija del faraón lo encuentra y lo recoge. Una figura que se parece a una que pintó Rafael en las logias del Vaticano y tiene muchas similitudes con el modelo estético del pintor italiano, aunque Overbeck trasladó la escena del país de los faraones a Italia.

La fascinación por Italia y la evocación de la naturaleza prevalencen en el Romanticismo, un movimiento centrado en la cara más oscura del alma, que en el caso de estos pintores supuso una constante innovación entre la luz, la sombra y el uso del color. Entre los franceses cabe destacar a Delacroix, bien representado en Bremen, sobre todo con ese sugerente Paisaje marroquí, hacia 1850-60, donde al fondo, como si fuera un espejismo,se ve un lago azulado; el Paisaje de la costa normanda, 1861, de Paul Huet; o ese Atardecer en la costa de Jules Dupré, pintado hacia 1870.

Friedrich Nerly. La Piazzetta a la luz de la luna, ca, 1837. Óleo sobre lienzo. 61x 48 cm. Kunsthalle Bremen

Los pintores románticos alemanes tuvieron una fuerte atracción por los paisajes y ciudades del país transalpino y así encontramos el Atardecer junto al mar de Carl Gustav Carus, pintado hacia 1820-1825; las vistas de la Piazzeta con las aguas de la Serenissima de Nerly, a la luz de la luna o en una acuarela descriptiva de la ciudad de los canales; el estudio del glaciar de Thomas Ender; el lago alpino de Carl Wagner o el Estudio del Elba de Johan Christian Clausen Dahl, 1833, con ese intenso cromatismo con las nubes amenazantes sobre las olas y el reflejo del sol en el agua.

Claude Monet. Barcas, 1869. Óleo sobre lienzo. 32,9 x 46,7 cm. Kunsthalle Bremen

La siguiente sala se dedica al Impresionismo, Postimpresionismo y la Escuela de Pont-Aven. El primero de estos movimientos introdujo un cambio radical en el modo de pintar, anhelando ser los ojos de la vida para captar la naturaleza, como ocurre sólo en Cézanne, sino también en las Barcas de Monet, en el Paisaje mediterráneo (vista de Tolón) de Renoir o en esa delicada composición de Eva Gonzalès, Muchacha al despertar, pintada hacia 1877/8, en la que representa a una mujer tumbada en la cama y a su izquierda un jarrón con flores en agua en la mesilla. Y junto a esas piezas otros cuadros de Van de Velde, En la costa (1889); otro de Louis Anquetin, Ráfaga de viento en un puente sobre el Sena, 1888; los Bañistas de Charles Laval; y Marea baja en Villerville de Félix Vallotton.

Louis Anquetin. Ráfaga de viento en un puente sobre el Sena, 1888. Óleo sobre lienzo. 120 x 127 cm. Kunsthalle Bremen

Y en la última sala, la 307, encontramos algunos ejemplos de los artistas de la colonia  Worpswede y del expresionismo sobre todo alemán. De la plasticidad de Otto Modersohn en Otoño en el pantano, 1895, pasamos a Paula Modersohn-Becker, segunda esposa de Otto, dotada de una gran singularidad en su modo de retratar y de fijar la visión de la naturaleza como vemos en Canal en el pantano, 1900. Y todo ello sin olvidar a Carl Vinnen en Paisaje con molino de viento, 1912 y el dinamismo expresionista de Kirchner en la cromoxilografía Bañistas lanzándose cañas, de 1909.

Bremen y Bilbao son dos ciudades de tamaño similar a las que ha unido el agua de la ría bilbaína y la corriente del río Weser, pero también ese amor por la cultura de sus ciudadanos a las artes plásticas.

Otto Modersohn. Otoño en el pantano, 1895. Óleo sobre lienzo, 80 x 150 cm. Kunsthalle Bremen


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