Biobserva, o cómo ser voluntario ambiental sin moverse del trabajo

BiObserva, o cómo ser voluntario ambiental sin moverse del trabajo

Por Raúl Mérida

Las estaciones de depuración de aguas residuales (EDAR) son infraestructuras con gran riqueza para la biodiversidad. El naturalista Raúl Mérida nos explica el interés y resultados del proyecto de voluntariado ambiental de BiObserva, que el grupo Agbar lleva a cabo en sus instalaciones desde hace años

Sobre el edificio que alberga las oficinas principales de la EDAR de Torrevieja, en Alicante, una gaviota reidora no ríe, sino llora. Sus lágrimas descienden desde sus ojos hasta perderse entre su plumaje. No es una metáfora ni una imagen bucólica, es la realidad. Sí, las gaviotas lloran. Lo hacen a través de una glándula que poseen en la parte superior de los ojos. Por estas eliminan la sal que toman al beber del mar. No es psíquico, es físico.  Es uno de los pocos animales cuyo poder de adaptación al medio es tan grande que pueden beber tanto agua dulce como agua salada.

Que surja la curiosidad por comprender cosas como esas del mundo de los animales y la vocación de protegerlos no es una casualidad, es un trabajo de concienciación y educación que, a menudo, nace de la observación. En realidad, de eso va BiObserva.

Una gaviota tridáctila, con su característico patrón negro y blanco en las alas. | FOTO: Agami Photo Agency

«Las EDAR son infraestructuras que proyectan el verde de la naturaleza allá donde se levantan»

BiObserva y las EDAR

El sol, como cada primavera, amanece sobre cualquiera de las estaciones depuradoras de aguas residuales que existen en España. Son las famosas EDAR, conocidas también en Latinoamérica como plantas para el tratamiento de aguas residuales (PTAR).

Se trata de infraestructuras grises que, pese a su color, proyectan el verde de la naturaleza allá donde se levantan. Para poner en valor precisamente eso, el grupo Agbar desarrolla desde el año 2017 para los trabajadores de sus EDAR el programa de voluntariado ambiental BiOserva, una oportunidad única para vivir la naturaleza sin salir del trabajo, observando los animales durante media hora entre el amanecer y las 12 del mediodía. Precisamente, acaba de terminar recientemente el censo de primavera, pero cómo no puede entenderse qué es BiObserva sin comprender qué son los EDAR y la irresistible atracción que estas infraestructuras ejercen sobre las aves, lo mejor será empezar por el principio.

Un operario de planta observa aves en una instalación del grupo Agbar participando en el programa BIOBSERVA Voluntariado.

«El grupo Agbar desarrolla desde el año 2017 para los trabajadores de sus EDAR el programa de voluntariado ambiental BiOserva»

La función de las EDAR es tan importante como desconocida fuera de los circuitos profesionales. Son estaciones depuradoras de aguas residuales desde las que se eliminan todos aquellos desperdicios que contaminan el agua, incluidos los materiales decantables y la materia orgánica biodegradable que pueda existir en la misma.

En definitiva, se depura el agua y se le da una segunda vida, haciendo más sostenibles los recursos hídricos de los que disponemos.

Lo anterior no es poca cosa dado que, en nuestro país, alrededor de un 15% del agua gastada va a consumo humano, un 5% aproximadamente a la industria y el resto, es decir, en torno al 80%, se destina al regadío. Por lo tanto, dotar de una segunda vida al agua y, por ejemplo, poder regar con ella, es fundamental para poder vivir.

No debemos olvidar que uno de los objetivos principales que, de forma general, debe marcarse la humanidad, es optimizar recursos tan importantes pero tan escasos en algunas zonas como el agua. Por ejemplo, en algunas áreas de nuestro país como Extremadura, Murcia, Comunidad Valenciana y Andalucía, conocidas como la España seca y en las que, además, se produce agricultura intensiva, la necesidad de agua es constante.

Depuración de aguas residuales

El agua que llega a las EDAR procede de las ciudades y del uso industrial. Sin embargo, y como es lógico, no llega como “agua bendita”. Su composición química está alterada por la contaminación. De hecho, presenta tal estado que, prácticamente, no tendría uso alguno si no se tratara convenientemente. De ese tratamiento depende, precisamente, que podamos reaprovecharla.

Para conseguirlo, lo primero que hacen las EDAR es un “pretratamiento” que evite los fragmentos gruesos que puedan causar una avería en la propia estación depuradora. Lo siguiente es realizar un “tratamiento primario” cuyo objetivo es también evitar elementos flotantes sólidos como las arenas, grasas o aceites que puedan dañar la maquinaria e impedir avanzar en la depuración.

«En las EDAR se eliminan todos aquellos desperdicios que contaminan el agua»

El siguiente paso es un “tratamiento secundario” cuyo objetivo es eliminar toda la materia orgánica y, tras éste, uno “terciario” que, aparte los restos residuales que no hubieran eliminado los anteriores, y que se encargará también de eliminar los agentes patógenos.

Evidentemente, para lograr todo lo anterior se necesita, además de un equipo técnico y humano, una completa infraestructura formada por entradas y salidas de agua, numerosos depósitos comunicados por infinitas redes de tuberías y complejos sistemas depuradores que, interconectados unos con otros, pero siguiendo un estricto orden de funcionamiento, van depurando el agua.

Se podría pensar que todo ello es ajeno a la vida, que se trata de un proceso químico y físico de transformación que se realiza en la absoluta soledad de una construcción de hormigón levantada a base de ladrillo y cemento, pero no es así. Todo lo contrario: el propio proceso de depuración es un imán para numerosos insectos y aves, que encuentran en el mismo dos componentes esenciales para su vida. Por un lado, el agua y, por el otro, la comida en forma de nutrientes. Es la magia de los ecosistemas naturales que, a veces, acogen en su seno infraestructuras que, pese a su color gris, se naturalizan con la presencia de numerosos seres vivos.

«El propio proceso de depuración es un imán para numerosos insectos y aves»

Una anátida pasea sobre el agua de una EDAR.

El nacimiento de BiObserva

En este contexto, dentro de esas infraestructuras conocidas como EDAR y para resaltar el aspecto medioambiental que poseen, en el año 2017, de la mano del grupo Agbar, nacía BiObserva.

Se trata de un programa de voluntariado diseñado para que los propios trabajadores de dichas EDAR, ocupen la responsabilidad que ocupen, sean voluntarios durante unos minutos cada cierto tiempo y realicen observaciones de las aves que se acercan a las mismas. En realidad, es un regalo que les hace la empresa para que conozcan un poco más de la biodiversidad que se mueve en torno a su puesto de trabajo.

Para hacerlo, además de apoyo técnico, se les dota unos prismáticos y unas guías de seguimiento que les facilitan la identificación de las principales aves que viven en el entorno en el que se sitúan sus estaciones de trabajo.

Nada humaniza más un entorno laboral que ver a los compañeros de trabajo recorriendo juntos la estación para localizar e identificar a todas las aves que pasan por la misma y que no son una o dos, son decenas de especies que en un corto periodo de tiempo, apenas 30 minutos, sobrevuelan o se posan en las estaciones depuradoras.

El proyecto tiene la vocación de realizarse durante todo el año pero, evidentemente, es la primavera cuando más importantes son los censos que se realizan y más abundante la presencia de animales sobre las EDAR.

Con ligeras variaciones, según se trate de la Península Ibérica, Islas Canarias o Baleares, 22 son las especies elegidas para su realización. Los participantes sólo tienen que abrir el programa de BiObserva vía app o web e introducir con sus claves los animales que han observado, marcando las distintas especies que la propia web les presenta. Y si han visto alguna no incluida, pueden también apuntarlo en un apartado específico para ello.

Ser voluntario es proteger el planeta

Hoy en día, BiObserva es considerado un referente internacional por su valor medioambiental, entre otros, por tres motivos fundamentales.

Primero, porque consigue facilitar importantísima información de la fauna existente en una determinada zona que es perfectamente extrapolable al entorno que la rodea. De esa forma, sus censos constituyen información de primera mano sobre el estado de la biodiversidad en una determinada área. De hecho, el programa BiObserva calcula incluso el error que se puede llevar a cabo por el personal voluntario participante a la hora de identificar la especie a la que pertenece un animal. Por eso, su valor documental es altísimo y, si cabe, aún mayor en primavera porque la época de cría, sin duda, constituye un termómetro para medir la situación de sostenibilidad de las distintas especies.

Segundo, porque introduce a sus trabajadores en el voluntariado con todos los efectos positivos que ello conlleva a nivel de solidaridad, compañerismo, comprensión de la realidad externa, implicación en la solución de problemas, subida de autoestima, etc. En definitiva, se produce una mejora en el ambiente de trabajo, ayudando a disolver o disminuir la importancia de aquellos conflictos que pudieran darse.

«BiObserva crea equipo, hace empresa y, desde el conocimiento, reúne todos los resultados obtenidos par conseguir un planeta mejor para todos»

Y, por si todo lo anterior fuera poco, en tercer lugar, porque forma a los trabajadores y los acerca a la protección de la naturaleza, implicándolos en la conservación de la biodiversidad y haciéndoles sentirse orgullosos del lugar en el que trabajan y la labor que desarrollan.

Por eso es tan importante BiObserva, porque consigue unir a todos. A los operarios voluntarios que participan en ellos, a la empresa que facilita su participación, a los coordinadores que les animan y ayudan y a todo el personal que, externa o internamente, apoya este proyecto.

BiObserva crea equipo, hace empresa y, desde el conocimiento, reúne todos los resultados obtenidos para conseguir un planeta mejor para todos, más sostenible, que trabaje para proteger la naturaleza, los animales y a nosotros mismos. Porque no debemos olvidar que, al fin y al cabo, sin biodiversidad no hay vida.


Raúl Mérida es naturalista y divulgador, especializado en el rescate y protección de los animales y el medioambiente. Es presidente del Arca de Noé y de la Fundación Internacional para la Protección Animal FIPARM




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