Reino Unido está a punto de abandonar la Unión Europea. El país lideró en el pasado algunas políticas de protección de la naturaleza y por su tradición ornitológica, fue clave para la aprobación de la Directiva de Aves, una de las grandes normativas pioneras de la UE. Curiosamente, tras el Brexit, la Directiva de Aves va a dejar de estar vigente en uno de los países que más trabajaron por su desarrollo e implantación
Van pasando sobre el mar alcatraces y gaviotas tridáctilas. Veo también varios araos, y alcas. Y unos pocos frailecillos de pico multicolor. Es probable que muchas de estas aves hayan nacido en el Reino Unido. Varios programas de anillamiento científico, seguimiento por satélite y marcaje con GPS han demostrado que algunas poblaciones de estas especies vienen de allí en estas fechas. Algunas se quedan a invernar frente a esta costa gallega. Otras siguen rumbo al sur. Por ejemplo, hacia el Mediterráneo. Más de un ejemplar lo viene haciendo desde hace mucho tiempo: el frailecillo más longevo que se conoce pasaba de los 37 años.


Durante unas décadas, este salto migratorio de un país a otro, como el de tantas otras especies de aves marinas y terrestres, y salvo para atravesar el mar abierto, ha tenido lugar dentro de la Unión Europea. Un club que, además, se preocupaba por ellas. El 2 de abril de 1979 su Parlamento había aprobado la Directiva de Aves Silvestres. Según sostiene la Comisión, esta norma es “la pieza más antigua de la legislación de la UE sobre el medio ambiente y una de sus piedras angulares”.
¿Cómo fue que una comunidad económica de países (llamada entonces CEE) orientada a crear un mercado común y una unión aduanera, decidió preocuparse por la protección de sus pájaros?
«La Directiva de Aves es la pieza más antigua de la legislación de la UE sobre el medio ambiente y una de sus piedras angulares, sostiene la propia Comisión Europea»
Los movimientos ciudadanos por la conservación de las aves llevaban varias décadas creciendo en número de socios, y estaban cada vez mejor estructurados. Entre las organizaciones de los diferentes países miembros destacaba por ejemplo la británica Royal Society for the Protection of Birds (RSPB). Fundada en 1899, contaba por entonces con más de con 100.000 miembros. Hoy pasa del millón. Otra era la alemana Bund für Vogelschutz. Nacida también en 1899, hoy se conoce como NABU – Naturschutzbund Deutschland. Comenzados los años 70, ante las crecientes y alarmantes evidencias de deterioro de las poblaciones de las aves europeas y sus hábitats, estas y otras entidades comenzaron a demandar leyes transfronterizas que aseguraran estrategias comunes de protección para una fauna que no sabía de fronteras.
Contra todo pronóstico, resultó que la CEE vio en aquella demanda una oportunidad. Atenderla era una buena ocasión de ampliar sus competencias, algo a lo que sus responsables llevaban tiempo dando vueltas. También de mejorar su imagen, justo en un momento en que crecían las dudas sobre su efectividad. Sobre todo, en el Reino Unido. En 1974 comenzó a encargar estudios y análisis en esa dirección. Y a contrastar varios de ellos con aquellas organizaciones ornitológicas. De esta manera daba cabida a la sociedad civil en el proceso de elaboración de una de sus normas. Esto era casi una novedad. Hasta entonces, muy poca legislación internacional había sido sometida a este tipo de valoración.
Las propias organizaciones, a su vez, comenzaron a expresar a sus gobiernos, y al Parlamento Europeo, la necesidad de que aquella Directiva fuera de verdad eficaz ante la crisis de las aves en el continente, y no mero papel mojado: aprendían así a ejercer su función de agentes de la ciudadanía a un nivel nuevo, el internacional, con argumentos rigurosos y convincentes que, además, eran muy tenidos en cuenta. Como expresó el por entonces director de la Royal Society for the Protection of Birds, Alistair Gammell, “La Directiva de Aves no fue solo una criatura nuestra; también nosotros somos una criatura suya”.
«Muchas entidades científicas y conservacionistas comenzaron a demandar leyes transfronterizas que aseguraran estrategias comunes de protección para una fauna que no sabía de fronteras»
Varios de los alcatraces se han detenido a pescar. A 10 metros o más de altura cierran sus alas y se precipitan casi en vertical entre las olas. Cuando emergen, y mientras flotan un rato antes de echar a volar de nuevo, su blancura se confunde con la de la espuma.


El primer borrador de la Directiva se presentó en 1976. Había contado con la sobresaliente asistencia técnica para la Comisión Europea del británico Stanley Cramp.
Cramp fue uno de los ornitólogos más influyentes de la historia. Funcionario del Departamento de Aduanas e Impuestos Especiales de su Majestad, su pasión desde niño eran las aves. Y a ellas se dedicó desde 1970, cuando abandonó ese trabajo burocrático para dedicarse a colaborar de manera muy intensa en organizaciones como el British Trust for Ornithology (BTO), la arriba mencionada Royal Society for the Protection of Birds (RSPB), o el British Ornithologists Union (BOU). También en la edición de la revista mensual British Birds. Y, sobre todo, en la creación y desarrollo de la que sería la primera gran enciclopedia moderna de las aves de Europa, The Birds of the Western Palearctic. Trabajaría en cinco de los nueve tomos de esta enciclopedia hasta el momento de su muerte. Esos miles de páginas fueron lo más parecido a una biblia que conocimos los pajareros de mi generación. Ante las constantes dudas que teníamos acerca de poblaciones, migraciones o identificaciones, la fuente de todas las respuestas era siempre “La Cramp”.
«Hoy muchos especialistas consideran la directiva una de las normas más avanzadas en materia de conservación de la biodiversidad del mundo»
Pero la futura Directiva todavía tenía que pasar por muchos filtros. Y eludir muchas dudas. No eran pocos los políticos que no tenían clara su pertinencia. Además, varias asociaciones de cazadores presionaban para aplazar su aprobación. Se cruzaron cartas de apoyo y de rechazo, campañas en pro y en contra, sucesivas redacciones alternativas, excepciones a artículos ya acordados… En su impulso definitivo jugó un papel crucial el respetado jurista de la Comisión y entusiasta birdwatcher irlandés John Temple Lang. Aunque el texto final convenció en su momento a pocos, hoy muchos especialistas lo consideran una de las normas más avanzadas en materia de conservación de la biodiversidad del mundo.
Pero, ¿ha sido eficaz?
Responde a esta pregunta un artículo publicado en la revista Science en 2007 por científicos de la Royal Society for the Protection of Birdsy la Universidad de Edimburgo. En él, a partir de análisis comparativos de las tendencias de la población de las aves europeas, los autores proporcionan “pruebas sólidas” del impacto positivo de la Directiva de Aves Silvestres en numerosas especies. Lo cual les conduce a afirmar que, efectivamente, este tipo de políticas de conservación supranacionales son beneficiosas para la protección de la biodiversidad.


La crisis que hoy afrontan muchas de esas especies, y los hábitats que con ellas compartimos en ese mismo territorio, es tremenda. Pero de no haber sido por esa Directiva, esta situación habría sido mucho peor. Y eso que no en todo el ámbito de la Unión se pusieron en marcha políticas eficaces derivadas de ella.
Este lugar de la Costa da Morte gallega desde el que hoy contemplo el océano es una ZEPA, una Zona de Especial Protección para las Aves, una figura legal emanada de esa Directiva. Lo es por la presencia aquí, en sus acantilados y humedales, durante sus migraciones, como invernantes y reproductoras, de varias especies.
También es una ZEPA, en este caso marina, la ancha banda de olas que recorro una y otra vez con mi telescopio, y tanto por su condición de corredor de paso migratorio como de área de alimentación crucial.
La Directiva de Aves instaba a los países de la UE a identificar en sus territorios Zonas de Especial Protección para las Aves. Varios de ellos se basaron para ello en la red de IBAs de BirdLife. IBA es el acrónimo de Important Bird Areas, «Áreas Importantes para las Aves». Estas integran una red mundial puesta en marcha en 1985 a través de un programa de la organización BirdLife International, en España desarrollado por SEO/BirdLife.
«La Directiva de Aves, como tal, va a dejar de estar vigente en uno de los países que más trabajaron por su desarrollo e implantación»
Cada IBA es identificada y delimitada a partir de varios criterios científicos estandarizados. En España SEO/BirdLife elaboró el primer inventario de IBAs, muy preliminar, entre 1984 y 1986. En 1992 y 1998 se actualizaron y afinaron aquellos datos, ya en colaboración con otras organizaciones no gubernamentales, tres parques nacionales, seis universidades, 12 comunidades autónomas, el Ministerio de Medio Ambiente y el organismo autónomo Parques Nacionales. En 2009 se extendió esta identificación de IBAs a las zonas de mar abierto, en el marco de un proyecto LIFE cofinanciado por la Unión Europea y el Ministerio de Medio Ambiente. El inventario revisado y actualizado más reciente es de 2011. En cada uno de esos pasos fue crucial el papel de la gente pajarera de a pie, aportando miles de datos de sus cuadernos de campo. En España, incluido el mar que nos rodea, tenemos 469 IBAs. Y 657 ZEPAs, la gran mayoría de ellas basadas en las anteriores.
En Reino Unido, de donde vienen muchas de estas aves marinas que estoy viendo hoy, el número de IBAs es de 314. Y el de ZEPAs, de 275.
Pero ahora Reino Unido, con acuerdo o sin él, está a punto de abandonar la Unión Europea.
La Directiva de Aves, como tal, va a dejar de estar vigente en uno de los países que más trabajaron por su desarrollo e implantación. Sí va a permanecer traspuesta a su legislación estatal, pero sujeta a partir de ahora, según se teme, a cambios propuestos por Westminster, o por cualquiera de las cuatro naciones que constituyen Reino Unido: Inglaterra, Gales Escocia e Irlanda del Norte.


Cuando varios de los artículos de esta Directiva se vieron amenazados durante el reciente mandato de Juncker, con intención de adaptarlos a una visión más bussiness-friendly, que dirían allí, la respuesta conservacionista y ciudadana, tanto británica como del resto de Europa, fue contundente. La Directiva no se tocó. Pero esta buena noticia llegaba seis meses después de que Reino Unido hubiese votado a favor del Brexit.
Una de las estrellas de la campaña por la salida, bien se sabe, fue Boris Johnson, el actual primer ministro. Lo que son las cosas: su padre, eurodiputado de 1973 a 1979, mereció en 2015 la medalla de la Royal Society for the Protection of Birds por su implicación por entonces en el desarrollo de la Directiva de Hábitats que, siguiendo el modelo de la de Aves, protege el resto de la biodiversidad europea. En el referéndum de 2016 se había opuesto (llevando la contraria a su hijo) al abandono británico de la UE. Cambió de opinión un año después. Según explicó, fue tras escuchar ciertas declaraciones de, precisamente, Jean-Claude Juncker.
«Las aves marinas nos facilitan algunos de los mejores indicadores de esos daños ambientales que, si no se vigilan, pueden afectar a la humanidad y sus recursos»
En uno de los grupos de gaviotas tridáctilas detecto tanto aves adultas como jóvenes. En el dorso de las segundas, de un extremo a otro de sus alas, se dibuja en negro una W abierta. Según van pasando, pongo nombre a cinco de ellas: Why, When, Where, How y Whom (Por qué, Cuándo, Dónde, Cómo y Quién). ¿Conoceremos alguna vez todas las respuestas a estas preguntas en torno al Brexit? La lectura, por ejemplo, de El camino a la no libertad, del historiador Timothy Snyder (Galaxia Gutemberg) encuentra varias de ellas muy hacia el este, más allá de donde termina la UE. También hacia el oeste, al otro lado de este mismo océano.
El Reino Unido, fuera de la Unión Europea tras cuatro décadas haciendo tanto por nuestra legislación conservacionista común. Quién se lo iba a decir a Stanley Cramp.
Tengo en mi casa un ejemplar de su The Seabirds of Britain and Ireland, de 1974. A decir de quienes le conocieron, es uno de los libros que redactó con mayor cariño, en colaboración además con sus amigos W.R.P. Bourne y David Saunders. Según él mismo explica en la introducción, era la primera vez que se presentaba una exhaustiva cartografía no ya de las poblaciones de aves marinas de esas islas, si no de cualquier región del planeta. Alcatraces, alcas, araos, frailecillos y gaviotas tridáctilas, aves como las que pasan hoy ante mí, llenan esas páginas junto a mapas y cifras.


¿Cuál era el sentido de aquel esfuerzo? Dice Cramp: “… las aves marinas nos facilitan algunos de los mejores indicadores de esos daños ambientales que, si no se vigilan, pueden afectar a la humanidad y sus recursos. Para nuestro propio futuro, así como para el placer que la observación de estas criaturas libres y longevas brinda a tantas personas, necesitamos un mucho mayor conocimiento de sus vidas, y de su lugar en la naturaleza”.
Este mensaje, extendido al resto de aves, y de la biodiversidad, ha calado desde entonces muy hondo en gran parte de la ciudadanía europea. Pero no en toda. Y no para gusto de todos los decisores públicos y privados. Hay aún demasiados ignorantes y egoístas que anteponen sus intereses a la conservación de la red natural que sustenta cuanto somos. Y que, en consecuencia, procuran limar allí por donde pueden las leyes que protegen esa red. A la vez, se suceden los pasos positivos para paliar la plastificación de los ecosistemas o limitar las emisiones causantes de la crisis climática. Por insuficientes que nos resulten siempre estas medidas, siguen estando entre las más avanzadas del planeta.
Ahí va otro frailecillo. Lleva prisa. Parece llevar un mensaje muy importante en su pico de colores. Es todo determinación, todo vida. Si le va bien, el año que viene regresará a su colonia, quizá en Gales, o en Escocia. Le deseo mucha suerte.
Más información:
Historia y logros de la Directiva de Aves según la Comisión Europea