El cambio climático y la pérdida de biodiversidad son las causas de la pandemia que asola el planeta y de las próximas que vendrán. Ser conscientes de los lazos que nos unen con la naturaleza y de que la colaboración es el único camino para superar las grandes crisis será la clave para no perder el rumbo, según nos cuenta el divulgador medioambiental José Luis Gallego
Estamos de acuerdo en que el famoso microrelato de Augusto Monterroso ha sido versionado hasta el abuso, pero el escritor guatemalteco -de quién el próximo mes se cumple el centenario de su nacimiento- seguramente convendría en que en ésta ocasión resulte acertadamente oportuno.
Porque todo apunta a que la crisis, como su célebre dinosaurio, todavía seguirá ahí cuando creamos haber despertado de esta pesadilla. Y es que la pandemia del Covid-19 que nos mantiene acorralados frente a nuestra vulnerabilidad no es una crisis puntual ni se debe a una cuestión de azar.
Los científicos venían alertándonos de que el avance de la crisis climática estaba propiciando las circunstancias necesarias para una zoonosis como la que la ha causado. Circunstancias que no solo se van a mantener sino que, tal y como sabemos a ciencia cierta, se van a agravar en los próximos años elevando el riesgo de pandemias a medida que avance el calentamiento global.


Hace cinco años el Banco Mundial y la Organización Mundial de la Salud (OMS) crearon un comité internacional de expertos con la misión principal de evaluar la capacidad del mundo para protegerse de las emergencias sanitarias. En septiembre de 2019 este grupo de trabajo redactó un primer informe sobre el nivel de amenaza sanitaria al que se enfrentaba el mundo en aquellos momentos. Su título no pudo ser más explícito: “Un mundo en riesgo”.
Entre sus principales conclusiones advertía que “la alteración de los ecosistemas naturales por el cambio climático está detrás de las ultimas epidemias: como la del Síndrome Agudo Respiratorio Severo (SARS), el Síndrome Respiratorio del Medio Oriente (MERS), el Ébola o el Zika, entre otras”.
Solo entre 2011 y 2018 los rastreos llevados a cabo por este comité identificaron 1.500 episodios epidémicos en 172 países, la mayoría de ellos por contagio respiratorio. Y todos tenían una causa común: la destrucción de los hábitats naturales y la intrusión del ser humano para ponerlos en producción agrícola.


Para el científico y divulgador ambiental Arthur Wyns, especialista en cambio climático y salud de la OMS, la relación entre crisis sanitaria y crisis climática está fuera de toda duda. En su opinión “la pandemia provocada por el Covid-19 debe llevarnos a comprender mejor los estrechos lazos que nos unen a la naturaleza y estimularnos a colaborar juntos, por encima de fronteras o creencias, para hacer frente a la mayor amenaza a la salud pública a la que se enfrenta la humanidad: la crisis climática».
«La mejor herramienta evolutiva que existe en la naturaleza no es la competitividad sino la colaboración»
Una de las mejores estrategias para hacer frente a esta crisis es observar los procesos naturales para, además de respetarlos y aceptarlos, aprender de ellos. Si así lo hiciéramos comprobaríamos que la mejor herramienta evolutiva que existe en la naturaleza no es la competitividad sino la colaboración.
Colaboración: ese es el concepto clave para superar las grandes crisis, como la que estamos atravesando con el COVID-19 y aquella de la que se deriva: la crisis climática, que seguirá ahí cuando despertemos.
Colaboración entre los gobiernos, las instituciones, las empresas y la sociedad. Y por supuesto colaboración intergeneracional. Es necesario poner en valor y acatar ese “principio de responsabilidad” del que nos habla Hans Jonas en su famosa obra del mismo título.
El libro de Jonas es fundamental para entender las bases éticas y morales que deben regir nuestra relación con la naturaleza. En sus páginas, tras describir la fragilidad natural de la condición humana, nos requiere a “preservar la naturaleza para preservar al ser humano” y a asumir la “tutela obligatoria hacia las generaciones futuras” preservando las condiciones que hacen posible nuestra vida en el planeta.
Ése debe ser el punto del horizonte al que debemos mirar con las luces largas para, mientras atendemos las urgencias que observamos con las cortas, no perder el rumbo.