El profesor Tamames analiza dos casos de restauración ecológica de ríos antaño asfixiados por la contaminación. Los ríos Besós y Llobregat se han recuperado gracias a una gestión adecuada del saneamiento que ha devuelto a la normalidad sus ecosistemas
Continuamos con la serie sobre la política del agua en España con una referencia a la obligación de devolver limpia el agua a los ríos.
Otras entregas de esta serie
La política del agua en España I: El ordenamiento y las cifras
La política del agua en España II: Los condicionantes de la política
La política del agua en España III: La regulación de los servicios de abastecimiento y saneamiento
La política del agua en España (V): Los retos de las redes de agua ya usada y la recuperación
El ciclo del agua está estrechamente ligado con el mantenimiento de los ecosistemas. Por razones de espacio, nos limitaremos a analizar dos buenas muestras de lo que esa visión ecológica ha permitido hacer en los dos ríos que antaño delimitaban la aglomeración urbana de Barcelona: el Llobregat y el Besós. Desde mediados de la década de 1970 hasta casi el final del decenio siguiente, los tramos finales de los ríos que marcan los límites de Barcelona por el norte y por el sur estuvieron en estado crítico. La calidad de sus aguas prácticamente no permitía la vida. El deterioro era más apreciable en las desembocaduras, y no era infrecuente ver cómo se acumulaban espumas y otros residuos[1].
Los únicos seres vivos capaces de vivir en ese medio inhóspito eran colas de ratón (Syrphidae), unas moscas que en su fase de larvas viven en el agua pero respiran gracias a un sifón que hace las veces de tubo de submarinista. Son acuáticas pero respiran aire atmosférico, pues en ese tipo de aguas apenas suele haber oxígeno disuelto. ¡Qué lejos y en realidad qué cerca quedaban los días en que en esos ríos se pescaba, cuando desde Barcelona se viajaba a la Marina de L’Hospitalet, como quien va hoy al delta del Ebro, a comer suquet d’anguila, en la orilla del Llobregat, en Ca l’Anguilero, o cuando las ranas cantaban hasta la afonía en los canales de riego asociados al Besós!


El deterioro se debió a una intensa industrialización y a un rápido crecimiento urbano a los que no acompañaron de las pertinentes medidas de saneamiento. En la década de 1980, las administraciones públicas, conscientes de que el progreso es compatible con el respeto por el entorno, y acuciadas por las normativas europeas, impulsaron planes de saneamiento. Así, se implantaron depuradoras y se mejoraron las condiciones ambientales como la vegetación del lecho, con especies de capacidad depuradora. En 1988 había solo dos sistemas de depuración en la cuenca del Besós, mientras que a finales de la década de 1990 eran 18. Hoy en día, el cien por cien de las aguas residuales son tratadas.
Otro tanto ha sucedido en el Llobregat. El resultado es que de una situación absolutamente inaceptable hemos pasado a otra en la que se aprecia una mejoría ostensible de la calidad del agua. Y con esa nueva situación, la vida ha vuelto a los ríos, que a la vez se han recuperado como grandes espacios para el uso lúdico de los ciudadanos residentes en las ciudades de sus riberas. No hace mucho, se han detectado nutrias (Lutra lutra) en el tramo final del Llobregat. La nutria es un mamífero carnívoro acuático que no asomaba por el delta desde hacía sesenta años. Ahora puede comer carpas, lisas y cangrejos americanos.


Cerca de la desembocadura del Besós han reaparecido especies cuya presencia allí era inconcebible hace apenas dos decenios: peces como la anguila o el bagre, y aves como el martín pescador, la garza real o el cormorán. Xavi Larruy, el ornitólogo encargado de efectuar el seguimiento de las aves de ese tramo del Besós, argumenta que las especies piscívoras (las que comen peces) se han visto claramente favorecidas por el aumento de la calidad del agua. Cosa diferente es lo que ocurre con las especies que ocupan la ribera, o los arenales, ya que se han visto afectadas por la mayor presencia humana.
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[1] “Ríos salvados”, nonográfico especial “Agua y desarrollo sostenible”, La Vanguardia, 22 de marzo de 2015.