El divulgador ambiental José Luis Gallego alerta sobre el riesgo de incendios este agosto. Las temperaturas en alza espoleadas por el cambio climático se unen a la acumulación de combustible en los montes por el abandono rural. Se dan las condiciones para que el fuego explote y la responsabilidad y cuidado individual son más esenciales que nunca
La dura canícula que estamos atravesando va a prolongarse unas semanas más. Las efímeras y mal repartidas tormentas de estos días apenas han servido para aplacar el intenso estiaje que sufre el campo y la previsión es que las temperaturas sigan en ascenso como mínimo hasta mediados de mes.
Cuando el suelo se reseca y abrasa el agua se evapora apenas cae: no forma charcos, ni da de beber a nadie. Muchos dicen que así ha sido siempre el verano, pero no es así: éste no es el verano al que estábamos acostumbrados, ni aclimatados.
El despegue de las temperaturas ha sido de nuevo tan espectacular y repentino que nadie ha tenido tiempo de adaptarse. Con una subida de los termómetros de hasta más de 10 grados en apenas unos días, situándose por encima de los 40 grados en diversos puntos del país (incluido el norte), las alertas de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) y de Protección Civil por ola de calor parecían una exageración. Pero han demostrado ser oportunas, por eso conviene prestarles la debida atención.
«En este agosto de calor extraordinario las ramas y los árboles tumbados son un peligroso combustible que pueden convertir el bosque en una gigantesca tea»
Según la AEMET la canícula se va a intensificar en los próximos días, superando la media en la mayor parte del país (Baleares, Cataluña, Aragón, Extremadura, sur de Castilla y León, Comunidad de Madrid, Castilla-La Mancha y Andalucía). Algo que viene siendo una constante en los últimos años.
De hecho, los científicos que investigan los posibles efectos del calentamiento global en la región del Mediterráneo, señalan una marcada tendencia a que las medias climáticas de las dos estaciones predominantes se desplacen hacia los extremos, es decir: primaveras y otoños cada vez más efímeros que darán paso a inviernos cada vez más fríos y lluviosos y veranos muy calurosos y secos. ¿Les suena?
Como consecuencia de todo ello el matorral y las plantas herbáceas, que habían medrado como nunca a consecuencia de las intensas lluvias primaverales, experimentaron un estiaje súbito, lo que ha convertido al sotobosque en un inmenso pajar propenso a prender a la mínima imprudencia. Y eso, teniendo en cuenta la enorme cantidad de leña que se acumula en el suelo de nuestros bosques debido a la falta de gestión, eleva el riesgo de incendio y amenaza nuestro patrimonio forestal.
Los inquilinos de las copas son los primeros en advertir el episodio de incertidumbre que nos disponemos a vivir de hora en adelante. La ardilla, que observaba encantada cómo las abundantes lluvias de mayo y junio habían colmado el bosque de frutos y tallos tiernos, ve ahora como todo se reseca a su derredor mientras las ramas y los árboles tumbados son un peligroso combustible que pueden convertir el bosque en una gigantesca tea.
«Hay un principio básico que debería quedarnos a todos muy claro: la mejor, y a menudo la única manera de apagar un incendio es evitarlo»
Por eso es indispensable que mantengamos la guardia alta contra el fuego. Recordemos que está rigurosamente prohibido encender nada en el monte: ni barbacoas ni hornillos. Es más, aunque pueda parecer exagerado, lo suyo sería que durante este mes ni tan siquiera se pudiera fumar en el bosque.


Por supuesto olvidémonos de lanzar cualquier objeto por la ventanilla del coche, no ya la colilla del cigarrillo, que equivaldría a prender el fuego de manera intencionada, sino ningún tipo de residuo. Porque la basuraleza, la basura que abandonamos en la naturaleza (como nos recuerdan desde el Proyecto Libera), es la llama que da origen a buena parte de los incendios forestales.
El resto de consejos para reducir los incendios es de sobra conocido. Todos ellos se basan en la prevención del riesgo aplicando el sentido común y la sensatez cuando salimos al campo, y parten de un principio básico que debería quedarnos a todos muy claro: la mejor, y a menudo la única manera de apagar un incendio es evitarlo.
Y por último no olvidemos que ante la más mínima columna de humo lo primero que debemos hacer es ponernos a salvo, y lo segundo dar aviso a los agentes forestales y medioambientales llamando al 112. Una llamada a tiempo puede evitar la pérdida de miles de hectáreas forestales de las llamas y salvar a las temerosas ardillas.
