Guadarrama, la sierra manantial - EL ÁGORA DIARIO

Guadarrama, la sierra manantial

Por Carlos de Hita

El naturalista Carlos de Hita vuelve a El Ágora con un nuevo post. En esta ocasión, su sección «Cuando el agua suena» está dedicada a la Sierra de Guadarrama. Arroyos, charcas, manantiales… los sonidos del agua nos sumergen en la naturaleza. Cierra los ojos y disfrútalos

Las montañas son las fábricas del agua. En sus cumbres se enganchan las nubes, en las vaguadas se detienen las nieblas, los bosques transpiran vapor.

Toda la sierra de Guadarrama es un manantial. La lluvia y la nieve dan lugar a arroyos y regatos que se precipitan por cascadas y rápidos. Al paso del agua, junto a fuentes y manantiales, la sierra suena. Cantan y reclaman los pájaros forestales, maúllan las rapaces diurnas, ululan los búhos, braman los corzos, croan los anfibios; no hay palabras suficientes para enumerar todos los sonidos de los insectos.

Donde hay agua hay pasto. Por toda la sierra tintinea el ganado.

Fuente de Cossío, puerto de la Morcuera

Gris el cielo, amarillas las flores de los piornos; negras las vacas de raza avileña.

Llovizna y hace fresco, pero las vacas siegan la hierba y rumian tranquilas. En el cielo silba una alondra, abajo, entre la vegetación, lo hace un escribano hortelano. Lejos, los graznidos de una corneja.

Tormenta en las laderas de Peñalara

Las aguas de la sierra manantial caen ahora del cielo. El estampido del trueno, un eco en estado puro, rueda por la ladera y rellena el espacio. En cierto modo, la tormenta hace un dibujo sin líneas del alto valle del Lozoya.

Lluvia en el pinar, aguas tuertas de Majada Hambrienta

En las praderas de la base norte de Peñalara serpentean los regatos que darán lugar al arroyo de la Chorranca.  Llueve en los pinos de la primera línea del bosque, cantan los pájaros forestales, en el agua croan algunas ranas comunes.

Cambio de guardia en el Charcón de Navalonguilla

Del día a la noche. Valle abajo en una tolla, un tremedal en un claro. Cae la tarde, la lluvia no molesta a los anfibios, metidos en su charca. Ronroneos, croar a dúo y silbidos: la hora de los sapos corredores, las ranitas de San Antón y el sapo partero. Más tarde, ya de noche, ulula un cárabo y comienza la hora del corzo.

A orillas del arroyo de Peñalara

Unos segundos de silencio y pasa la noche. Empieza a clarear en las marañas que ocultan el cauce del arroyo de Peñalara. Una a una, las voces del bosque se incorporan al coro del alba. Crepita, discreto, un petirrojo. Reclama, desconfiado, un mirlo. Estalla un chochín, entra la voz melódica del mirlo, canta un pinzón vulgar, maúlla un ratonero, tamborilea un picapinos… La luz sube, el bosque canta, silba una oropéndola, amanece el día.




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