De la mano de Julián H. Miranda visitamos esta semana dos espacios en los que el agua es protagonista. Un paseo por dos museos del agua que cumplen a la perfección con su objetivo: concienciar sobre la importancia del líquido elemento para la vida de todas las especie que habitan el planeta
El agua es uno de los elementos más preciados para la vida, fuente de experiencia e historia durante millones de siglos. Venimos del agua y somos agua. En España existen alrededor de diez museos que velan y difunden la importancia que el líquido elemento tiene para nuestra existencia y la de millones de especies, desde lugares como Alicante hasta Soria, pasando por el Berrueco (Madrid), Cornellá de Llobregat, Lanjarón, Lérida, Murcia, Palencia y Sobrón (Álava), sin dejar de mencionar algunos otros centros que interpretan el agua en otros rincones del país.
Para ofrecer los diferentes ángulos que el agua y su proyección tiene para la vida, nuestra mirada se ha detenido en dos de estos museos: uno en un entorno rural como el de Sobrón (Álava), arrullado por el río Ebro y cercano a Vitoria y Miranda; y el segundo en un área metropolitana como el de les Aigües, enmarcado en las actividades de la Fundación Agbar. Dos tipos de museos que conceden toda la importancia que tiene para la vida este elemento esencial.


El Museo del Agua de Sobrón tiene su origen en un balneario, cuyos manantiales tanto el de Soportilla como el de Sobrón, enclavados en Burgos y Álava, surgen de las rocas calcáreas de las sierras de Arcena y Besantes. Ambos han tenido un uso termal que nos conduce a la época romana. Durante muchos siglos se conocían las características medicinales de estas aguas, pero no fue hasta mediados del siglo XIX cuando comenzó a explotarse como balneario, siendo declaradas de utilidad pública en 1864.
En el siglo XX tuvo diferentes usos, aunque sus aguas continuaron exportándose a Cuba y otros países hasta 1898 con la marca “el Vichy español”. En la Guerra Civil se usó como hospital y fue a mediados del pasado siglo cuando se convirtió en centro vacacional al formar parte de la red de Educación y Descanso para miles de personas hasta los años 60.


Desde el nuevo milenio se ha ido acondicionando su uso como Museo del Agua, abriéndose al público a mediados de agosto de 2018. Actualmente ocupa una antigua capilla y está rodeado de montañas con una gran biodiversidad, en una zona agreste, donde se disfruta de un aire muy puro. La climatología es agradable para un buen disfrute de sus instalaciones, que todavía se están remodelando integralmente para una mejora de los contenidos y de la experiencia de los visitantes.
El Museo del Agua de Sobrón según señala César Ortega, gestor del Museo, se articula en cinco ámbitos. Al comienzo una sala introduce a los que se verá después, al partir del ‘pozo’ y de los dos manantiales que constituyen el origen del museo. La primera parte, Agua viva, es un espacio audiovisual que ayuda a envolver al visitante en los diferentes estados del agua (los ríos, el mar, la lluvia, los icebergs, etcétera), antes de pasar a La Ciencia del Agua, un espacio de videos que ayudan a contextualizar el origen del sistema solar, la capacidad de disolución del agua y las formas primitivas en torno a las fumarolas y su evolución; sin dejar de mencionar las siete bolas o esferas de Cavendish, que ahondan en el conocimiento del poder de disolución que tiene el agua, algún ejemplo de cómo se producen los karts cuando la roca es caliza, y los tres cilindros de los estados del agua: líquido, sólido y gaseoso.


Antes de acceder al tercer bloque de contenidos, El Agua y Medioambiente, observamos la biodiversidad de Sobrón, con su variada fauna y flora. Gracias a una pantalla táctil nos aproximamos a los porcentajes del agua en alimentos, en el cuerpo humano, en los animales; el consumo responsable del agua y los tipos de clima a través de ese globo terráqueo.
En el Agua que cura, una sala de espejos nos introduce a seres mitológicos: Lamias, las Ninfas y Hércules; leyendas relacionadas con las aguas termales y que representan lo sobrenatural que muchas veces creemos que habitan las fuentes, manantiales y bosques, según creencias y religiones que cumplen el rito del agua. Es importante observar cómo se ha relacionado el agua con las diferentes culturas y religiones, en esa interacción con el cuerpo y el espíritu, junto a fotografías antiguas del balneario de Sobrón y sus propiedades curativas.
La última sección parte de un túnel y propone un viaje con las sensaciones que tenemos con fenómenos naturales: los rayos, la lluvia o las tormentas, antes de desembocar en un espacio dominado por esa cabeza gigante, el Agua que piensa. Un modo original de situarnos en el cerebro del agua para comprobar que el cuerpo humano es un 70% de agua, así como su distribución y el papel que esta tiene en la circulación, respiración y digestión.


Museo de les Aigües
Y desde las orillas del Ebro al noroeste de España, en la comarca del Llobregat, donde se ubica el Museo de les Aigües (Cornellá), una nueva voz del agua, abierto en junio de 2004, que a su vez se ubica en las instalaciones fabriles de la Central Cornellá, puesta en marcha en 1909. Un período de gran desarrollo económico, social y cultural en Cataluña.


Este singular espacio de Aguas de Barcelona quiere subrayar y fortalecer los vínculos sociales, económicos y culturales con los municipios del área metropolitana de Barcelona. Este museo contemporáneo del Agua permite descubrir a miles de visitantes un rico patrimonio arquitectónico e industrial a través del edificio modernista que diseñó Josep Amargós. Sus tres naves en el interior: la Sala de Calderas, la Sala de la Electricidad y la Sala de Máquinas) han sido transformadas para su nuevo uso didáctico y hoy son un referente europeo en el servicio del abastecimiento de agua.


En el recorrido museístico pueden admirarse singulares piezas históricas que ayudan a comprender la utilidad de un lugar donde se vive el agua: las bombas, los grifos y las tapas de alcantarillado, entre otros objetos, forman parte del rico contenido que alberga dicho museo.


En el exterior destacan los jardines, con los pozos como el Fives Lille, del que todavía se extrae agua, una chimenea de 50 metros de altura, y la reconstrucción de la fuente de la Casa Vicens, obra que realizó Antoni Gaudí, y que llama la atención por su cascada, que cuando fue construida tenía 10 metros de alto por 17 metros de ancho y que se mantuvo en pie hasta 1941. Ahora podemos maravillarnos con esa fiel reproducción, a escala real, que ayudan a que entendamos el vínculo entre el agua y la ciudad más de un siglo después de que fuera concebida por el gran arquitecto modernista.


El objetivo e intención del proyecto como museo es llegar a públicos de todas las edades, porque a todos nos concierne el agua. Su museografía enlaza con las tendencias que están siguiendo los principales museos de ciencia europeos, en ese acercamiento y establecimiento de vínculos sociales con la mayor parte de los grupos de interés: entidades, centros educativos próximos y asociaciones. La adaptación de los itinerarios y visitas al desarrollo curricular de cada etapa de formación quiere facilitar el conocimiento y la complejidad de la gestión del ciclo del agua, siempre poniendo el foco en la importancia que merece su cuidado y conservación.
Los responsables del Museo, que dirige Sònia Hernández desde 2011, han ido completando una oferta educativa y cultural, donde cabe lo lúdico, con esa ludoteca del Agua en verano, el desarrollo de espacios colaborativos de aplicaciones HackatH2ON, la participación en la Noche de los Museos, el día Mundial del Agua y el del Medioambiente o la Semana de la Ciencia, junto a conciertos y recitales, han hecho posible que el grado de fidelización del público esté cercana al 80%, deseosos de seguir compartiendo el conocimiento que estos centros tienen sobre la cultura y gestión del agua. Alrededor de 50.000 personas visitan sus instalaciones cada año y se acercan a este remanso de paz y conocimiento, donde se vive el agua.

