Cada vez que faltan las lluvias, surge el recurso a las soluciones ‘milagrosas’ o de ingeniería, como modificar las nubes para generar lluvia o construir trasvases entre cuencas hidrográficas. Para el experto Jorge Olcina, la solución real es otra: la sequía se soluciona con planes que contemplen el uso de fuentes diversas, como ríos, acuíferos, aguas pluviales, aguas depuradas y aguas desaladas
Tenemos sequía para rato. Si se cumplen los modelos estacionales de pronóstico meteorológico para este otoño, las lluvias van a tener un protagonismo menor de lo normal en una estación del año que resulta fundamental para la acumulación de agua en embalses y acuíferos.
Desde la primavera de 2021 comenzó una secuencia seca que alcanza ya los 15 meses, con sus altibajos y diferencias regionales, como es lo normal en una sequía ibérica. Pero que se ha ido agravando de forma decisiva desde que comenzó el presente año. Tras un invierno de los más secos de las últimas décadas, la primavera solo fue lluviosa en las cuencas del Júcar y Segura, tras una sucesión nada frecuente de “gotas frías”. Y el verano ha sido seco y tórrido en su conjunto, con elevada evaporación y disminución constante de reservas de agua para cubrir las demandas existentes.
El resultado ha sido la aparición de las primeras restricciones de agua en el campo y algunos núcleos urbanos de diversas regiones españolas. En este contexto ha comenzado a difundirse noticias que pretenden mostrar el camino a seguir para reducir o acabar con los efectos de la sequía, desconociendo que estamos ante un fenómeno atmosférico que tiene que ver con cambios coyunturales en la circulación atmosférica en nuestras latitudes medias. Algunos autores lo relacionan con mecanismos de oscilación meteorológica próximos (Oscilación del Atlántico Norte) o lejanos (episodio de La Niña en el Pacífico sur) que, seguramente, tiene que ver con la combinación de ambos y el efecto, ya notable, del proceso de calentamiento climático en la circulación atmosférica general.
“La sequía se soluciona con planes que contemplen el uso de fuentes diversas”
Puede llegar a entenderse que los medios se hagan eco de ideas que se presentan como solución mágica a la falta de lluvia, a modo de mantra, siempre que aprieta la sequía en nuestro país. Pero conviene precisar su veracidad a la vista de la investigación climática y de las enseñanzas que otorgan situaciones de sequía ocurridas en nuestro país en las últimas décadas. Recordemos que la actual secuencia seca no llega a alcanzar, de momento, la magnitud y efectos de las vividas en nuestro país a principios de los años ochenta y a comienzos de la década de los noventa del pasado siglo. Dos grandes secuencias ibéricas que obligaron a tomar medidas importantes en materia hídrica para solventar la carencia coyuntural de recursos de agua (planes Agua Roja, plan Metasequía).
Hay tres titulares que se repiten desde entonces siempre que nuestro país o alguna región concreta registra descenso acusado de precipitaciones respecto a sus valores normales. Y conviene aclarar su contenido que resultan, básicamente, falso. Son, lo que podemos denominar, tres falsedades de la sequía que no por mucho repetirlos van a convertirse certezas.
Modificar las nubes
La primera se refiere a las experiencias que algunos países, con grandes posibilidades económicas, están llevando a cabo en las últimas décadas para modificar artificialmente las nubes forzando la condensación del vapor de agua mediante la inyección de núcleos de condensación (yoduro de plata o diatomita) desde aviones o cohetes. La teoría está bien elaborada, pero tiene dos problemas. El elevado coste que tienen estos experimentos, puesto que hay que emplear aviones de fuselaje reforzado para poder acercarse a una nube de desarrollo vertical (cúmulos y cumulonimbos) que son las únicas que pueden dar algún resultado tras las labores de siembra con los núcleos de condensación artificiales. Y el segundo problema es el propio funcionamiento, no del todo conocido, de los procesos de condensación dentro de una nube.


“La lluvia artificial no soluciona la sequía ni tampoco los trasvases de agua”
El resultado es que el enorme esfuerzo económico que debe realizarse para poner en marcha experiencias de siembra de nubes, con animo de incentivar la lluvia, no compensa los exiguos resultados que se obtienen. En la actualidad son los Emiratos Árabes y China los países que están dedicando más presupuesto para llevar a cabo este tipo de experimentos de lluvia artificial. En España hubo experiencias oficiales con yoduro de plata en los años sesenta y setenta del pasado siglo. Con posterioridad algunas zonas agrícolas del valle del Ebro siguen empleando estufas de sublimación de yoduro de plata para proteger -supuestamente- las cosechas del granizo. Los resultados siempre son escasos. Por eso, la respuesta ante esta cuestión el clara: la lluvia artificial no soluciona la sequía.
Los trasvases no son la solución
La segunda es la afirmación de que, si nuestro país estuviese interconectado con trasvases de agua, no sufriría sequías. Pero los trasvases de agua no son la solución a la sequía. Porque cuando hay una situación de sequía tan intensa como la que nos afecta ahora, no hay agua que se pueda trasvasar.
Al contrario, los trasvases entre cuencas hidrográficas en estas coyunturas climáticas se convierten en objeto de conflicto entre las regiones receptoras que se creen con los mismos derechos que en años de bonanza de lluvias y las regiones cedentes que no quieren soltar el escaso caudal que se va quedando en los embalses.
«Los trasvases entre cuencas hidrográficas en estas coyunturas climáticas se convierten en objeto de conflicto»
Aún más, el contexto actual de cambio climático, con recursos pluviométricos a la baja en gran parte del sur de Europa, los trasvases terminan siendo infraestructuras costosísimas con un uso cada vez menor. Reitero, las sequías no se solucionan con un esquema hídrico basado en los trasvases entre cuencas. La sequía se soluciona con planes que contemplen el uso de fuentes diversas (ríos, acuíferos, aguas pluviales, aguas depuradas y aguas desaladas).
Consumo urbano y agrícola
Y, por último, está la idea, errónea, de que el despilfarro del agua tiene que ver con el gasto urbano-turístico del agua y el uso que se dice malgastador del recurso en piscinas, parques de agua, campos de golf. Pero esto es mentira. El consumo urbano-turístico de agua en nuestro país apenas supone el 15% de la demanda total.
“El consumo urbano-turístico de agua en nuestro país apenas supone el 15% de la demanda total”
Un dato relevante al respecto: la ciudad de Benidorm, a menudo objeto de ataques por su modelo urbano-turístico, es el núcleo urbano con mayor eficiencia en la gestión del agua potable de toda Europa, con un porcentaje de pérdidas en red de apenas un 3%. Revisen este dato en alguna de las poblaciones que están teniendo restricciones de agua en estos momentos y comparen. El problema de la demanda de agua en España es el problema del gasto agrario que supone el 65% del consumo total, varios miles de hectómetros cúbicos al año. Con tres problemas: sigue aumentando el regadío, se riegan cultivos que no tienen rentabilidad alguna y se siguen utilizando sistemas despilfarradores de agua.
“Urge una reflexión seria sobre el futuro de la agricultura en nuestro país en el contexto del cambio climático”
Urge una reflexión seria sobre el futuro de la agricultura en nuestro país en el contexto del cambio climático, con cultivos que dejarán de tener rentabilidad, otros nuevos que se incorporarán y con alteraciones en los calendarios de cultivo que ya se están notando. Pero de esto hablaremos en un próximo comentario.
Jorge Olcina es catedrático de Análisis Geográfico Regional en la Universidad de Alicante.
