Los mapas: imágenes para comprender espacialmente el mundo

Los mapas: imágenes para comprender el mundo

Por Julián H. Miranda

En esta ocasión Julián H. Miranda escribe sobre la importancia de los mapas y atlas a lo largo de la historia, una disciplina en la que terminan convergiendo el arte y la ciencia para plasmar la comprensión del mundo, desde los límites de la tierra conocida o la observación de las estrellas a los asuntos de actualidad que forman parte de la agenda humana

 

Cartografiar el cerebro, 2014. Human Connectome Project. Digital, dimensiones variables. Foto: Cortesía del Laboratorio de Neuro Neuro Imaging y Martinos Center for Biomedical Imaging, Consortium of the Human Connectome Project. © 2019 – Phaidon Press Ltd

En estos días de incertidumbre por la crisis sanitaria global estamos viendo cotidianamente en diarios, revistas e incluso en televisión algunos mapas infográficos de cómo está evolucionando la situación en los más de 180 países afectados por la pandemia, tanto en el flujo de contagios como en el de personas fallecidas y diversos ratios derivados de los efectos del Covid 19.

En los globos terráqueos y en los mapas, desde la antigüedad y hasta nuestros días, casi siempre han convergido la ciencia y el arte para proyectar los conocimientos del momento, y muchas veces se ha hecho con un sentido estético acentuado. Los límites de la tierra, la importancia de los océanos, las cadenas montañosas y la orografía de los continentes y de los países que los conforman desde nuestra infancia han suscitado nuestra curiosidad y eso nos ha hecho aproximarnos a lo lejano y a lo cercano de una realidad física tan importante para los seres humanos.

Mapamundi, 1689, Gerard van Schagen. Grabado coloreado a mano, 48.3 × 56 cm. Biblioteca de la Universidad de Ámsterdam, Ámsterdam. © 2019 - Phaidon Press Ltd
Mapamundi, 1689, Gerard van Schagen. Grabado coloreado a mano, 48.3 × 56 cm. Biblioteca de la Universidad de Ámsterdam, Ámsterdam. © 2019 – Phaidon Press Ltd

El otro día en una tienda de decoración, durante el paseo vespertino permitido en la fase 1 en Madrid, vi un globo terráqueo azulado, algo abstracto, que me retrotrajo a mis tiempos escolares como estudiante de la asignatura de Geografía. Cuando giraba esa esfera con continentes y océanos hace varias décadas y ponía el dedo, a veces se paraba en Europa o en Oceanía, o en medio del Pacífico y del Atlántico.

Un singular globo terráqueo expuesto en una tienda de Madrid. | Foto. Julián H. Miranda

Eso me trasladaba con la imaginación a una experiencia visual de cómo serían esos lugares, que luego intentaba completar con un atlas minucioso y bien detallado para profundizar en un caudal de conocimientos geográficos y de muchas experiencias humanas previas. Suponía una invitación a conocer lugares remotos o cercanos.

«Los mapas alientan nuestra curiosidad y nos aproximan a lo lejano y a lo cercano de una realidad física tan importante para los seres humanos»

Recientemente he releído Mapas. Explorando el Mundo, editado por Phaidon, prologado por John Hessler, experto en Cartografía moderna y Ciencia de la información geográfica en la Biblioteca del Congreso de Washington, en el que se recogen más de 300 mapas, desde la Prehistoria hasta el siglo XXI.

En este compendio, profusamente ilustrado, se aúna la evolución cronológica de una disciplina que ha seguido conservando su esencia, en la que se unen la percepción objetiva del mundo con la subjetiva en su modo de representar nuestro planeta y los temas que más nos interesan. Hay muchas definiciones sobre la cartografía, pero una muy valiosa la hizo el historiador Brian Harley en 1987: «Representaciones gráficas que facilitan la comprensión espacial de cosas, conceptos, estados, procesos o sucesos del mundo humano».

Patrones de vuelo, 2005. Aaron Koblin. Digital, dimensiones variables. © 2019 - Phaidon Press Ltd
Patrones de vuelo, 2005. Aaron Koblin. Digital, dimensiones variables. © 2019 – Phaidon Press Ltd

El primer mapa conocido quizá fuera el encontrado en las cuevas de Lascaux (Francia), datado hacia el 16.500 a.C, que mostraba el cúmulo estelar de las Pléyades y más adelante algunos mapas babilónicos en tablillas de arcilla (2.300 a.C), sin olvidar las representaciones visuales de egipcios, asirios, griegos o romanos en las antiguas civilizaciones.

Un punto de inflexión, y que marcó el universo de los mapas en la Edad Moderna, tal vez fuera la influencia de Claudio Ptolomeo (100 d.C-179 d.C), un geógrafo y matemático greco-egipcio, cuya serie de ideas de su Geografía ayudaron a proyectar la longitud y la latitud del mundo conocido con una forma geométrica y eso se ilustra en el libro de Phaidon.

Un Mapamundi de 1482, con una xilografía coloreada a mano, basada en una proyección inspirada por él 13siglos antes, en la que llama la atención el azul intenso del mar, mientras los trópicos son de color rojo y las montañas marrones en los tres continentes conocidos en ese momento.

Mapa del río Nilo desde su estuario al sur hasta El Cairo, 1525. Piri Reis. Tinta y pigmentos sobre papel, 34 x 24 cm. Walters Art Museum. © 2019 – Phaidon Press Ltd

 

Río Villamette, Oregón. 2013, Daniel Coe. Impreso en papel. 43 x 96,6 cm. Colección particular. © 2019 – Phaidon Press Ltd

La evolución a partir de finales del siglo XV y principios del siglo XVI siguió la estela de Ptolomeo con numerosas variantes, en paralelo a los descubrimientos y a los viajes de las expediciones científicas durante los siglos posteriores, con la evolución de los conocimientos adquiridos durante cuatro siglos hasta llegar al siglo XIX. En ese recorrido encontramos magníficos ejemplos como el mapa del Nilo de Piri Reis (1525); Una nueva y ampliada descripción de la tierra, 1569; un mapa del gran cartógrafo flamenco Gerardus Mercator, que se hizo muy  popular en aulas de todo el mundo y que fue de utilidad para los navegantes por los mares del mundo con la ayuda de una brújula; y el Mapamundi de Gerard van Shagen, datado en 1689, un grabado coloreado que representa cuatro hemisferios y escenas barrocas con figuras mitológicas, por citar tres ejemplos.

Ya en el siglo XIX un mapa de la Federación imperial de 1886, de Walter Crane y sir John C.R. Colomb, plasma cómo era el dominio del Imperio británico en las últimas décadas del siglo XIX; un mapa de París con sus arrondissements en 1863, de estructura circular como la capital francesa; y esa acuarela elegante que muestra la región del río Abe en el país del Sol naciente, datada en 1862, con una perspectiva de la cartografía japonesa de ese período, donde se distinguen gracias al color los conjuntos de población de los campos.

Región del río Abe, 1862. Ichiryutei Shoraku Dojin. Acuarela y tinta sobre papel. 106 x 304 cm. Biblioteca del Congreso de Washington. © 2019 – Phaidon Press Ltd

Sin embargo, no quiero dejar de citar un mapa de una isla diseñado por Robert Louis Stevenson, que publicó en Londres su famosa novela La isla del tesoro, 1883, con esa galería de personajes como el capitán Flint o el narrador Jim Hawkins, tal vez ambientada en algún paraje del Caribe; o bien ese otro que la historiadora del Arte y diseñadora gráfica alemana Judith Shalansky (Greifswald, 1980), recoge en su libro Atlas de islas remotas con información de 50 islas, entre ellas la de Robinsón Crusoe (Islas de Juan Fernández, Chile), bautizada así en 1970 en honor del protagonista de la novela escrita por Daniel Defoe e inspirada en la andadura de Alexander Selkirk. Un paraíso para los amantes de la naturaleza con esas especies protegidas. Dos espacios de leyenda, uno imaginario y otro real, para los amantes de la literatura por el enigma que desprenden.

La isla del tesoro, 1883. Robert Louis Stevenson. Papel impreso, 19×11 cm, Biblioteca de la Universidad de Yale, New Haven, Connecticut. © 2019 – Phaidon Press Ltd

 

Océano Pacífico. Robinsón Crusoe. Islas de Juan Fernández (Chile). © Diseño gráfico Judith Schalansky. Cortesía de Capitán Swing y de Nórdica Libros

En esta travesía por la cartografía a lo largo de miles de años no sólo han cambiado los soportes, desde las piedras, la piel, el pergamino o el papel hasta las pantallas digitales actuales, sino que este desarrollo tecnológico y nuestro modo de mirar el mundo ha transformado los modelos de representación.

En las últimas cinco décadas ha habido una evolución disruptiva dentro de cómo se conciben ahora los mapas para aprehender el mundo, no solo en lo geográfico sino también al reflejar aspectos temáticos como la erupción de un volcán, mapas epidemiológicos como los del ébola o los del coronavirus, la conectividad y movilidad humana, el cambio climático o captar con belleza las conexiones neuronales del cerebro humano.

«Han cambiado los soportes de los mapas y también nuestra mente; el desarrollo tecnológico y nuestro modo de mirar el mundo ha transformado los modelos de representación»

Los avances de las TIC y el procesamiento cada vez más veloz de millones de datos han impulsado decisivamente al cambio en la cartografía porque transforma el paradigma clásico: antes se quería fijar en una imagen, con mayor o menor precisión, una representación física del mundo; y ahora gracias a las posibilidades que nos confieren los satélites, drones y otros dispositivos captamos con precisión vistas verticales de ciudades o de lugares rurales, pero también innumerables tendencias de varias disciplinas sociales, científicas, culturales, que afectan a la vida de las personas. Un conjunto de interacciones y conocimientos específicos, con datos secuenciados en el centro de la agenda social: conflictos armados, flujos de vuelos entre continentes, la progresiva desertización de la tierra, la movilidad de vehículos y personas en las ciudades y otros cambios ambientales.

La Movilidad humana y la propagación del ébola en África occidental, 2014, Fundación Flowminder. Digital. Dimensiones variables. Cortesía de la Fundación Flowminder y Proyecto WorldPop. © 2019 - Phaidon Press Ltd
La Movilidad humana y la propagación del ébola en África occidental, 2014, Fundación Flowminder. Digital. Dimensiones variables. Cortesía de la Fundación Flowminder y Proyecto WorldPop. © 2019 – Phaidon Press Ltd

Y cómo no podía ser de otro modo varios artistas plásticos a lo largo de los siglos han demostrado su pericia al crear mapas singulares: el de Venecia del renacentista Jacopo de’Barbari; la xilografía de Alberto Durero, Mapa del cielo del norte,1515; los mapas del arquitecto Juan Bautista Villalpando; el óleo de Jasper Johns, titulado Mapa, pintado en 1961 y donde con manchas de color abstractas plasma su visión de Estados Unidos; y ese Mapa de luz diurna del danés-islandés Olafur Eliasson, a base de neones y temporarizadores, que crea una metáfora en torno a la organización del tiempo mundial basado en un fenómeno natural (la rotación de la tierra durante 24 horas). Siempre en algún lugar del planeta hay luces eléctricas encendidas y en otros está amaneciendo,  el día y la noche.

 

 


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