En una laguna manchega, una inmensa bandada de estorninos se acerca con su danza vespertina, como una gasa en el viento. Estas agrupaciones de aves llegan a sumar hasta un millón de ejemplares. Los fascinantes movimientos que ejecutan son conocidos como ‘murmuraciones’, como se traslada el término inglés de ‘murmurations’ empleado para describir esta increíble sincronía conjunta. El naturalista Carlos de Hita nos narra una de ellas y nos transmite su sonido, grabado en directo en mitad del humedal
Lo llaman murmuraciones, pero el sonido se parece más al oleaje de un mar embravecido.
Pueden ser un millón, la mitad o el doble, porque desde dentro de la bandada, de la nube de pájaros, no es posible hacer una estimación. La grulla sí, está sola. Y si lo que buscaba era serenidad, eligió mal.
La última hora del día en una laguna manchega, con la luz tendida y unos colores que parecen irreales. Una inmensa bandada de estorninos, la mayoría pintos pero también algunos negros, se acerca con su danza vespertina, como una gasa que flota en el viento. Se dirigen al dormidero, pero antes necesitan tomar un baño, limpiar y acicalar el edredón de plumas para aguantar mejor el frío de la noche.
«En estas murmuraciones todo es cooperación, señales para ayudar a los presentes. La sincronía del vuelo es perfecta»
Como sucede a menudo cuando se importan de otro idioma, el término murmuración, que en inglés se refiere con precisión a este fenómeno, tiene un significado totalmente distinto en nuestra lengua, en la que alude a una conversación, puede que a media voz, en perjuicio de un ausente. Pero nada más lejos de la realidad. En estas murmuraciones todo es cooperación, señales para ayudar a los presentes.
La sincronía del vuelo es perfecta. Las aves maniobran, giran simultáneamente, cada pájaro reacciona instantáneamente a los movimientos de los seis o siete ejemplares que le rodean. Cientos de miles de pequeñas voluntades reaccionan a la vez, con un retardo de milésimas de segundo, como si una descarga eléctrica recorriera el bando en todas direcciones. Nadie choca contra nadie, ningún pájaro cae al agua.
Acabado el baño, ráfagas de aves negras teñidas por los rayos rojizos del sol abandonan la escena. Y la grulla mira estupefacta porque, por una vez, ella no forma parte del grupo más ruidoso.


