Con Patinir la línea del horizonte y el agua invitan a la ensoñación - EL ÁGORA DIARIO

Con Patinir la línea del horizonte y el agua invitan a la ensoñación

Por Julián H. Miranda

En su nueva entrega en La Mirada del Agua, nuestro columnista Julián H. Miranda analiza una de las grandes obras del maestro del paisaje Joaquim Patinir, «El paso de la laguna Estigia», que puede contemplarse en el Museo del Prado. El jefe de Conservación de Pintura Flamenca de la pinacoteca, Alejandro Vergara, explica las peculiaridades técnicas y los valores simbólicos de esta obra universal

Cuando se contemplan en la sala 55 A del Museo del Prado las tablas de Joaquim Patinir (Dinant, 1480- Ámberes, 1524) el espectador es convocado a un estado de ensoñación por uno de los primeros y más grandes pintores de paisajes, caracterizados por esos horizontes altos con campiñas y rocas, junto a masas de agua que podrían ser las que vio en su infancia a las orillas del Mosa y más tarde en el río Escalda de Amberes, ciudad en la que murió siendo todavía muy joven.

Joachim Patinir. El Paso de la laguna Estigia. 1520-1524. Óleo sobre tabla. 64 x 103 cm. Museo Nacional del Prado
Joachim Patinir. El Paso de la laguna Estigia. 1520-1524. Óleo sobre tabla. 64 x 103 cm. Museo Nacional del Prado

Pinche aqui para ver el cuadro ampliado

De los 29 cuadros pintados por Patinir o con la ayuda de otros artistas, el Prado posee cuatro: El paso de la laguna Estigia, quizá su obra maestra y a la que más tarde me referiré; Paisaje con san Jerónimo; Descanso en la huida a Egipto; y Las tentaciones de San Antonio Abad, pintado con la colaboración del fundador de la Escuela de Amberes, Quinten Massys.

En todos esos paisajes el agua tiene un protagonismo en la composición, realzada por el gran dominio de los verdes y azules.

No se sabe demasiado de la vida personal de Patinir ni de su trayectoria profesional, salvo que probablemente primero trabajó en Brujas y en 1515 se trasladó a Amberes, ciudad floreciente, donde permaneció durante una década y conoció a Alberto Durero, quien le calificó de ser “un buen pintor de paisajes”.

«El espectador es convocado a un estado de ensoñación por uno de los primeros y más grandes pintores de paisajes»

A través de sus cuadros podemos reconstruir sus principales aportaciones a esos amplios paisajes, a los que convirtió en protagonistas confiriendo a este género toda su grandeza. Conocía muy bien la pintura neerlandesa del siglo XV desde Van Eyck a Rogier van der Weyden, y también la de el Bosco.

Caronte en su barca, detalle del cuadro de Joachim Patinir «El Paso de la laguna Estigia». 1520-1524. Óleo sobre tabla. 64 x 103 cm. Museo Nacional del Prado

Esta es la opinión del jefe de Conservación de Pintura Flamenca y Escuelas del Norte hasta 1700 del Prado, Alejandro Vergara, quien comisarió una de las mejores retrospectivas dedicadas al pintor flamenco hace 12 años en la pinacoteca madrileña, y con el que conversamos sobre Patinir y su obra maestra.

El paso de la laguna Estigia

Alejandro Vergara considera que la pincelada es la caligrafía de cada pintor y, en el caso del artista de Dinant, esta era detallista y minuciosa, y puede apreciarse paulatinamente cuando te acercas al detalle. Respecto a la línea del horizonte, que tanto define al pintor flamenco, sobre todo en El paso de la laguna Estigia, pero no sólo, Alejandro Vergara piensa que fue un recurso que usó “para evocar el más allá, lo sobrenatural; una promesa de algo mejor con la inmensidad del mundo en sus paisajes”.

El experto en pintura flamenca del Museo del Prado añade que el concepto de línea del cielo de Patinir representa el ideal platónico. “Es una luz que da mucha esperanza y que invita a ensoñar. Lo que nos ofrece Patinir es esa luz”.

Patinir vivió el final del siglo XV y las primeras décadas del siglo XVI y estaba al tanto de las cartas marinas y de las exploraciones marítimas en búsqueda de nuevos descubrimientos hacia Oriente y Occidente. El agua ocupa un lugar central en la travesía de Caronte por la laguna Estigia y también en otras tablas, porque en ese mar de la vida transcurre esa delgada línea entre la vida y la muerte, la fragilidad del hombre y la libertad de elección entre la salvación y la condenación que todo ser humano tiene. Y en ese encuadre que tiene el espectador y no sé si por casualidad o no, el horizonte con el agua, sugiere la curvatura de la tierra.

“Es una luz que da mucha esperanza y que invita a ensoñar. Lo que nos ofrece Patinir es esa luz”

En El paso de la laguna Estigia es posible que Patinir se inspirara en el modo que el Bosco representaba el Paraíso o el Purgatorio, aunque con menos personajes, porque él quería centrarse en el paisaje.

Es un cuadro relativamente pequeño, dividido en tres partes, la central con Caronte en su barca descendiendo por una gran masa de agua– tal vez una sublimación del río Mosa de su infancia- con un alma. Los dos lados del canal son una reflexión sobre la elección del hombre en su camino final: la difícil que le acercará a la salvación o la más fácil, con esa serie de árboles y prados que probablemente le conducirá a la condenación.

En la parte izquierda observamos a un ángel situado en un promontorio, que señala el camino a la Salvación y, junto a él, otros que van acompañando a las almas que se salvan, lo que sería la plasmación del Paraíso cristiano.

Detalle del cuadro "El Paso de la laguna Estigia". 1520-1524. Óleo sobre tabla. 64 x 103 cm. Museo Nacional del Prado
Parte inferior izquierda con los ángeles indicando el camino al Paraíso. Joachim Patinir. «El Paso de la laguna Estigia». 1520-1524. Óleo sobre tabla. 64 x 103 cm. Museo Nacional del Prado

Arriba vemos un par de construcciones fantásticas que nos retrotraen al Jardín de las Delicias del Bosco: esa Fuente de la Gracia de la que manan cuatro caños y que vierten el agua hacia un arroyo, y a su izquierda otra construcción translúcida de la que parecen salir seres hacia el campo. Y encima, apenas abocetada, una ciudad flamenca con la silueta de una catedral gótica, tal vez  Amberes.

Zona del Paraíso en la parte superior izquierda de la tabla. Joachim Patinir. «El Paso de la laguna Estigia». 1520-1524. Óleo sobre tabla. 64 x 103 cm. Museo Nacional del Prado

A la derecha vemos al Cancerbero que parece identificar el infierno con Hades, dios del inframundo, junto a esa fortaleza y los fuegos del Purgatorio. Y debajo reconocemos los prados y árboles frutales en la orilla, con animales, mientras que encima hay algunas escenas dramáticas, tanto en la fortaleza con personajes diabólicos que están seccionando cabezas. Por encima, la oscuridad, solo paliada por el fuego: en todo ello se intuyen escenas de la vida humana en la encrucijada de la decisión.

El Cancerbero en la Torre del Purgatorio y arriba los fuegos del mismo. Detalle. Joachim Patinir. "El Paso de la laguna Estigia". 1520-1524. Óleo sobre tabla. 64 x 103 cm. Museo Nacional del Prado
El Cancerbero en la Torre del Purgatorio y arriba los fuegos del mismo. Joachim Patinir. «El Paso de la laguna Estigia». 1520-1524. Óleo sobre tabla. 64 x 103 cm. Museo Nacional del Prado

No hay que olvidar que Patinir conocía muy bien el mundo grecorromano y también las imágenes bíblicas de un período religioso convulso como el que le tocó vivir. Esta composición, al parecer, le fue inspirada por el Evangelio de San Mateo y de ahí su metáfora personal sobre la elección entre el bien y el mal, concebida con un tono muy humanista y que fue pintada en los últimos años de su vida como Las tentaciones de San Antonio Abad del mismo período.

«El Paso de la Laguna Estigia de Patinir es una metáfora personal sobre la elección entre el bien y el mal, concebida con un tono muy humanista»

La contemplación de su tabla más conocida desprende a la vez emoción y quietud, tal vez por ese equilibrio que invita a ensoñar. Y aunque en la parte derecha haya algún detalle dramático, la sensación es de calma y ofrece una oportunidad para reflexionar sobre las grandes cuestiones que ocupan y preocupan a los hombres.

Como recuerda Alejandro Vergara, hay algo en el uso de los verdes y azules que ha suscitado el interés de escritores y filósofos. “Se sabe, porque se hizo una micromuestra, que Patinir usó el lapislázuli en los promontorios al final del cuadro”.

Pienso que en este pintor flamenco tal vez hubiera una intención de que los espectadores de este relato trascendieran al mirar su obra desde ese mirador privilegiado. Que captaran la belleza del agua en relación con ese horizonte hacia lo enigmático que se esconde tras la inmensidad, una inmensidad apenas sugerida por la luz y que conmueve a quien la contempla.  




Otras noticias destacadas