Servicios públicos y concesionalidad (II): el agua en un contexto global

Servicios públicos y concesionalidad (II): el agua en un contexto global

Por Ramón Tamames

Continuamos hoy para los lectores de El Ágora con la serie de servicios públicos y concesionalidad, que tanta importancia tiene para un funcionamiento eficiente de la Administración Pública. Actualmente el tema sigue siendo primordial, y se polariza en lo que se llama la Cooperación Público-Privada (CPP), a la que nos referiremos al final de esta serie

Tras haber examinado el concepto de servicio público en sus diversos aspectos con una óptica general, era lógico contrastarlo con lo que supone atender las necesidades de una población determinada en un ámbito concreto; en nuestro caso, el servicio público del agua.

Por eso nos pareció indispensable apreciar la situación del servicio público del agua en el mercado, y las aspiraciones en las políticas de desarrollo con respecto a esta área. Añadimos algunas precisiones que esperamos enriquezcan el presente artículo. Por este motivo es necesario asumir conceptos como el de los colores del agua y el agua virtual, que enunciamos a continuación, para apreciar su relevancia a todos los efectos. Tampoco hay que olvidar la impor­tancia de las infraestructuras hidráulicas en el desarrollo económi­co, en especial en los países en vías de desarrollo.

Otras entregas de esta serie 

El Canal Imperial de Aragón, que se inició en tiempos de Carlos I y se terminó en el reinado de Carlos III. Es una muestra de gran altura de los regadíos del Ebro, y continúa siendo utilizado para la producción hortofrutícola.
El Canal Imperial de Aragón, que se inició en tiempos de Carlos I y se terminó en el reinado de Carlos III. Es una muestra de gran altura de los regadíos del Ebro, y continúa siendo utilizado para la producción hortofrutícola.

Infraestructuras hídricas en España

Se considera que la precipitación anual sobre las tierras emergidas a escala mundial es del orden de 115.000 km3, de los cuales unos 45.000 constituyen el caudal (superficial y subterráneo) de los ríos; los 70.000 km3 restantes se evaporan o son evapotranspirados por la vegetación[1].

Desde la década de 1990 se comenzó a aludir al agua de los ríos, lagos y acuíferos como agua azul, que se considera la parte del ciclo hidrológico que los seres humanos han tratado de modificar para su provecho mediante la construcción de estructuras más o menos convencionales, sobre todo canales y presas.

En la última mitad del siglo XX también se produjo un aumento especta­cular del uso de las aguas subterráneas, como han sabido evaluar los profesores Llamas y Martínez-Santos. Según Naciones Unidas, el volumen anual de agua azul utilizada para el regadío de unos 400 millones de hectáreas es del orden de 2.000 a 2.500 km3/año. Los usos urbanos e industriales son muy inferiores.

Ramón Llamas, un hidrólogo español que supo dar la importancia que tiene a las aguas freáticas, subte-rráneas, con las cuales se riega una importante extensión de las más extensas zonas agrarias.
Ramón Llamas, un hidrólogo español que supo dar la importancia que tiene a las aguas freáticas, subterráneas, con las cuales se riega una importante extensión de las más extensas zonas agrarias.

No existen estadísticas oficiales confiables sobre la propor­ción entre el uso de aguas superficiales y subterráneas en el rega­dío. Se estima que el uso de las aguas subterráneas podría ser de unos 800 km3/año.

En cuanto al agua verde es la que queda empapando el suelo, la que a veces se llama también agua del suelo, tras las precipi­taciones, la que permite la existencia de la vegetación natural (bosques, praderas, matorral o tundra) así como los cultivos de secano (rain-fed agriculture, en la terminología anglosajona).

El agua verde se evapora directamente desde el suelo o por la trans­piración de las plantas, sin que haya estimaciones aceptables so­bre el reparto de sus 70.000 km3/año estimados. Se calcula que el agua que absorben los cultivos de secano es del orden de 3.000 a 4.000 km3/año.

Algunos autores se refieren también a otros colores del agua, como amarillo dorados, de alta salinidad o componentes tóxicos, pero que pueden transformarse en aguas potables o aptas para la agricultura mediante modernos procedimientos de la ingeniería química, con costes que han disminuido de manera notable en los últimos años.

Agua virtual y huella hidrológica

El agua utilizada en el proceso de producción de un bien cualquie­ra (agrícola, alimenticio, industrial) se denomina “agua virtual”, un concepto que fue acuñado en la década de 1990 por John An­thony Allan. Los autores más diversos los tratan desde entonces, y desde diferentes puntos de vista.

Si un país exporta un producto que exige mucha agua virtual para su producción, está exportando agua. El país importador con escasez hídrica no necesitará utilizar agua nacional para obtener ese producto, y podrá dedicarla a otros fines.

La importación de agua virtual está facilitando, pues, que los países pobres en recur­sos hídricos consigan seguridad alimentaria e hidrológica. De ese modo pueden destinar sus limitados recursos hídricos a fines más lucrativos, como el turismo o el abastecimiento urbano, o la pro­ducción de cosechas de alto valor. Es evidente que también puede pasar lo contrario: que por presiones de todo tipo, o para beneficio de gobiernos corruptos, algunos países con déficit hídrico expor­ten productos con mucho valor hídrico añadido, en demérito de sus poblaciones. Es la situación en que se encuentran algunos paí­ses africanos.

«No hay que olvidar la impor­tancia de las infraestructuras hidráulicas en el desarrollo económi­co»

El coste actual del transporte marítimo por tonelada es del orden de un euro, es decir, bastante menos de un céntimo de euro por kilo. Eso explica, por ejemplo, que hoy en los mercados de cualquier ciudad española puedan comprarse kiwis procedentes de Nueva Zelanda, o manzanas de Chile, a precios competitivos con los equivalentes producidos en España.

Casi todos los países importan y exportan agua virtual, pero el balance entre unos y otros puede ser muy grande. Por ejemplo, Canadá exporta grandes cantidades de agua virtual con sus masivas ventas de cereales, pero al mismo tiempo importa agua virtual de Centroa­mérica con las flores y los frutos de esa región (aunque también está importando radiación solar virtual, un bien del que no dispone de manera suficiente para cultivar flores y frutos tropicales). Jordania compra grandes cantidades de agua virtual con sus adquisiciones de cereales, pero al mismo tiempo exporta agua virtual de cultivos de alto valor (cítricos y hortalizas) que se dan bien en su clima.

En cuanto al concepto de huella hidrológica (water footprint en la literatura anglosajona), lo introdujeron Hoekstra y Hung, y se utiliza como un indicador del uso del agua por las personas, grupos colectivos o países[1]. Puede definirse como el volumen de agua que es necesario para la producción de los bienes y servicios que consume una persona o un grupo colectivo de personas.


[1] A. Y. Hoekstra y P.Q. Hung, Virtual water trade. A quantification of virtual water flows between nations in relation to international crop trade, Value of water research report series, 11, Holanda, 2002.

[1] Manuel Ramón Llamas Madurga, “Los colores del agua, el agua virtual y los conflictos hídricos”, discurso inaugural del año académico 2005-2006 en la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, 2 de noviembre de 2005.




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