Turismo en la emergencia climática

Turismo en la emergencia climática

Por Brenda Chávez

La pandemia ha cambiado nuestra forma de viajar y la apuesta por un turismo sostenible parece ser clave en la recuperación del sector. El cambio climático, por su parte, puede alterar muchas dinámicas mantenidas hasta la fecha y modificar las condiciones de los destinos y los hábitos y criterios de selección de los turistas

Benditas y añoradas vacaciones. Tras dos años de coronavirus, crisis y restricciones de movilidad, todas las personas han agradecido disponer de días libres… y de la posibilidad de disfrutar del turismo. Pensar en hacerlas lo más sosteniblemente posible puede parecer una “misión imposible” a la que no han ayudado los inquietantes precios de la energía, la inflación, el consiguiente alza del coste de la “cesta de la compra”, de la hostelería, o la restauración. Añadido al cansancio laboral y pandémico.

Además, una encuesta de junio de 2021 de Booking.com, a más de 29.000 personas de 30 países, indica que el 83% de los viajeros piensa que los viajes sostenibles son vitales, pero el 49% cree que no hay suficientes opciones disponibles.

Y no olvidemos que no todas las personas pueden coger vacaciones, la Encuesta de Condiciones de Vida de 2021 del INE indica que uno de cada tres españoles no puede permitirse ni una semana al año, tampoco afrontar gastos imprevistos de 750 euros. Casi la mitad de la población tiene dificultades para llegar a fin de mes y un tercio de los menores de 16 años está en riesgo de pobreza, o exclusión social, mientras aumenta la brecha entre ricos y pobres.

La clave es el respeto

El turismo masivo apenas se diferencia de la agricultura industrial intensiva, o la moda rápida, en sus lógicas de bajo coste, maximización de beneficios y acumulación de capital, que a menudo erosionan las relaciones humanas, la preservación ambiental y dejan una parte mínima del gasto turístico en el tejido social, comercial y productivo de la comunidad receptora. Cuestiones estructurales del sector que no van a cambiar durante este periodo estival.

Para no chocar con estas disfunciones en nuestras elecciones vacacionales, ni desgastar más nuestras maltrechas mentes, pongámonoslo fácil: la palabra clave es “respeto”. Como dice la canción de Aretha Franklin: R-e-s-p-e-c-t.

«El 83% de los viajeros piensa que los viajes sostenibles son vitales, pero el 49% cree que no hay suficientes opciones disponibles»

El turismo sostenible posee un pilar social –de respeto a los trabajadores, consumidores, comunidades, cultura, etc.–, y otro medioambiental –que respeta el entorno visitado, su biodiversidad, recursos locales, especies–, además de un pilar económico que permite su viabilidad.

Respeto social

Como viajeros, se demuestra comportándose como un “buen huésped” al llegar a nuestro destino, con sus habitantes, costumbres, tradiciones locales, etc.

Desde las administraciones y las empresas turísticas implica respetar los derechos humanos y laborales, en especial de las comunidades receptoras y de los colectivos vulnerables, como Las Kellys –las limpiadoras de habitaciones de los hoteles–, aspectos donde muchos grandes líderes turísticos tienen por delante amplias áreas de mejora que tampoco resolverán en breve.

Curiosamente, lo más sostenible es el plan más sencillo: turismo de cercanía, “irse al pueblo”, a destinos nacionales y rurales no masificados, optar por grupos o proyectos pequeños, consumir servicios y productos autóctonos en vez de en franquicias, o con ofertas “todo incluido”, que son menos redistributivas: el Programa Ambiental de las Naciones Unidas señala que el 80% de lo gastado por los viajeros en los paquetes turísticos de “Todo incluido” va a las aerolíneas, hoteles y otras compañías internacionales (a menudo con sede en los países de origen de los viajeros) y no a empresas o trabajadores locales.

Turistas avión aeropuerto FOTO Shutterstock

Respeto medioambiental

El sector turístico depende del clima y le hace muy vulnerable al cambio climático, al mismo tiempo contribuye a él emitiendo gases de efecto invernadero (GEI). Un estudio de la revista Nature Climate Change estima que supone el 8% de las emisiones de carbono globales. En este contexto paradójico, los desplazamientos en transporte colectivo –tren, barco, compartir vehículo– dejan menos huella ecológica y climática que el avión o los cruceros.

La industria de la aviación emite el 2% de las toneladas de CO2 a nivel mundial, el 65% por los vuelos internacionales. Paralelamente, lleva años disfrutando de exenciones fiscales en combustibles, y sin contabilizar (ni compensar) muchas emisiones. Por primera vez en la historia, en 2018, una compañía aérea (Ryanair) se coló entre las 10 más contaminantes de Europa, al emitir 9,9 millones de toneladas de GEI. Un triste récord, desde la Organización Mundial del Turismo y la Federación Internacional del Transporte estiman que las emisiones sectoriales de CO2 relativas al transporte pueden aumentar un 25% para 2030, respecto a 2016. Si la tendencia de crecimiento se mantiene al 5%, consumirá una cuarte parte del presupuesto de carbono disponible para contener el aumento de la temperatura del planeta por debajo de 1,5ºC.

«La industria de la aviación emite el 2% de las toneladas de CO2 a nivel mundial»

Sin embargo, los cambios son posibles. Desde agosto de 2021, la ciudad de Venecia prohíbe el acceso de cruceros a la frágil laguna que la rodea, declarada monumento nacional para protegerla de más daños. Diversos estudios muestran que las olas de las grandes embarcaciones pueden redistribuir los contaminantes industriales del agua y crear agujeros en los fondos submarinos desestabilizando los edificios.

Asimismo, dragar y profundizar los canales para dar acceso a grandes barcos destruye los hábitats costeros y agrava las inundaciones. En contra de la creencia popular, los cruceros contribuyen poco a su economía local, The New York Times informó que representaban el 73% de los visitantes y aportaban sólo el 18% de lo que genera el sector.

Deberes pendientes

En 2020 se adoptó la Visión One Planet para una recuperación responsable del sector turístico y la acción climática es un elemento central en ella. Reclama seguir e informar sobre las emisiones de CO2, introducir metas con base científica, acelerar la descarbonización de las operaciones y participar en la eliminación de carbono.

En España, la nueva Estrategia de Sostenibilidad Turística en Destino busca sentar las bases de un nuevo modelo turístico para transformar los destinos con criterios sostenibles alineados con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, en el marco del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia. En tres años se invertirán más de 1.900 millones de euros en destinos turísticos para reforzar su sostenibilidad en su triple dimensión: medioambiental, socioeconómica y territorial.

«En 2020 se adoptó la Visión One Planet para una recuperación responsable del sector turístico y la acción climática es un elemento central en ella»

Todo lo cual obliga al sector –el 12,4% del PIB en 2019– y al Gobierno, a hacer bien “los deberes”, el informe Impactos y riesgos derivados del cambio climático en España del Ministerio de Transición Ecológica enumera los riesgos de la subida de las temperaturas en los destinos nacionales de sol, playa, montaña e infraestructuras de transportes los próximos 30 años, y no son nada halagüeños: playas recortadas por el aumento del nivel del mar; temperaturas y oleajes que afectan a actividades turísticas o acuáticas; un turismo de invierno con menos nieve donde las estaciones por debajo de los 2.000 metros podrían desaparecer, muchas deberán reconvertirse hacia otras modalidades turísticas pues es posible que sólo sean viables el 7% de las estaciones del Pirineo en España y Francia.

También cambiarán los periodos vacacionales. En verano hará demasiado calor, algunos meses de otoño y primavera podrán desplazar la temporada alta en los destinos de sol y playa, fuera de los tradicionales periodos de julio y agosto. Los viajeros nacionales e internacionales podrían refugiarse en zonas costeras del norte o del interior, alterando los flujos de turistas: los del norte de Europa –ahora de los principales visitantes– podrían dejar de venir al tener mejores condiciones climáticas en su territorio, y nosotros viajar allí en verano.

El horizonte vacacional de los próximos años puede ser desconcertante.


Brenda Chávez es periodista especializada en sostenibilidad, consumo y cultura.




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