Un bosque de garoés

Un bosque de garoés

Por Lorenzo Dávila

La escasez de lluvia propia de nuestro clima obliga a mejorar la eficiencia y a buscar modos de recuperar recursos hídricos, desde la regeneración de aguas residuales y la recuperación de aguas grises, hasta la captación de agua en los bosques de niebla

Si algo nos ha despertado a muchos de cierto letargo es la angustia de ver durante este verano como la Europa verde del norte se secaba como no lo había hecho desde que hay registros fiables. Los barcos varados en los grandes ríos que, naciendo en la selva negra, estructuran la historia de Europa. Al menos los Bimbaches de la isla del Hierro tenía su árbol sagrado, el Garoé, del que los hombres y los animales bebían después de condensar el agua de las nubes que escoltaban a los vientos alisios, en lo que después los científicos han bautizado como la lluvia horizontal.

Lo cierto es que estos tiempos de sequía, en los que todavía estamos inmersos, con los pantanos -que ya recogen cerca de un 40% de las aguas pluviales en nuestro país-, en mínimos, nos lleva a recordar la necesidad imperiosa de recuperar el agua que se vierte por nuestras bajantes de pluviales y las escorrentías que recorren nuestras calles y aceras. Incluso, allí donde se pueda -incorporándolo en nuevos desarrollos-, las denominadas aguas grises de lavabos, fregaderos y duchas.

En los bosques de bruma o niebla, como los que hay en las islas Canarias y el resto de archipiélagos de la Macaronesia, los frondosos bosques de laurisilva captan grandes cantidades de agua procedente de la lluvia horizontal, que en gran parte se incorpora al suelo y alimenta los acuíferos. | FOTO: Imanol Zuaznabar García
En los bosques de bruma o niebla, como los que hay en las islas Canarias y el resto de archipiélagos de la Macaronesia, los frondosos bosques de laurisilva captan grandes cantidades de agua procedente de la lluvia horizontal, que en gran parte se incorpora al suelo y alimenta los acuíferos. | FOTO: Imanol Zuaznabar García

El desasosiego es mucho mayor si además comprobamos, como por desgracia lo hacemos cada verano –si bien de nuevo este último ha batido todos los pronósticos-, cómo esta sequía se acompaña de incendios con magnitudes catastróficas.

La circularidad del agua implica la capacidad de reutilización de todas estas aguas, incluidas las urbanas, que con tratamientos sostenibles pueden servir para combatir la plaga de los incendios.

España cuenta con una de las estructuras humanas contra el fuego más importantes del mundo. Además de los cuerpos forestales permanentes, tanto las comunidades autónomas como el Gobierno central disponen de brigadas de refuerzo, e incluso este último de una brigada militar de emergencia, todas ellas dotadas de apoyo aéreo permanente.

Pero para luchar contra el fuego hace falta agua, y hace falta agua allí donde se produce el incendio, y esto sólo se puede hacer con infraestructuras que sean capaces de recoger el agua que tiramos en nuestros entornos urbanos y poder reutilizarla en una labor de tan vital importancia como la lucha contra el fuego.

Afortunadamente, también en España contamos con la tecnología para poder afrontar una infraestructura de recirculación de aguas con la finalidad descrita. De hecho, fruto de la prolífica colaboración público-privada dentro de estructuras de colaboración pública-pública -entre distintas administraciones como no podría ser de otra forma en la escala de los montes- contamos en España con la segunda infraestructura contraincendios más grande del mundo en el Parque Natural del Turia.

Cañones de agua del proyecto Guardian. | Foto: El Ágora

Estoy hablando del proyecto Guardian, que se sitúa en la vanguardia mundial de la lucha contra incendios, del que ahora sólo hace falta que las distintas administraciones se sensibilicen para abarcar la inversión necesaria para extender dichas infraestructuras a todo el territorio nacional, empezando por las áreas boscosas más próximas a entornos urbanos donde el fuego se puede cobrar muchas víctimas y grandes pérdidas materiales.

El proyecto Guardian viene de la mano de dos gigantes tecnológicos como son Hidraqua y Cetaqua acompañados de las dos principales universidades de la región como son la Universidad de Valencia y la Universidad Politécnica de Valencia. Consiste en grandes redes de conducciones y depósitos que recogen el agua de la estación regeneradora y la distribuyen a unas torres fijas, denominadas Sideinfo, sembradas a lo largo del bosque, desde las que se extiende el agua.

El agua recibe un tratamiento avanzado para la eliminación de los microcontaminantes que hacen el agua apta tanto para esta función de apagafuegos como para rellenar embalses permitiendo mejorar la calidad de las zonas húmedas que a su vez funcionan como barreras naturales contra los incendios.

No obstante, el problema de los incendios también conlleva un estudio de todas las especies autóctonas para reforestar con especies de menor combustibilidad. La sensibilidad social es cada vez mayor y la necesidad de acometer infraestructuras de este tipo se ha vuelto imprescindible. Luchamos contra el tiempo en el que la desidia actúa como combustible.

No queremos ni podemos permitirnos veranos catastróficos como el que hemos vivido. Ojalá, en cada rincón del territorio tuviéramos un árbol sagrado como el Garoé que nos aportara el agua que necesitamos allí, en el corazón del bosque. Pero no lo tenemos y nuestra civilización, con su tecnología, tiene que crear su propio árbol Garoé, aunque lo llamen torre sideinfo. Necesitamos grandes bosques de Garoés, “nuestros Garoés”.


Lorenzo Dávila es arquitecto y economista y director gerente de OSUR.




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