Los Wayú, (autónimo, es decir, denominación étnica de wayuu) son un pueblo indígena ubicado en la parte norte de Colombia (en el departamento de La Guajira) y Venezuela (en el estado de Zulia), sobre el mar Caribe. Es una región con un clima cálido, seco e inhóspito, donde este pueblo lleva siglos luchando contra las adversidades naturales.
El Censo DANE 2019 (Censo Nacional de Población y Vivienda de Colombia) estimó una población de 380.406 personas pertenecientes al pueblo wayú, cifra que posiciona a este pueblo indígena como el mayor de todo el país, representando el 20% de la población indígena. Los datos del censo de 2011 de Venezuela indicaban una población wayú aún mayor en su territorio: 415.498 personas.
Los wayú se refieren a sí mismos así, simplemente como wayú, y significa persona en general, indígena de la propia etnia. Su cultura es una de las etnias arahuacas más longevas de esta región, datando su origen alrededor del 150 a.C. cuando se encontraban por aquel entonces por la región de las Antillas y la Amazonía. La explicación del origen como pueblo ancestral se ha transmitido mediante la narración oral de una generación a otra, construyendo durante siglos una forma particular de relacionarse con el mundo (o cosmovisión).
Cuenta la leyenda que un joven cazador, llamado Irunuu, halló a una niña huérfana abandonada. Éste, la llevó a su casa, para cuidarla y enseñarle las tradiciones femeninas. Para ello, la dejó al cuidado de sus tres hermanas, pensando que se harían cargo de ella. Pero no fue así, ya que las hermanas la rechazaron, insultándola y maltratándola en cuanto el cazador se fue de casa.
Una noche, la niña se transformó en una hermosa doncella que sacó de su boca los hilos con los que tejía chinchorros (especie de hamacas que se sujetan entre dos árboles) y guayucos (taparrabo o calzón empleado por los indígenas americanos de la zona del caribe). Cuando las 3 hermanas vieron los tejidos, se apropiaron de su confección, pero Irunuu lo descubrió y castigó a sus hermanas, convirtiéndolas en murciélagos. Cuando el cazador, aclarada la confusión, fue a abrazar a la doncella, ésta se convirtió en una araña y desapareció entre las ramas de un árbol. El joven, triste por todo lo ocurrido, cogió los objetos tejidos e hizo que perduraran, para que las nuevas generaciones wayú aprendieran el arte de tejer. Así, la forma tan peculiar de tejer de la joven huérfana fue el símbolo de la cultura wayú.
Además de la confección de chinchorros, mochilas y ropa en general con el tejido característico donde destacan sus colores fuertes y el grosor de sus hilos, su economía también se sustenta en el pastoreo de ganado, la agricultura o la extracción de sal de las minas de La Guajira. El pueblo wayú son grandes artesanos y comerciantes, y han sido unos luchadores incansables por sus derechos.
El agua como eje de la cultura wayú
El agua en la cultura wayú es el nexo que conecta todo: la espiritualidad, las cosechas, los rituales, las deidades, los sueños o la cultura. Y en medio de todo ello, está la mujer, encargada de conectar lo humano y lo espiritual. Por ello perjudicar, alterar o apropiarse del agua significa un ataque directo contra la mujer wayú.
Así lo relata a El Ágora Maber Solano, del resguardo (asentamiento) de Mayabangloma, en el sur de La Guajira. Él es un comunicador wayú y, durante el tiempo que funcionó, fue director de Utay Steréro, una emisora indígena donde mostraba y visibilizaba la comunidad.


Maber explica que existen tres elementos principales que resumen la conexión del pueblo wayú con el agua. El primer elemento es el agua de lluvia, representada por Juyá, una de las deidades que los cuida y que trae agua dos veces al año para las cosechas; la segunda conexión es con Pulowi, la diosa encargada de proteger los cuerpos de agua. Desde allí, desde los ríos, los pozos, los ojos de agua y demás cuerpos de agua, desde su silencio y su tranquilidad se conecta con la gente, impone sus reglas, premia a quienes la cuidan y castiga a quienes atentan contra ella. Las mujeres wayú tienen una gran conexión espiritual con Pulowi, pero éste desaparece si las fuentes de agua se deterioran o desaparecen. El tercer y último elemento es el de los sueños y los baños, que son de vital importancia ya que con ellos la comunidad se guía, protege, y construye su devenir.
Los indígenas wayú sueñan constantemente con el agua. Estos sueños son interpretados por los sabios de la comunidad para prevenir el destino de la persona o del grupo. Además, son las mujeres las que sueñan con los rituales que la comunidad debe realizar para alabar a sus deidades o presentar tributos a sus dioses. En estos sueños también indican los baños que se deben realizar al despertar, con abundante agua, y las plantas que deben usarse para balancear las energías y disminuir el impacto negativo de lo que pueda venir y que crecen a las orillas de los cuerpos hídricos.
Un modo de vida amenazado
Por ello, con la aparición de explotaciones mineras en la zona de La Guajira, y la presencia de los conflictos armados en el territorio, más de 15 comunidades se han visto desplazadas de su asentamiento original. En el lugar actual donde se hallan carecen de agua para sus necesarios rituales, alcanzando únicamente para sus necesidades básicas. Hoy, la mujer y el pueblo wayú resiste y se enfrenta a este monstruo que llegó de manera tormentosa a sus territorios. Se sienten impotentes e invitan a los espíritus a que migren con ellos, pero ellos no responden: se quedan en su tierra, donde tuvieron paz.
Sin el agua no hay equilibrio, el tejido social se debilita, las tradiciones se empiezan a perder y la tierra se seca. Las mujeres wayú añoran un mejor futuro, en el cual lo que tuvieron vuelva a germinar. Un lugar donde los espíritus quieran visitarlas y donde Pulowi pueda cuidarlas. Un lugar con cosechas y aire fresco, sin ruido, donde solo se escuche el correr agua. Un lugar donde los niños puedan aprender de las tradiciones y de su cultura. Es decir, sueñan con un lugar con esperanza.


En 2016, hechos como la creación de la Federación Nacional de Artesanos Wayú generaron un camino para esa esperanza. Esta es una federación sin ánimo de lucro que reúne 10 talleres de maestras artesanas y 1661 artesanos wayú, a través de donde comercializan productos étnicos wayú, bajo la Denominación de Origen y el Certificado Hecho a Mano.
El objetivo de esta Federación ha sido fortalecer las agrupaciones de artesanos de La Guajira, para que la transmisión y preservación de su arte y su cultura a través de la artesanía alcanzase una difusión a nivel nacional e internacional. El primer fruto fue la edición de un libro titulado “Dibujos Ancestrales Wayú”, donde quedaron reflejados los diseños que la comunidad Wayú ha guardado en la memoria y transmitido de forma oral de generación en generación.
¿Crisis humanitaria?
Pero la realidad es que en el departamento de la Guajira la comunidad wayú está pasando por una gran crisis humanitaria. En el informe conjunto de Human Rights Watch y el Centro de Salud Humanitaria de Johns Hopkins, publicado en agosto del 2020, se indicaba que, por causa de la pandemia y el aislamiento, a los miembros del pueblo wayú en el departamento de La Guajira (Colombia) les resultaba muy difícil acceder a alimentos, agua y atención médica en circunstancias en que eran más necesarios que nunca. Sobre todo, respecto a los más vulnerables, como eran los niños y adolescentes. En dicho informe se recomendaba al presidente de Colombia, Iván Duque que tomara medidas concretas para garantizar los derechos de los niños wayú.


Sin embargo, un reciente informe del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), (octubre 2021) indicó que poco se había hecho al respecto, ya que actualmente el 53% de la comunidad indígena Wayú vive en situaciones de total miseria, revelando que el 81% de las personas tiene al menos alguna necesidad básica insatisfecha.
La Defensoría del Pueblo publicó un informe titulado ‘Desnutrición en la primera infancia; causas estructurales y vulneraciones prevenibles y evitables”, en el que se exponen los graves casos de desnutrición en menores de edad que se presentan en estas comunidades. “Más que el hambre y la sed, a la población wayú la está matando la corrupción y falta de gobernabilidad”, asegura a El Ágora José Silva, líder indígena y presidente de la ONG Nación Wayú. Urge por tanto que tanto el gobierno como la comunidad internacional sean conscientes del problema que atraviesan estos pueblos y su forma ancestral de conectar con el agua.
