El número de personas con inseguridad alimentaria grave casi se ha cuadruplicado en Centroamérica, de unos 2,2 millones hace dos años a 7,9 millones en la actualidad, debido a la crisis climática y la pandemia



Las sequías prolongadas y las fuertes lluvias, consecuencia de los actuales patrones erráticos del clima, han destruido más de la mitad de los cultivos de maíz y fríjoles de los agricultores a lo largo del Corredor Seco Centroamericano, dejándolos sin reservas de alimentos.
Al menos 2 millones de personas han estado en situación de inseguridad alimentaria en el Corredor Seco de Centroamérica debido a sequías consecutivas en los pasados 4 años
Se necesitan 72 millones de dólares para proporcionar alimentos a más de 700.000 afectados, rehabilitar cultivos, establecer sistemas de protección social y fortalecer la resiliencia de las comunidades.
Se trata de reforzar los sistemas de alerta y sembrar cultivos que se adapten mejor a las sequías y lluvias torrenciales para evitar que las familias se queden sin comida y se vean forzadas a migrar.
La temporada récord de huracanes en el Atlántico de 2020 asestó un duro golpe a millones de personas que antes no pasaban hambre
«La cara de la pobreza en Centroamérica ha cambiado, está afectando a personas de todos los países, no solo de algunas áreas, y cada vez más a zonas urbanas«, subrayó.
Los huracanes dejaron sin hogar o sustento a unos 6,6 millones, y este número podría llegar hasta los 7,3 millones en los próximos tres meses, en una región donde el 50% del empleo es informal, y por tanto muy vulnerable a desastres naturales o a las medidas sanitarias derivadas de la pandemia.
La situación, señaló Barreto, ha aumentado la cantidad de personas con intención de emigrar, una medida que aunque considerada como de último recurso se plantean el 15 % de los encuestados en la región (más del doble que en 2018).»La situación es muy precaria y anticipamos una recuperación lenta, principalmente porque los campos de cultivo se han visto muy afectados», lamentó Barreto.
El año pasado, el Programa Mundial de Alimentos aumentó sus operaciones en Centroamérica y gastó 509 millones de dólares para atender las necesidades en la región, que beneficiaron a 1,9 millones de personas, un número que esperan aumentar a 2,6 millones en 2021.
«Es crítico invertir en desarrollo y expandir programas sociales de protección para incluir a los grupos más vulnerables y que así tengan una red de seguridad en tiempos de emergencia. Nadie se tiene que quedar atrás», concluyó Barreto.
Los huracanes destruyeron más de 200.000 hectáreas de alimentos básicos y cultivos comerciales en cuatro países y más de 10.000 hectáreas de tierras de cultivo de café en Honduras y Nicaragua, daños que vinieron a agravar la destrucción de empleos y una economía en contracción, una consecuencia del COVID-19.
Las encuestas del Programa estiman que la seguridad alimentaria en Centroamérica se desplomó como resultado de la pandemia. El número de hogares que no tenían suficiente para comer casi se duplicó en Guatemala en comparación con los números previos al COVID-19. En Honduras, aumentó en más del 50%. Una abrumadora mayoría de hogares en Honduras, Guatemala y El Salvador reportaron pérdidas de ingresos o desempleo durante la pandemia.
“Las comunidades urbanas y rurales de Centroamérica han tocado fondo. La crisis económica provocada por la COVID-19 ya había puesto los alimentos en los estantes de las tiendas fuera del alcance de las personas más vulnerables para cuando los huracanes Eta e Iota los azotaron. Muchos ahora no tienen dónde vivir y se quedan en refugios temporales, sobreviviendo con casi nada”, agregó Barreto.
Líderes internacionales avisan de la proliferación de conflictos por el clima
Varios líderes internacionales, encabezados por el primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, advirtieron este martes en la ONU de la necesidad de tomar medidas urgentes para que el cambio climático no dispare el número de conflictos armados.
“Está absolutamente claro que el cambio climático es una amenaza a nuestra seguridad colectiva y a la seguridad de nuestras naciones”, señaló Johnson, el primer líder británico que preside un debate virtual en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en casi tres décadas.
El Reino Unido, que a finales de año acogerá la próxima cumbre del clima (COP26), dirige este mes el trabajo del Consejo de Seguridad y ha situado la relación entre el calentamiento global y las guerras como una de sus prioridades.
El nuevo enviado estadounidense para el clima, John Kerry, recordó este martes que el Pentágono ha descrito desde hace años el clima como un “multiplicador de amenazas” y defendió que “es hora de empezar a tratar la crisis climática como la crisis de seguridad que es”.
Estados Unidos, que de la mano de Joe Biden ha vuelto al Acuerdo de París sobre el clima, destacó que no hay dudas sobre el vínculo entre clima y conflictos y consideró que es el tipo de desafío para el que Naciones Unidas se creó.
Rusia, mientras tanto, volvió a defender que el cambio climático es un factor en algunos conflictos, pero se mostró en contra de que sea abordado de forma general en el Consejo de Seguridad.
Boris Johnson, del otro lado, insistió en que el cambio climático está haciendo aumentar la inseguridad en el mundo, forzando a comunidades a dejar sus hogares o haciendo crecer la lucha por recursos como el agua.