Este fruto, proveniente de una cactácea que abunda en el norte del país, podría convertirse en una excelente opción para el consumo a nivel interno y, de mediar mayores estudios e inversión sobre sus cualidades y usos, incluso para comercializarse fuera del país



Desde hace más de una década, el sector agrícola nacional ha sido foco de estudio para diversos investigadores, con el objetivo no solo de dar cuenta de los efectos que el cambio climático y la crisis hídrica que afectan a Chile está teniendo para este rubro, sino también para conocer con certeza qué especies (frutícolas y hortalizas) se adaptan mejor a estos cambios, qué características tienen, cuáles son las condiciones extremas que soportan y cómo replicarlas en otras zonas del país, entre otros aspectos.
Y a la hora de evaluar las que tienen mayor resistencia a la crisis hídrica, son las cactáceas, más conocidas como cactus, quienes lideran este listado, llegando incluso a ser llamadas por sus estudiosos como el árbol del futuro.
Entre estas especies se encuentra el copao o rumpa, como es llamado por el pueblo Diaguita, un fruto endémico que solo se da en los áridos suelos del norte, específicamente en las regiones de Atacama y Coquimbo, en donde hay registradas cerca de 35.000 hectáreas que tienen presencia de este fruto silvestre.
El copao posee una larga historia en los valles locales de dichas regiones, no solo por ser parte de la vida cotidiana de los habitantes de las zonas rurales, sino también por potenciarse como una opción de trabajo para quienes han visto afectadas sus labores por la sequía. Sin embargo, su explotación es mínima y la recolección es aún artesanal, por lo que los estudios realizados en base al copao, pretenden también ver sus potencialidades comerciales y cómo mejorar el manejo agronómico.
Copao, un alimento ancestral desconocido
Una de las principales características de los cactus es que desarrolla raíces superficiales, ventajosas para la absorción de agua, cuyo metabolismo es denominado CAM (Metabolismo Ácido de las Crasuláceas, por sus siglas en inglés), el cual capta CO2 por la noche, evitando la apertura estomática de día cuando la demanda evapotranspirativa es mayor. De esta forma es como reduce al mínimo su pérdida de humedad, lo cual le permite sobrevivir en condiciones de escasez hídrica.
En cuanto a la especie Eulychnia, a la cual pertenece el copao, se encuentra distribuida en una gran extensión de la cordillera andina de Ecuador, Bolivia, Perú y el norte de Chile, con diversas variedades. La Eulychnia acida Phil (copao) es endémica de la región de Coquimbo en Chile, aunque se describen registros menores en los valles del Huasco y del Aconcagua, y se caracteriza por ser un arbusto de 1,5 a 4 metros de altura y muy ramificado.
Sus flores se ubican en la punta de las ramas, son acampanadas, con tépalos blancos y una línea central rosada. El fruto del copao, por su parte, es esférico, jugoso, lleno de innumerables y pequeñas semillas, de sabor ácido.
Este fruto es considerado hoy un superalimento, aunque hasta hace pocos años solo se usaba como champú o para saciar la sed, lo cual lentamente ha ido cambiando, posicionándolo como un producto gourmet y protagonizando exóticas preparaciones gracias a su particular sabor ácido y refrescante.
Daniela Soto Madrid es investigadora y académica de Ingeniería en Administración Agroindustrial de la Universidad Tecnológica Metropolitana de Chile, quien ha estudiado el copao y sus diversos usos. Ella nos explica que este fruto «se caracteriza por presentar un alto contenido en agua, por ser una fuente natural de vitamina C, con un alto contenido en sodio y potasio, al mismo nivel que un plátano; aporta fibra dietética soluble, es baja en calorías y contiene compuestos antioxidantes».
“El copao es consumido principalmente como fruta o en preparaciones artesanales, como mermeladas, helado, néctar, pulpa, aderezos, yogurt tipo americano y pie de copao. Por ende, es un fruto prometedor, con un gran potencial en el desarrollo de productos más industrializados pudiendo llegar incluso a nuevos mercados”, agrega la investigadora.
Sin embargo, el gran problema que enfrenta el copao hoy en día, «es su escaso conocimiento y valorización a nivel nacional. Se trata de uno de los tesoros de nuestro Chile, y no se le otorga la relevancia adecuada en comparación con otros frutos del país. Su principal ventaja es su metabolismo, lo que le permite sobrevivir en condiciones de escasez hídrica, siendo una potencial alternativa de cultivo para la agricultura chilena con un bajísimo impacto medioambiental. Por lo que debemos mirar a nuestro alrededor: nuestro país presenta una diversidad de climas, tenemos el desierto más árido del mundo y existen plantas que pueden sobrevivir y generar frutos con un alto valor nutritivo, que pueden ser una alternativa real y concreta para la alimentación. No por nada se postula que las cactáceas podrían llegar a ser las únicas plantas del futuro», enfatiza la académica UTEM.
Por ello, es que la académica junto a un grupo de estudiantes de Ingeniería en Administración Agroindustrial de la UTEM, desarrolló un trabajo centrado en la búsqueda de frutos endémicos chilenos, que tuvieran la característica de crecer en ambientes de escasez hídrica como ocurre en el norte del país, específicamente en la Región de Coquimbo, la cual ha sido declarada zona de catástrofe desde el año 2017, debido a la insuficiencia hídrica que la afecta.
Fue así como llegaron al copao, desarrollando un proyecto que estudió la factibilidad de obtención de subproductos a partir de este fruto, con el fin de otorgarle un valor agregado. «Esto debido a que el copao es desaprovechado, ya que solo una pequeña cantidad es cosechada y es utilizado en la elaboración artesanal de productos que son comercializados en su gran mayoría en la Región de Coquimbo, mientras que los frutos restantes son usados para alimentar el ganado de la zona», expone la académica.
Y lo que hicieron fue elaborar cerveza artesanal utilizando la pulpa del fruto copao y, además, ver la posibilidad de generar algún snack mediante la técnica de liofilización (proceso de deshidratación), lo que les permitió “establecer que el fruto de Eulychnia acida Phil tiene potencial para ser utilizado en la elaboración de subproductos a partir de éste, generando oportunidades para la industria agroalimentaria chilena y al fomento agronómico local, otorgando así valor agregado a este fruto que actualmente no es aprovechado”, indica la investigadora.
Agregando que «la búsqueda de subproductos a partir de frutos endémicos es una misión que tiene Chile para fomentar el objetivo de ser una potencia agroalimentaria, ya que con el uso de éstos se podría distinguir entre los diferentes mercados al ser productos 100% chilenos, otorgándoles valor agregado, tanto para la comercialización a nivel nacional como internacional, obteniendo ventajas entre productos similares con el uso de sellos como lo es la denominación de origen por ejemplo».
Pero para llegar a esto, los investigadores del copao recalcan que aún se debe investigar mucho sobre él y de procesos como post cosecha y embalaje, pues es un fruto de una vida útil muy corta, solo 10 días a 5°, lo que implica necesariamente sumar tecnología y recursos, si lo que se busca es un nivel de producción mayor y constante. Además, es necesario resolver temas fitosanitarios, si lo que se piensa es exportar, y seguir investigando sobre sus propiedades nutricionales.
Por ahora, lo relevante es que el copao sigue abriéndose camino más allá de su zona de producción, se sigue estudiando con mayor interés y, derivado de esto, cada vez se obtienen resultados auspiciosos, que permiten dar certeza de su adaptabilidad en condiciones de baja disponibilidad de agua. Es decir, definitivamente es el fruto del futuro.