Un nuevo informe de la FAO advierte la seguridad alimentaria de 23 países pende de un hil por la crisis económica derivada de la pandemia. América Latina constituye un ejemplo ya que allí el virus ha afectado a muchos países ya asediados por la falta de agua y los problemas sociales



En el momento de la publicación del último informe sobre el estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) advirtió que “el hambre la inseguridad alimentaria y todas las formas de malnutrición estaban más vivos que nunca”.
“Los datos indican que el mundo no está avanzando ni hacia la meta 2.1 de los ODS, de garantizar el acceso a alimentos inocuos, nutritivos y suficientes para todas las personas durante todo el año, ni hacia la meta 2.2, de erradicar todas las formas de malnutrición. Muchas amenazas penden sobre los progresos realizados”, destacó.
Entre muchos de los datos que arrojó, uno de los más devastadores estaba relacionado con la inseguridad alimentaria, es decir, aquel estado al que se llega cuando se carece de acceso regular a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para un crecimiento y desarrollo normales y para llevar una vida activa y saludable.


En concreto, estimó en más de 920 millones de personas, el 12% población mundial, las que sufrieron inseguridad alimentaria en 2020, 148 millones más que en 2019. La violencia y el conflicto siguen siendo los mayores impulsores de este indicador, aunque en el informe se insiste en una idea: la crisis del coronavirus ha ejercido como acelerador.
Esto es porque, de acuerdo con el reciente informe Hunger Hotspots, elaborado también por la FAO, las crisis económicas influyen negativamente en la seguridad alimentaria. En este sentido, recuerda que la pandemia ha causado una contracción del 3,5% en el PIB mundial, afectando en mayor medida a los países con economías más débiles.
Para el Banco Mundial, mientras que el retroceso económico se mitigará en la mayoría de los países de altos ingresos en el 2021, en los países de bajos ingresos se espera que se mantenga estancado e, incluso, que aumente hasta por lo menos el 2022, por lo que el hambre «podrá ser una amenaza muy real».
“La pobreza unida al aumento de los precios de los alimentos básicos, como los cereales, ha aumentado la inseguridad alimentaria en estas regiones. Como resultado, el aumento de personas desnutridas también se ha multiplicado por cinco con respecto a los indicadores de las ultimas dos décadas”, aclara la FAO.


América Latina es una de las más azotadas por la pandemia en este sentido ya que ha visto una de las mayores caídas económica del mundo y se espera que su recuperación sea inferior a la media mundial durante los próximos meses. Dentro de ella, Haití es la que se lleva la peor parte, según el informe informe Hunger Hotspots al estar en novena posición entre los países con mayor número de personas con inseguridad alimentaria en 2021.
Se estima que alrededor de 4,4 millones de personas se enfrentaron a una inseguridad alimentaria aguda entre marzo y junio de 2021, un aumento de seis puntos porcentuales en comparación con el mismo período del año pasado.
Por este motivo, piden una inversión de más de 150 millones de dólares para mitigar la inseguridad alimentaria y blindar unos de medios de vida básicos que también se verán afectados por la falta de precipitaciones en el país.
En este sentido, en el informe se reflejan algunas recomendaciones de acciones preventivas que pasan por la distribución de semillas de variedades de cultivos de maduración temprana y tolerantes a la sequía a los hogares vulnerables con acceso a la tierra para reactivar rápidamente la producción en las áreas afectadas por la sequía, o la perforación de pozos y la distribución de forrajes, piensos, suplementos de nutrientes, tanques de recogida de agua y ganado menor a criadores de ganado.
Hambre en Centroamérica
Tras Haití, Honduras, Guatemala y Nicaragua se encuentran los siguientes puestos más próximos de la tabla por razones similares a Haití, es decir, por la inseguridad alimentaria nacida por la pandemia, la violencia y la falta de precipitaciones.


“Se espera que la situación de seguridad alimentaria en Guatemala, Honduras y Nicaragua continúe empeorando, especialmente en el Corredor Seco, debido a lluvias por debajo del promedio que podrían afectar los cultivos, y por los efectos socioeconómicos del COVID-19”, señala la FAO.
De acuerdo con el informe, la falta de alimentos podría afectar a 3,5 millones de personas en Guatemala y a 3,3 millones en Honduras, mientras que en Nicaragua alrededor de 300.000 personas tienen un consumo de alimentos insuficiente y es probable que su situación empeore en los próximos meses.
En una misma línea, sugiere acciones anticipatorias para mitigar el déficit de lluvias durante la temporada agrícola, y solicita apoyo para los agricultores y ganaderos más vulnerables, incluyendo la distribución de insumos y herramientas para el cultivo de variedades de ciclo corto, huertos de traspatio y apoyo a la salud animal para reducir la mortalidad y la morbilidad provocadas por la sequía.
También aconseja a los países que brinden respuestas de emergencia y apoyo para la recuperación de los medios de vida a los pequeños agricultores y pescadores afectados por huracanes en las áreas más impactadas de Guatemala, Honduras y Nicaragua.A pesar de no aparecer en su ranking, el informe se para a estudiar el caso de Colombia, que atraviesa un periodo de inestabilidad social, marcada por la migración venezolana, y crisis económica que “podrían tener efectos en la situación de inseguridad alimentaria, a pesar de las favorables perspectivas de producción para la temporada de cosecha de 2021”.
Según el Panorama de las necesidades Humanitarias de 2021, hubo 3,5 millones de personas con un acceso muy irregular a los alimentos en Colombia, y el 73% de los 1,7 millones de migrantes y refugiados venezolanos en el país estaba al borde del hambre en 2020.
Por esto se sugiere la distribución de efectivo a las personas más vulnerables en áreas rurales y urbanas para mitigar el impacto de los incrementos esperados en los precios de los alimentos.
No obstante, ese objetivo solo podrá alcanzarse si se invierten 34,6 millones de dólares que garanticen el acceso a la comida, la nutrición y los medios de vida con los que apoyar a los migrantes venezolanos y a las comunidades de acogida en las zonas rurales fronterizas mediante la rehabilitación de los sistemas de agua, la producción rápida de alimentos y forrajes, y la entrega de alimentos de emergencia.
Para la FAO, la pandemia de coronavirus es solo la punta del iceberg de este gran problema que espera seguir alimentándose por la violencia, las amenazas transfronterizas y las limitaciones de acceso humanitario. De hecho, incluso eliminando de la ecuación estos factores, el monstruo de los desastres naturales sigue en la cabeza de la FAO, que admite que ahora, más que nunca, se deben exigir nuevas formas de abordar el hambre y la inseguridad alimentaria en el mundo.
