El Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) ha otorgado el premio Líderes de la Ruralidad de las Américas al productor de hortalizas chileno Alfredo Carrasco, como un reconocimiento al impulso a una agricultura inclusiva y sustentable. El ICCA ha celebrado esta semana el foro virtual “Ciencia, Tecnología e Innovación para transformar los sistemas alimentarios de América Latina»



La transformación positiva de los sistemas alimentarios latinoamericanos requiere la conformación de coaliciones y exige una ampliación de la producción que tenga como base el fortalecimiento de los sistemas nacionales de ciencia y tecnología, claves para aprovechar oportunidades en todo su potencial y para proteger y restaurar la naturaleza.
Esos fueron algunas de las principales ideas y conclusiones expuestas en el marco del foro virtual “Ciencia, Tecnología e Innovación para transformar los sistemas alimentarios de América Latina”, el último de una serie de cinco encuentros organizados por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) de cara a la Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios de la ONU.
La reunión, que se inscribe dentro de los numerosos diálogos virtuales organizados por el IICA en forma previa al encuentro global, contó con el apoyo de la Alianza Biodiversity International – Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT), de la Coalición para la Alimentación y Uso del Suelo (FOLU) y de la World Wildlife Fund (WWF).
“Sólo con ciencia, tecnología e innovación vamos a salir mejor transformados en nuestros sistemas agroalimentarios, que son un componente fundamental de la economía mundial, para mejorar el desempeño de su producción”, dijo el Director General del IICA, Manuel Otero, al abrir el foro, presentado y moderado por Eduardo Trigo, Asesor Especial de la Dirección General y «sherpa» del organismo especializado del Sistema Interamericano en la Cumbre de la ONU.
Otero enfatizó que los productores agropecuarios, a los que definió como “el Alma de la Ruralidad”, deben estar debidamente representados en la Cumbre, y destacó también la iniciativa hemisférica del IICA “Suelos Vivos de las Américas” como un programa clave para “recuperar la salud de los suelos, pensando que hoy más de la mitad de los suelos en Mesoamérica están con serios problemas de degradación”.
Claudia Martínez, Directora de la Coalición para la Alimentación y Uso del Suelo (FOLU) en Colombia y de E-3-Ecología, Economía y Ética –organización privada de este país que promueve la ecología, economía y ética como parte integral de sus estrategias de planificación y negocio e integración, puso el acento en la necesidad de fomentar “coaliciones que transformen los sistemas alimentarios de América Latina” y, posteriormente, abordó los problemas de los costes y suelos que afronta la producción.


“Los costos ocultos globales de alimentación y de uso del suelo ascienden a 12 billones de dólares, en comparación con el valor de mercado de los sistemas globales de alimentación que totalizan 10 billones, lo que quiere decir que estos sistemas le cuestan hoy al mundo más de lo que producen. Y esto es lo que debemos transformar”, afirmó.
Para ello propuso avanzar con las transiciones al cambio y, en este sentido, se posicionó en favor de ampliar la producción “en un continente absolutamente rico en alimentos, en el que tenemos 300.000 plantas y sólo estamos comiendo entre unas 100 o 150, de las cuales el trigo, el maíz, el arroz y las papas aportan el 60% de las calorías que consumimos”.
En ese sentido, resaltó que son muy importantes las oportunidades de negocios que se podrían generar con los cambios en los sistemas agroalimentarios y que, para esto, “la ciencia y la tecnología son cruciales, lo mismo que para proteger y restaurar la naturaleza se requiere poner fin a la conversión de bosques y otros ecosistemas naturales”.
Joao Campari, Global Leader de WWF, se refirió al reto que supone cumplir con los Objetivos del Desarrollo Sostenible en 2030, lo cual implicará “resolver una serie de desafíos en la forma en que producimos los alimentos”.
En ese sentido, puso el acento en el uso del agua, las pérdidas de biodiversidad y el desperdicio de los recursos naturales.
“Lo que buscamos es proteger los sistemas econaturales y para eso debemos gestionar los sistemas de producción de alimentos existentes y restaurar los ecosistemas degradados, con la rehabilitación de la función de los suelos”, indicó.
Tras la sesión inicial, el foro de dividió en ocho grupos de discusión en los que participaron un centenar de inscriptos y cuyos resúmenes fueron explicitados en la parte final del cónclave a través de un informante por equipo.


Entre los temas abordados, destacaron cuestiones como la relación entre la ciencia y los conocimientos ancestrales de las comunidades agrícolas; la capacitación y extensión en la ruralidad; las nuevas formas de comer y de producir; las proteínas alternativas; las fronteras agrícolas y la ganadería y la mejor valorización de los sistemas alimentarios cercanos a los bosques, entre otros.
El cambio climático, sus causas y sus efectos sobre la producción y los alimentos resultantes, fue otra de las cuestiones más mencionadas en los debates grupales, constituyendo un foco de primer orden para las innovaciones basadas en la ciencia y en la tecnología.
La intervención de políticas públicas sostenidas en el tiempo, más allá de las circunstanciales administraciones políticas, fue otra reivindicación en favor de una agricultura sostenible, para combatir la deforestación y el cambio climático, la mejora de la calidad de la producción y el impulso al comercio, entre otros desafíos sobre los sistemas agroalimentarios regionales.
En los debates surgió con fuerza el enfoque sobre la importancia de la investigación, destacándose la necesidad de que pase de ser disciplinaria a interdisciplinaria, aumentando la inversión en ciencia y tecnología para financiar a los productores y las publicaciones científicas.
También se propició la promoción de las herramientas digitales para mejorar la eficiencia, una mayor producción y una mejora de la toma de decisiones, para lo que se insistió también en la accesibilidad y conectividad.
Un productor chileno líder de la ruralidad de las Américas
El Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) ha otorgado el premio Líderes de la Ruralidad de las Américas al productor de hortalizas chileno Alfredo Carrasco, como un reconocimiento al impulso a una agricultura inclusiva y sustentable.
Se trata de un reconocimiento para quienes cumplen un doble papel irremplazable: ser garantes de la seguridad alimentaria y nutricional y al mismo tiempo guardianes de la biodiversidad del planeta a través de la producción en cualquier circunstancia.
El reconocimiento, además, tiene la función de destacar la capacidad de impulsar ejemplos positivos para las zonas rurales de la región.
Alberto Carrasco, de 25 años, trazó un nuevo camino de vida a través de su proyecto inclusivo FarmHability, después de sufrir un accidente en 2017 que lo dejó en silla de ruedas.
Según ha explicado el IICA, tras dos años de rehabilitación, el agricultor chileno supo encontrar la forma de seguir trabajando la tierra para producir alimentos y diseñó un invernadero en el que puede desplazarse con su silla de ruedas y además ayuda en la rehabilitación e inserción laboral de personas con discapacidad.
“Toda mi vida estuve ligado al campo ya que mi papá es agricultor. Aunque desde los 17 años estaba pensando qué carrera estudiar, siempre he trabajado la tierra. Cuando sufrí el accidente comenzó la búsqueda de un proyecto para volver a la actividad agrícola, ya que nunca estuvo en mis planes trabajar desde una oficina. Entonces surgió esta idea de hacer un invernadero”, ha señalado Carrasco.
La iniciativa consiste en el diseño e implementación de espacios agrícolas productivos e inclusivos en los cuales una persona con capacidades diferentes se pueda desenvolver y adquirir herramientas para trabajar en diferentes labores agrícolas.
FarmHability cuenta con un invernadero de 250 metros cuadrados, con mesones adaptados para que cualquier persona pueda trabajar en ellos, y una serie de pasillos que permiten la movilidad para acceder a la tierra, a las herramientas y a las áreas de cosecha y empaque. La iniciativa es apoyada por la Fundación para la Innovación Agraria (FIA), dependiente del Ministerio de Agricultura de Chile.
Comercio agropecuario: un motor para impulsar a las economías latinoamericanas golpeadas por la pandemia
El Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) reunido esta semana de manera virtual ha destacado que el comercio agropecuario es clave para impulsar la economía de América Latina, que ha sido duramente golpeada por la crisis sanitaria.
El IICA y la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI) ha elaborado un documento base que brinda información para el diseño, implementación y financiamiento de un proyecto que fomente la convergencia regulatoria en el sector agroalimentario entre los países del Mercosur y de la Alianza del Pacífico.
Las autoridades asistentes a estos foros explicaron que el potencial del sector agroalimentario para contribuir con la reactivación económica de la región es muy significativo, pero se deben cumplir retos para reducir los obstáculos regulatorios que inciden en el comercio y encadenamientos productivos que son relativamente limitados.
Los productos agropecuarios representaron solamente un 25% del comercio total intra-Mercosur
Si bien el sector agrícola tiene un peso importante (43% en 2019) en las exportaciones del Mercosur al mundo, no ocurre lo mismo en el caso de la Alianza del Pacífico, para la que el sector agrícola representó solamente un 9% de sus exportaciones al mundo.
Un examen del comercio total (exportaciones + importaciones) entre y dentro de ambos bloques revela un dominio de los productos industriales: en 2019, los productos agropecuarios representaron solamente un 25% del comercio total intra-Mercosur, alrededor de 20% del comercio entre Mercosur y la Alianza del Pacífico, y un 14% del comercio intra-Alianza.
Entre 2016 y 2019, el Mercosur dirigió en promedio 6% de sus exportaciones agropecuarias al mismo Mercosur, y cerca de 4% a la Alianza del Pacífico. Estos porcentajes se reducen aún más en el caso de la Alianza del Pacífico (AP): solamente 4% de sus exportaciones fueron intra-bloque, y menos de 2% se dirigió a los países del Mercosur.