Movimientos, colectivos y organizaciones de los pueblos indígenas de la Amazonía han solicitado a los Gobiernos de la zona aplicar una moratoria a las actividades extractivistas en sus territorios para frenar lo que califican de «ecocidio, etnicidio y terricidio»



La Amazonía es el hogar de cientos de tribus indígenas, muchas de las cuales viven aisladas y son muy vulnerables al contacto con el exterior, debido a su forma de vida. Actualmente, estos pueblos originiarios se enfrentan a una triple amenaza provocada por el coronavirus, el desmantelamiento de las políticas medioambientales y la inacción internacional. Por eso, los movimientos, colectivos y organizaciones de los pueblos indígenas que conforman la Cuenca Amazónica han solicitado este domingo a los nueve países de la región aplicar una moratoria a las actividades extractivistas en sus territorios para frenar el «ecocidio, etnicidio y terricidio» que, señalaron, «avanzan más que el virus».
Esa es la principal reclamación que ha hecho la primera Asamblea Mundial por la Amazonía, llevada a cabo este sábado y domingo, de manera virtual, con la participación de movimientos indígenas de nueve países: Brasil, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Guyana, Guayana Francesa y Surinam. «Hay una ‘minga’ de resistencia dentro de las comunidades del bosque, del campo y de las ciudades que se organizan frente a la devastación y el hambre que continuarán después de esta pandemia, porque el ecocidio, etnocidio y terricidio avanzan peor que el virus», ha denunciado Fanny Cuiru, de la Organización de los Pueblos Indígenas de la Amazonía Colombiana (OPIAC).
La Amazonía es la mayor región de bosque tropical del planeta. Sin embargo, desde 1970 se ha perdido solo en Brasil una superficie forestal más grande que toda Francia, un desastre ambiental que, según organizaciones ecologistas como Greenpeace, se debe sobre todo a actividades extractivas como la ganadería, la minería o la industria maderera.
Esta destrucción constante de su entorno amenaza el modo de vida de las comunidades indígenas, que dependen de los ecosistemas selváticos para sobrevivir. Y es que, en todo el Amazonas viven más de 33 millones de personas (cerca del 8% de la población de Sudamérica) entre ciudades, comunidades ribereñas y pueblos indígenas. De hecho, paradójicamente, uno de los grandes problemas relacionado con la explotación del Amazonas es la falta de acceso a agua potable. Una lacra que afecta especialmente al pueblo yanomami, que conforman la tribu indígena relativamente aislada más numerosa de América del Sur. Por desgracia para ellos, la presencia de oro en sus tierras provoca que haya hasta 20.000 mineros ilegales, que contaminan las fuentes de agua para purificar metales.
Pero la explotación del pulmón del mundo no afecta solo a las comunidades locales, sino que daña gravemente la capacidad de la humanidad para luchar contra el cambio climático. En la década de los 90, la selva absorbía 2.000 millones de toneladas de CO2, una cantidad que ahora se ha reducido a la mitad.
Luchar contra la COVID-19
Por supuesto, la pandemia causada por el coronavirus también fue tratado durante estos dos días de Asamblea. Los responsables indígenes han señalado «el daño y la muerte» que está provocando la COVID-19 en las comunidades indígenas de la Amazonía, donde al menos 20.000 personas han sido contagiadas por este mal, según la Organización Panamericana de la Salud.
En esa línea, denunciaron que en la mayoría de regiones amazónicas hay indígenas contagiados por esta enfermedad, y que se hace urgente la presencia de una misión sanitaria de la Organización Mundial de la Salud, la Organización Panamericana de la Salud y redes sociales de salud para su atención oportuna.“El aumento diario de casos y fallecidos por coronavirus ha significado un duro golpe para los pueblos y nacionalidades indígenas de la Amazonía, cuyas comunidades se encuentran en una situación crítica”, han asegurado los participantes en la asamblea mediante un comunicado, en el que advierten de que la propagación de este virus expone a determinadas personas “a un serio riesgo de extinción”.
Sin embargo, tal y como ha señalado Gregorio Diaz Mirabal, del pueblo Wakuenai Kurripaco – Venezuela y coordinador general de la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (COICA), organizadores del evento, los indígenas consideran de vital importancia pensar «más allá de la enfermedad». «Nos reunimos para pensar más allá de la enfermedad porque queremos vivir una vida plena, un buen vivir, que respete a la naturaleza. Ya no queremos que nuestra riqueza cultural y natural solo sirva para llevar petróleo a las ciudades«, ha advertido el líder nativo.
«Ha llegado el momento que los pueblos amazónicos unidos puedan aportar al mundo de hoy un estilo de vida sobrio, solidario y sobre todo sincero de respetar a la persona humana, respetar las culturas y respetar nuestra naturaleza», ha explicado por su parte el cardenal Pedro Barreto de Perú, jesuita y vicepresidente de la Red PanAmazónica (REPAM), que reafirmó el compromiso de la Iglesia católica con los fines del cuidado de la naturaleza porque es algo que corresponde a la humanidad.
