A 9.646 km de Madrid (España), en la costa mexicana bañada por el Océano Pacífico, justo en el estado de Baja California Sur, existe una isla llamada Natividad, inmersa en la Reserva de la Biosfera del Vizcaíno, una de las 34 que existen en todo el país de México. Esta zona es especial, porque el centro de la reserva es la propia isla, en la que se da una circunstancia extraordinaria: no existen mamíferos depredadores. Por este motivo es un santuario de aves, donde se incluyen muchas especies endémicas. Además, en las aguas existe un ecosistema único en México, que es el bosque de sargazo gigante.
Esta isla, de reducidas dimensiones (tan solo 8,6 kilómetros cuadrados) y con una pista de aterrizaje de 1,2 kilómetros, está poblada por unos 500 habitantes en temporada alta, que están relacionados directa o indirectamente con la Sociedad Cooperativa de Producción Pesquera Buzos y Pescadores de Baja California, establecida en la zona desde hace 78 años (1942).
Son los pescadores y sus familias. Aquí abundan los crustáceos, como las langostas y moluscos, fundamentalmente el abulón u oreja de mar (Haliotis sp.). Pero también el caracol, pepino de mar, erizo, sargazo y pescado. Una de sus habitantes es Elba, y ella misma se define así: “Mi nombre es Elba López, soy ama de casa, esposa, mamá, y también tengo la dicha de ser buza comunitaria, actividad que ha cambiado mi vida y la de mi familia”.
Desde el año de su constitución (1999), la ONG civil mexicana Comunidad y Biodiversidad A.C. (COBI) trabaja con comunidades rurales, promoviendo la conservación marina y el manejo sostenible de los recursos pesqueros, con la vinculación de la comunidad, para que se formen comunidades resilientes y océanos saludables.
En 2005 comenzaron un programa para instruir en técnicas de buceo PADI-Open Water a pescadores. Y seis años después, tras la solicitud de las mujeres de la comunidad para participar también en este programa, COBI amplió la oferta a las mujeres. Curiosamente, las interesadas fueron las esposas de la primera generación de buzos. Elba entró en el segundo año, 2012, cuando siete compañeras ya habían participado el año anterior.
La historia de Elba López
Elba López, oriunda de Los Mochis (Sinaloa), había vivido en una pequeña comunidad hasta que se marchó a la isla, con 16 años. Se casó muy joven con un pescador socio de la cooperativa y se dedicó a las tareas del hogar. El matrimonio tuvo dos hijos, Marley de 12 años, y Azul, de nueve.
A esta sinaloense siempre le había gustado el mar, pero nunca había buceado. Fue en 2012 cuando, entre otras 14 compañeras, Elba fue seleccionada para ser buzo monitora. Y, desde hace dos años, cuando bucea, también se dedica a fotografiar el entorno marino. “Mires donde mires, es un auténtico tesoro. Te pierdes en el paisaje de lo hermoso que es”.
Con su monitoreo oceanográfico y biológico, las buzas contribuyen a informar del estado de las aguas de la zona de la reserva y las de pesca, y también a tomar las decisiones que sean necesarias. De hecho, gracias a la información que proporcionaron, la cooperativa creyó necesario dejar de capturar abulones durante seis años consecutivos, a pesar de que las autoridades pesqueras les autorizaban, y gracias a ello se recuperó el volumen de pesca y se duplicó la cuota.
En México, donde existe una brecha considerable en la igualdad de género, su ejemplo está sirviendo para combatir el “no puedo” que cierra las puertas a muchas iniciativas, ya que, aunque físicamente no se dediquen a la extracción, con el registro de sus datos influyen en la toma de decisiones para que la pesca se realice en las condiciones óptimas del ecosistema.
Este proceso ha contribuido al empoderamiento de las mujeres de Natividad. En COBI han tratado de ofrecer una visión más amplia e integral de lo que es el sector pesquero, pretendiendo desterrar la idea de que el pescador sea un hombre de mediana edad en medio del mar con una lancha. En realidad, el sector pesquero va mucho más allá de la extracción. Y una parte del proyecto de Elba es demostrar todo esto. Con orgullo.
Las sirenas de Natividad
En 2017, dentro del programa Igualdad en el mar, cuyo objetivo era alcanzar la participación igualitaria de hombres y mujeres en los procesos de toma de decisiones de conservación marina y pesca sostenible, COBI creó la iniciativa El Barco por la Igualdad de género en el mar, en colaboración con el barco Quino el Guardián, con la idea de reconocer la contribución de las mujeres en actividades con conservación marina e incentivar a las nuevas generaciones de mujeres a involucrarse en este tipo de actividades.
Aquí se formalizan todas las actividades desarrolladas hasta entonces (monitoreo, cooperativismo, fortalecimiento de capacidades en cuestiones técnicas y humanas, contribución a la ciencia ciudadana…). Con ello, no buscan que haya más mujeres pescadoras, sino que las que estén en el sector se les reconozca su contribución, adoptando la posibilidad de tomar decisiones. Para ello, las aspirantes debían presentar un proyecto en consonancia con el tema tratado en cada campaña, ya que el número de plazas era limitado.
En su segunda edición, en 2019, titulado Sororidad en el mar. Mujeres apoyando a mujeres, Elba presentó el proyecto de Sirenas de Natividad, con el que ganó su plaza en el barco. Se había percatado de que las fotos que subía a una red social de buzas en México tenían mucha repercusión, así que decidió crear una página propia titulada Sirenas de Natividad, inspirada en las Haenyeo, expertas buceadoras comunitarias de Corea del Sur.
Quiso mostrar cómo una mujer, ama de casa puede ser también buza y participar en la ciencia ciudadana, contando el día a día, sus inmersiones y sus monitoreos. Las suyas, y las de las demás mujeres que participan en el proyecto. “Ha tenido un gran alcance. Mucha gente comparte sus vídeos y fotos y me dan las gracias por poner tan alto al género femenino. Hay mujeres que me dicen que no se atreven a meterse en el agua o nadar y yo les cuento mis experiencias, nadando con meros o tiburones”.
La labor realizada en el Quino el Guardián, junto a los datos recogidos por los monitoreos y diversas actividades realizadas por COBI, la cooperativa y demás organizaciones, fue enviada a Fiorella Michelli, entre otros muchos científicos que desarrollan el proyecto, a lo que Elba replicó: “Yo no he podido estudiar, pero ahora mi trabajo sirve para la Universidad de Standford”.
“Es algo que me apasiona, y que no sabía que era capaz de realizar. Ahora siempre estoy dispuesta. A cualquier hora que me digan, voy.”, añade.
Además del beneficio social que ha supuesto Las sirenas de Natividad, un efecto colateral ha sido su tímida apertura al turismo. Este lugar parece detenido en el tiempo, y todavía pueden contemplarse tiburones de siete branquias, meros gigantes, langostas de 40 centímetros o abulones de grandes dimensiones que ya no se ven en otros lugares de California. Este año ya ha habido alguna propuesta para visitarla, pero la COVID-19 lo ha impedido.
Precisamente debido a la pandemia, la organización COBI no pudo acudir a la isla, pero el proyecto científico no se detuvo, porque el equipo de buzos, con sus capacidades ya adquiridas, pudo obtener los datos de los sensores y realizar el monitoreo biológico.
También es importante destacar el apoyo que los pescadores han dado a sus esposas. A Elba, cuando sale a bucear, su esposo la apoya en tareas del hogar. De hecho, cuando las buzas tuvieron que ir a Panamá a exponer su proyecto, entre la cooperativa y sus esposos ahorraron el dinero para el viaje, pudiendo ser todos partícipes del proyecto de Las Sirenas de Natividad.
