Día Mundial sin Coches: la salud de las ciudades se juega en las calles

Día Mundial sin Coches: la salud de las ciudades se juega en las calles

Como broche para concluir la Semana Europea de la Movilidad se conmemora el Día Mundial sin Coches, una jornada en la que se pone de manifiesto las consecuencias sobre el medio ambiente y la salud que acarrea el abuso de estos vehículos en la ciudad y la necesidad de avanzar hacia un mix de transporte más sostenible y limpio


El destino es, en ocasiones, un ente caprichoso al que le gusta jugar con nosotros para demostrar la fragilidad que tenemos como especie en este mundo y, al mismo tiempo, nuestra capacidad de superación.

Uno de los últimos ejemplos lo hemos podido vivir de la mano del coronavirus, sin embargo, la historia está llena de otros grandes momentos, como aquella vez hace 200 años en la que tuvimos en nuestra mano la llave que nos cerró el futuro sostenible que tanto anhelamos en el presente.

Corrían las primeras décadas del siglo XIX. El surgimiento del motor a vapor había supuesto el inicio de una imparable escalada de desarrollo, impulsada a su vez por una apasionada carrera de ciencia e innovación en la que los expertos más curiosos del mundo se lanzaron a fabricar los artefactos que nos harían la vida mucho más fácil.

Uno de ellos fue el automóvil: un carruaje desprovisto de animales que, equipado con un arcaico motor, tenía la especial cualidad de transportar personas y otras mercancías sin un aparente esfuerzo. Se trató de una variación de su hermano mayor, el ferrocarril, pero con el fin de ser utilizado principalmente dentro de núcleos urbanos y desplazamientos cortos.

La aceptación de este concepto fue más que abrumadora y en poco tiempo se puso disposición de los ciudadanos los primeros coches impulsados por vapor que, debido a su carencias técnicas, cedieron el testigo a una siguiente generación de vehículos que utilizaron la electricidad como materia prima principal, algo para nada extraño pues este tipo de energía estaba en auge en el siglo XIX.

El primer automóvil que consiguió sobrepasar la barrera de los 100 kilómetros por hora fue La Jamais Contente, un bólido de 1889 que montaba un motor eléctrico. Esa velocidad era casi el triple que la que solía alcanzar un coche eléctrico de uso convencional (35km/h)

Por este motivo, y aunque parezcan novedosos en la época actual, no debería ser una sorpresa saber que los primeros coches con motores eléctricos se ensamblaron entre los años 20 y 30 del siglo XIX y se perfeccionaron al final de esa centuria. Lo que si que supuso todo una revolución fueron sus características técnicas ya que su pequeño tamaño, en comparación con lo de vapor, su potencia y la nula emisión de humos molestos para los conductores los convirtieron en los vehículos perfectos para moverse por ciudad.

Sin embargo, estos coches mostraban un serio inconveniente: sus baterías tenían una duración muy reducida y requerían de una importante inversión de tiempo para cargarlas. Este problema, si bien no era un inconveniente al principio, poco a poco se convirtió en un lastre para el coche eléctrico ya que su competidor más directo, el vehículo con motor de combustión interna, era muy superior en este aspecto. Tan solo hacía falta adquirir gasolina, que en aquella época se compraba en farmacias, y verterla en un depósito del coche para hacer funcionar el motor.

Este motivo, junto a los avances conseguidos en los motores de combustión, supuso la excusa perfecta para apostar a principios del siglo XX por el motor de combustión y el petróleo, la materia prima de la que extraía su combustible.

Motores contaminantes

A pesar de los grandes avances conseguidos gracias a los motores de combustión interna, la humanidad siente un remordimiento agridulce por aquel camino escogido que solo se aliviará con la llegada de un cambio de paradigma que elimine estos motores de los aspectos más cotidianos de nuestras vidas. La raíz de ese remordimiento son los subproductos originados durante la combustión que, una vez acabada, lanza a la atmósfera potentes gases de efecto invernadero que son responsables del calentamiento de nuestro planeta.

Emisiones de CO2 emitidas por el transporte (sin contar con la aviación) en la UE | Foto: CE

Es cierto que los desarrollos técnicos y la utilización de combustibles más eficientes han permitido reducir considerablemente generación de estos gases hasta un límite apenas imaginable hace 20 años. Sin embargo, la enorme cantidad de vehículos que existe en el mundo apenas compensa la disminución conseguida.

Tal es así que la Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA) señala que la contaminación de los vehículos no ha parado de incrementarse durante los últimos años, siendo responsables de la emisión del 27% de los gases de efecto invernadero en Europa, siendo los vehículos terrestres autores del 22%.

Además, cabe destacar que la mera existencia de estos motores choca con las intenciones de conseguir una Europa neutral en términos de carbono para el 2050, en sintonía con lo estipulado en el Acuerdo de París.

Por no hablar de que la contaminación que emana de estos no solo es perjudicial para el medio ambiente, sino que la salud de las personas también está comprometida. Esto es porque la mayoría de los vehículos circulan dentro de los núcleos urbanos, en particular en las ciudades, unos emplazamientos donde quedan atrapados a baja altura gases altamente nocivos que generan estos motores, como los óxidos de nitrógeno. En el caso de introducir constantemente estos elementos en nuestro sistema respiratorio, se pueden producir enfermedades irreversibles o incluso la muerte.

Escasez de petróleo

Además de la contaminación que acarrean, los combustibles de combustión interna dependen del constante suministro de petróleo, un recurso no renovable que comienza a ser escaso en nuestro planeta. Estimaciones creen que la humanidad acabará con las reservas de petróleo de aquí a 40 años si se continuara con el actual ritmo de consumo.

En este sentido, en el año 1973 se produjo una importante crisis relacionada con el abastecimiento de petróleo que abrió los ojos a numerosos gobiernos sobre la fragilidad de este recurso.

Casi 10 años después se empezaron a organizar jornadas en las que se animaba a no usar el automóvil para recuperar la libertad perdida en las ciudades por estas máquinas y a principios del nuevo siglo, a la par del nacimiento de la Semana de la Movilidad, se estableció el 22 de septiembre como el Día Mundial sin Coche.

En la actualidad, la AEMA señala  que el aire contaminado, sobre todo en las ciudades, es responsable de arrebatar la vida a unas 400.000 personas al año en los 28 países que componen la Unión Europea. En España, el Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana (Mitma) señala que esa cifra se sitúa en unas 29.000 personas.

Además, el transporte en las ciudades también acarrea otros inconvenientes en la salud que pueden desembocar en problemas mentales e incluso en la muerte, como lo es la contaminación acústica. Un aspecto fundamental es también la recuperación del espacio ciudadano y público, conseguir liberar espacios aptos para peatones que ahora están ocupados por los vehículos.

Un futuro sostenible

Por este motivo, y en vista de un futuro donde la Organización de las Naciones Unidas (ONU) prevé que el 80% de la población se localice en el interior de las ciudades, los gobiernos de todo el mundo ven imperativo trabajar para que la movilidad urbana se transforme a corto plazo.

Por suerte, España cuenta con dos importantes herramientas para este cometido. Por un lado, se encuentra la Agenda Urbana Española (AUE), un documento estratégico y de adhesión voluntaria que, en sintonía con la Agenda 2030, persigue alcanzar el desarrollo urbano sostenible dentro de nuestras fronteras.

“Los objetivos planteados pretenden cambiar el paradigma de lo que nosotros esperamos y queremos de una ciudad. Por tanto, busca huir de ese de la definición de ciudad como un entorno sectorizado, donde, por ejemplo, la vivienda y la movilidad estén separadas, con el fin de que todas las medidas que se tomen tengan una lógica y estén verdaderamente integradas”, explican desde el Mitma

Por el otro, se encuentra la recién presentada Estrategia de Movilidad Segura, Sostenible y Conectada, una hoja de ruta que pretende colocar al ciudadano en el centro de la política de movilidad y con la que se aspira a solucionar sus problemas en este aspecto dentro de las ciudades.

Por ahora, y aunque ya se están aplicando, se tratan de dos medidas en pañales que no comenzarán a dar sus frutos hasta dentro de varios años. Por ello, la única herramienta con la que podemos combatir estos desafíos urbanos es a través de la concienciación ciudadana, que se apoya en iniciativas como el Día Mundial sin Coches que se celebra hoy y que pone el broche final a la Semana de la Movilidad Europea.

Tal y como detalla la ONU, se trata de una jornada que pretende animar a los conductores a dejar de lado sus coches por un día para destacar los beneficios que obtendríamos si los motores que utilizan desapareciesen de estos entornos tan sensibles y apostásemos por otro tipo de movilidad más sostenible.

Cabe destacar que este día no pretende eliminar estos vehículos de nuestras vidas, sino todo lo contrario: hacernos ver el papel, tanto positivo como negativo, que juegan dentro de nuestras vidas y la necesidad de apostar por alternativas mucho más limpias, como el transporte público, bicicleta o vehículos eléctricos, que velen por las personas que viven en las ciudades.

Como dice Rob de Jong, jefe de la Unidad de Movilidad y Calidad del Aire de ONU Medio Ambiente: “La mayoría de las ciudades se han diseñado en torno a la movilidad para automóviles, y ya es hora de que cambiemos esto y comencemos a diseñar ciudades en torno a la movilidad humana”.

Como un capricho del destino, la humanidad ha vuelto a ese punto de partida en el que se encontraba hace 200 años. Por delante tenemos un decenio lleno de desafíos que solo se podrán solventar si realizamos una apuesta sensata que encabece la recuperación verde que tanto buscamos. El momento de demostrar que conocemos nuestra historia y que no estamos dispuestos a repetirla de nuevo.

Bicicleta, la gran protagonista

Convertida en uno de los medios más empleados por los ciudadanos para desplazarse durante la desescalada al ser de uso individual y favorecer la distancia social, la bicicleta ha ido ganando terreno hasta convertirse en una de las protagonistas del Día Mundial sin Coches.

«Tendremos que esperar a conocer las cifras oficiales para saber cómo ha incidido la crisis sanitaria pero, si miras a la calle, es fácil darse cuenta de que hay más bicicletas que nunca«, resume Nacho Tomás, secretario técnico de la asociación Red de Ciudades por la Bicicleta (RCxB).

Tomás considera que el coronavirus «ha servido para ver que las ciudades están diseñadas para los coches», ya que muchos ciudadanos han descubierto «aceras muy pequeñas que no permitían el distanciamiento de seguridad y carriles enormes completamente vacíos«.

El problema no es sólo que los automóviles tengan «la mayor parte de la infraestructura urbana dedicada a ellos», añade el responsable de ciclismo urbano de la asociación Pedalibre Miguel de Andrés, sino que, en el caso concreto de la bicicleta, además «tiene que resultar cómoda y atractiva para poder competir con el coche, que es muy confortable y eficaz».

Para ello, De Andrés pide más inversión en vías ciclistas «de calidad» cuya construcción es «infinitamente más barata que la de una autovía», así como una mayor concienciación de que las bicicletas «no son sólo para ocio y deporte, sino que constituyen un medio de transporte».

Además de promover una movilidad más sostenible, estos vehículos aportan beneficios para la salud pública ya que, según un estudio del Instituto de Salud Global de Barcelona, si las ciudades europeas ampliaran sus redes de carriles bici, podrían evitarse hasta 10.000 muertes prematuras asociadas a la contaminación, el sedentarismo y los accidentes de tráfico.

En todo caso, el número de ciclistas continúa creciendo: el año pasado se superó la barrera de los 20 millones de personas usuarios de bicicleta, según el Barómetro de la Bicicleta en España 2019, lo que significa que más de la mitad de la población entre 12 y 79 años emplea este vehículo «con alguna frecuencia».



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