Este 7 de septiembre se celebra por primera vez el Día Internacional del Aire Limpio por un cielo azul, una nueva efeméride con la que Naciones Unidas quiere recordar la necesidad de limitar la polución para mejorar la salud y la vida cotidiana de las personas



La contaminación atmosférica mata. Aunque sus efectos directos son invisibles y a menudo ignorados, esta consecuencia de la actividad humana es responsable cada año de aproximadamente 6,5 millones de muertes prematuras en todo el mundo. Cada día, partículas invisibles de polución penetran en nuestros pulmones, nuestra sangre y nuestros cuerpos, siendo responsables de aproximadamente un tercio de las muertes por accidente cerebrovascular, enfermedad respiratoria crónica y cáncer de pulmón, así como de una cuarta parte de las muertes por ataque cardíaco. La falta de aire limpio supone por tanto una terrible tara para la salud de muchas persona,s que Naciones Unidas quiere combatir a través de la concienciación.
Por eso, este lunes 7 de septiembre se celebra por primera vez el Día Internacional del Aire Limpio por un cielo azul, una efeméride que bajo el lema «Aire limpio para todos» busca convencer a la población de actuar cuanto antes contra la contaminación atmosférica. Y es que estamos hablando de un problema mundial que tiene repercusiones de largo alcance debido a su vasta propagación: si no se produce una intervención agresiva, el número de muertes causadas por la contaminación del aire en espacios abiertos va camino de aumentar en más de un 50% antes de 2050.
Un problema mundial que, como tantos otros, se reparte de manera desigual, afectando de manera desproporcionada a los más vulnerables. Es cierto que la mala calidad del aire plantea un reto en el contexto del desarrollo sostenible para todos los países, pero su incidencia es mucho mayor en las ciudades y las zonas urbanas de los países en desarrollo, donde los niveles de contaminación atmosférica son superiores a los límites establecidos en las directrices sobre calidad del aire de la Organización Mundial de la Salud. De las 30 ciudades del mundo con la peor calidad del aire, 21 están en la India y las otras 9 se reparten entre el Sudeste Asiático, África y Oriente Medio, según el ránking elaborado anualmente por World Air Quality.
Además, en los países en desarrollo, este tipo de contaminación afecta en particular a las poblaciones de bajos ingresos, que a menudo están expuestas a altos niveles de contaminación del aire en interiores y en espacios abiertos resultante de los métodos de cocina y calefacción que utilizan leña y queroseno.
Por otro lado, la polución no solo afecta a la salud, sino que tiene un importante impacto sobre la economía. Naciones Unidas hace hincapié en los elevados costes de esta contaminación en el desarrollo, la productividad laboral, la atención sanitaria y el turismo, entre otros. Por tanto, es importante no subestimar los beneficios que supondría invertir en el control de dicha contaminación.
El ejemplo de Montreal
La polución supone un reto mayúsculo por la necesidad de lograr una verdadera gobernanza global para combatirlo: si no hay un consenso entre países para que todos reduzcan sus emisiones, es imposible lograr un aire limpio de manera global. Sin embargo, la comunidad internacional ya ha demostrado que es capaz de frenar la contaminación atmosférica si se lo propone y llega a acuerdos, como prueba el innegable éxito del Protocolo de Montreal. Este tratado internacional lanzado en 1989 cuenta con el apoyo universal de 198 partes de la ONU y ha logrado la eliminación de casi el 99% de las sustancias agotadoras del ozono.
Ahora mismo, la capa de ozono está en camino a la recuperación. Hace apenas un año, el Servicio de Monitoreo de la Atmósfera de Copérnico (CAMS) anunció que el agujero de esta protección atmosférica había disminuido su tamaño entre hasta alcanzar unas dimensiones nunca vista desde mediados de los años 80. Una mejora drástica que se traduce en importantes beneficios para la salud y la economía: hasta dos millones de casos de cáncer de piel prevenidos cada año, 1,8 billones de dólares en beneficios de salud global y casi 460 mil millones en daños evitados a la agricultura y la pesca.
El ejemplo a seguir está claro, pero el tiempo apremia. Aunque la comunidad internacional es muy consciente en la actualidad que la mejora de la calidad del aire puede ayudar a reducir las consecuencias del cambio climático y que las medidas de mitigación del cambio climático pueden mejorar la calidad del aire, falta todavía mucho trabajo por hacer. La solución al problema del aire limpio pasa tanto por políticas nacionales como internacionales que reduzcan significativamente la quema de combustibles fósiles y el uso de tecnologías contaminantes como el carbón o la movilidad propulsada por la combustión.
Según apunta el Secretario General de la ONU, el portugués António Guterres, «necesitamos un cambio drástico y sistémico». Para lograrlo, los países deben comenzar por «poner fin a los subsidios para los combustibles fósiles» y aumentar la cooperación internacional para que los países pueden «ayudarse los unos a los otros en la transición a las tecnologías no contaminantes».
En cualquier caso, «hoy más que nunca se necesitan normas, políticas y leyes ambientales reforzadas que impidan las emisiones de contaminantes atmosféricos». El estreno de este Día Mundial del Aire Limpio debe ser tan solo el primer paso en el combate contra una polución que nos afecta a todos, pero se ceba especialmente con los más vulnerables.
