La desigualdad económica potencia la crisis climática

La desigualdad económica potencia la crisis climática

El 1% más rico de la población mundial ha sido responsable de más del doble de contaminación por dióxido de carbono que los 3.100 millones de personas que componen la mitad más pobre de la humanidad durante los últimos 25 años


La desigualdad extrema de las emisiones de carbono en las últimas décadas es el principal desencadenante del actual colapso climático. Esa es la conclusión de un nuevo estudio realizado por la ONG Intermon Oxfam, que revela que el 1% más rico de la población mundial (aproximadamente 63 millones de personas) generó el 15% de las emisiones acumuladas en los últimos 25 años, el doble que la mitad más pobre de la población mundial, que suma más de 3.100 millones de ciudadanos. Una injusticia climática que provoca que aquellos que precisamente son menos responsables del calentamiento global sean los que más sufren sus posibles consecuencias.

Entre 1990 y 2015, las emisiones anuales se incrementaron en un 60%, y las emisiones acumuladas se duplicaron. Sin embargo, no todas las personas tuvieron la misma responsabilidad en el agravamiento de la crisis climática. Si el 1% más rico contaminó el doble que la mitad más pobre de la población mundial, el 10% mejor situado económicamente, que apenas suma 630 millones, generó el 52% de las emisiones de carbono acumuladas. Esto quiere decir que una minoría está consumiendo desproporcionadamente del presupuesto global de carbono, que define el límite máximo de emisiones que pueden acumularse para mantener el incremento de la temperatura global por debajo de un determinado nivel, en este caso los 1,5°C que marca el Acuerdo de París.

El consumo excesivo de una minoría adinerada está alimentando la crisis climática, pero son las comunidades pobres y los jóvenes quienes están pagando el precio. Una desigualdad de carbono tan extrema es una consecuencia directa de la búsqueda de nuestros gobiernos de un crecimiento económico extremadamente desigual e intensivo en carbono», ha asegurado Tim Gore, director de Política Climática en Oxfam.

Las consecuencias de no actuar contra esta desigualdad ya son desastrosas. Solo en 2020, y con apenas un 1°C de calentamiento global con respecto a los niveles de 1990, el cambio climático ya ha provocado ciclones mortales en India y Bangladesh, enormes enjambres de langostas que han devastado cultivos en África y olas de calor e incendios forestales sin precedentes en Australia y Estados Unidos. Y, aunque nadie es inmune a los efectos de la crisis climática, al final son las personas más pobres y marginadas las que con diferencia se ven más afectadas por estas catástrofes. Por ejemplo, las mujeres corren un mayor riesgo de sufrir violencia y abuso después de un desastre natural.

«La crisis climática se ha agravado en las últimas dos o tres décadas, y el limitado presupuesto global de carbono se ha malgastado al servicio de aumentar el consumo desproporcionado de las personas ya acaudaladas, en lugar de invertirlo en contribuir a que las personas puedan salir de la pobreza», afirma el informe de Oxfam, que señala también que los Gobiernos «deben dar prioridad a las medidas para hacer frente a la crisis climática y a la crisis de desigualdad, que son inseparables, y ponerlas en el centro de la agenda de la recuperación tras la pandemia de COVID-19″.

Una crisis de desigualdad

En los veinticinco años transcurridos entre 1990 y 2015 se ha producido un rápido aceleramiento de la crisis climática, con un incremento de cerca del 60% de las emisiones de carbono anuales a nivel global, mientras que el total de las emisiones acumuladas en la atmósfera prácticamente se ha duplicado desde mediados del siglo XIX. Sin embargo, durante este mismo período, en el que también se ha duplicado el PIB mundial, la desigualdad en el nivel de ingresos se ha incrementado en todo el mundo mientras que el porcentaje del ingreso nacional en manos del 1 % más rico de la población aumentaba.

Además, la distribución de los porcentajes de emisiones correspondientes a cada grupo de ingreso apenas ha cambiado en 25 años. Aunque en países como  China e India haya millones de personas que han conseguido salir de la pobreza, lo cual se ha traducido en un considerable incremento tanto de sus ingresos como de las emisiones de carbono vinculadas al aumento de su consumo, lo cierto es que las emisiones asociadas al consumo de los más ricos no han dejado de crecer. Si bien el mayor incremento per cápita de las emisiones asociadas al consumo tiene su origen en el grupo intermedio (o “clases medias” globales, cuyo punto de partida era muy bajo), los grupos que han contribuido en mayor medida al aumento de las emisiones globales en términos absolutos son los de mayores ingresos.

El informe de Oxfam apunta que, por otro lado, el crecimiento económico desigual ralentiza el ritmo de reducción de la pobreza, el Objetivo de Desarrollo Sostenible más importante. Según sus estimaciones, al ritmo actual, serán necesarios 200 años para que toda la población mundial viva por encima del umbral de pobreza de 5,50 dólares anuales, lo que para los autores del estudio significa que el enfoque actual para reducir la pobreza resulta «enormemente ineficaz» y es «indefendible desde el punto de vista ético».

Concretamente, la mayor parte de la desigualdad en las emisiones proviene, con diferencia, del transporte: el 10% más rico de la población hace muchos más desplazamientos por carretera y coge muchos más vuelos. Este patrón parece ser común en todas las regiones, ya que el 10% más rico del mundo consume cerca del 45% de la energía vinculada al transporte terrestre, y cerca del 75% de la energía vinculada a la aviación, mientras que para el 50% más pobre, estas cifras son tan solo del 10% y el 5%, respectivamente.

Oxfam concluye que los Gobiernos «tienen ante sí una última e histórica oportunidad para comenzar a construir unos sistemas económicos más justos que respeten los límites de nuestro planeta, creando para ello los empleos dignos necesarios en la actualidad, y reforzando la resiliencia de las personas más vulnerables ante los impactos, salvaguardando también el clima para las futuras generaciones».



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