¿A qué esperamos para remediar los efectos del cambio climático? - EL ÁGORA DIARIO

¿A qué esperamos para remediar los efectos del cambio climático?

El actual cambio climático hará cada vez más frecuentes e intensos los eventos meteorológicos extremos. Lo sabemos pero se hace poco por ponerles remedio. Antonio Ruiz de Elvira, catedrático de Física Aplicada de la Universidad de Alcalá de Henares reflexiona sobre esta situación y anima a ponernos manos a la obra


Antonio Ruiz de Elvira Catedrático de Física Aplicada de la Universidad de Alcalá de Henares


DANAS, vórtices, borrascas, huracanes, tifones. Imágenes de calles, viviendas, carreteras inundadas, vehículos arrastrados, torres eléctricas caídas. La fuerza del agua.

Cuando llueve fuerte, si allí donde llueve no está todo bien preparado, el agua arrasa lo que encuentra.

El agua que cae por las laderas desnudas se acelera como la piedra que cae en el aire. El agua que cae sobre zonas planas sin drenaje se acumula y llena los bajos de los edificios.

Reconocer esto es el primer paso para controlar los daños. Nunca hay avalanchas de agua si las laderas donde descarga el agua están llenas de árboles y vegetación verde con raíces. Una muy considerable extensión del territorio español está desnuda de bosques. Esto tiene dos consecuencias, ambas dañinas: las riadas no se frenan, y estas riadas se llevan el suelo, desertizando el territorio. Luego, es casi imposible volver a plantar, al menos, volver a plantar árboles.

En inundaciones como las del Bajo Rin de este verano se comprueba que si el agua de lluvia se canaliza hacia los ríos, estos generan inundaciones. Esto mismo pasa en las ramblas del Levante español. Los ríos deben ser la salida del agua de la esponja que es el suelo que los rodea, y que, una vez empapada, va desaguando poco a poco en el sistema capilar de los ríos y sus afluentes. El agua de lluvia debe permear el suelo, mediante un sistema de conductos similares a los capilares del cuerpo animal.

Claro, si el suelo está muy seco cuando llueve, ese suelo se comporta como el hormigón o el asfalto: No empapa. Para esto se precisa el sistema de raíces de los árboles y los matorrales.

Como en todos los problemas medio ambientales, las soluciones no son del momento, sino que exigen muchos años de prevención. Pasa esto en un problema que no es de inundaciones, al menos, no de inundaciones de agua, aunque sí de inundaciones de productos nitrogenados, en lagos y lagunas como el Mar Menor.  Hoy no hay solución inmediata para ese problema, pero si hace 20 años se hubiese diseñado un dique subterráneo de 20 metros de profundidad rodeando la laguna por la parte de tierra, y un sistema de recogida de efluentes para su tratamiento químico (una EDAR para el producto del sistema de fertilizantes) hoy este problema no existiría.

Un bombero observa unos coches arrastrados hasta la playa en les Cases d’Alcanar (Tarragona) por la lluvia torrencial, que ayer descargó 77 litros de agua por metro cuadrado en media hora. | Foto: EFE/Quique García

Si llueve fuerte y rápido sobre las ciudades, el problema es el sistema de desagües. La ley básica de la física de fluidos es la conservación de la masa. Por una tubería pasa siempre la misma cantidad de agua por unidad de tiempo, sea cual sea su sección. Por eso el flujo se acelera al pasar de una sección ancha a una estrecha. ¿Solución? Comparar el flujo de agua cuando sale del grifo y cae sobre un embudo y cuando lo hace sobre un colador limpio. En el colador limpio no hay nunca atascos (inundaciones) y no se acelera el agua.

Si las ciudades tienen un número elevado de alcantarillas y estas están limpias, es decir, por ellas pasa el agua, no se producen inundaciones. Ocurre como con los incendios forestales: El fuego se propaga por el sotobosque, por los matorrales secos, la hojarasca no quitada. En Soria, que vive en parte de sus bosques, no suele haber incendios. En las ciudades que mantienen limpias sus alcantarillas y sus sistemas de desagüe, no suele haber inundaciones.

«El cambio climático actual es una intensificación de los fenómenos meteorológicos extremos»

Y estas inundaciones van a ir creciendo en número e intensidad según avancemos en un siglo XXI en el que nos resistimos a frenar el calentamiento del planeta. Los mares están cada vez más calientes, aunque sea un grado, y ese grado genera mucho más vapor de agua, sobre todo en el Mediterráneo. El chorro polar, como comencé a indicar hace unos 20 años, cuando se solían rechazar mis indicaciones, hace meandros cada vez más profundos, de manera que hoy más que ayer entra aire frío sobre zonas donde el aire caliente a nivel del suelo tiene mucho contenido en vapor de agua: Al ascender el aire el vapor condensa y descarga agua líquida en mucha cantidad y muy deprisa.

Cambio climático ha habido siempre. Gotas frías (como se llamaban antes las DANAs) también. El cambio climático actual es una intensificación de los fenómenos meteorológicos extremos. Ha habido épocas de la historia del planeta en las cuales las tundras canadiense y siberiana han estado libres de hielo. Cuando hablamos ahora de cambio climático nos referimos, por ejemplo, a que hoy estas tundras se están deshelando a velocidad de vértigo, lo mismo que el océano ártico.

Huracanes y borrascas ha habido siempre, como ha habido epidemias globales o pandemias. Esta actual que tanto da que hablar, es una nadería comparada con la gripe de 1918,  mal  llamada gripe española. Pero lo que nos interesa es esta epidemia de COVID, no aquella de hace más de un siglo. Nos interesa este cambio climático, no los de hace millones de años.

Como con las inundaciones, los incendios, la subida del nivel del mar, las olas de calor y de frío, el cambio climático actual se puede controlar, pero se precisan muchos años para hacerlo, y no se hace.

«Quienes tienen que actuar se quedan con la boca abierta ante las catástrofes, sean éstas pandemias, inundaciones, fuegos o heladas»

Cuando llegó sobre España la tormenta de nieve y hielo de enero de 2021, no había nada preparado para combatir sus efectos. Los ciudadanos estuvimos confinados en nuestras casas sin que nadie, salvo nosotros mismos, acudiese a ayudarnos. El parque de quitanieves era (y sigue siendo) muy escaso, y no había posibilidad de acceder a grandes cantidades de sal desde las primeras horas de la tormenta. Para estos casos las autoridades deben tener preparados protocolos (que no cuestan nada) de respuesta rápida, y máquinas (cuyo coste, comparado con el de los daños, es despreciable) preparadas para actuar según esos protocolos. No había ni protocolos ni máquinas.

Estamos como antes de la era industrial en muchos casos: Quienes tienen que actuar se quedan con la boca abierta ante las catástrofes, sean éstas pandemias, inundaciones, fuegos o heladas. No hay preparados institutos capaces de producir vacunas contra nuevas variedades de virus en plazos mínimos, no hay sistemas de limpieza de bosques que mantengan estos limpios todo el año, no hay protocolos ni máquinas ante las heladas, no se reforestan las tierras, no se convierten los suelos en permeables.

Todo esto es posible hacerlo, y cuando se compara el gasto para ello, con los costes de ataques víricos, fuegos, heladas, inundaciones, y demás extremos, ese gasto es despreciable.

De la misma manera, el dinero y los recursos empleados en frenar el cambio climático (es decir, pasar a una economía solar) se recuperan con creces en puestos de trabajo y energía capturada de forma gratuita desde el sol.

Aparecen constantemente noticias de que puede haber reactores nucleares de fusión a la vuelta de la esquina (estas mismas noticias empezaron a aparecer en 1950). Esto es una solemne tontería: Tenemos ya un reactor nuclear de fusión que se llama el sol, que nos proporciona toda la energía que queramos, de forma inmediata y gratuita una vez realizada la inversión necesaria. ¿Para qué queremos otros reactores de fusión?

Las inundaciones y otros desastres medio ambientales se pueden controlar.

Pero hay que ponerse a ello.

¿A qué esperamos?


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