Una gota no hace caudal. Esa es la mentalidad con la que generalmente hemos usado nuestros recursos hídricos desde siempre. Y, sin embargo, las recientes sequías nos han enseñado que hasta los caudales más extensos demandan un cambio de mentalidad, en la que cada gota cuenta.
Este mes celebramos el Día mundial del agua y Naciones Unidas nos ha lanzado a propósito de esta fecha una pregunta que es cada vez más importante: ¿Qué valor tiene el agua para ti?
Para la mayoría, sino para todos, la respuesta automática es que el agua es invaluable, no por nada quizá la muletilla más común del mundo es “el líquido vital”.
Pero la verdad es que esa percepción no se contrasta con el valor que le hemos dado al agua y ahora estamos pagando las consecuencias. Hemos utilizado nuestra agua como si fuese un recurso infinito, y sin embargo, todavía 77 millones de personas carecen de acceso a agua segura en América Latina y el Caribe, y más de dos tercios de la población tiene servicio discontinuo en la región que, irónicamente posee las mayores reservas de agua dulce por habitante del planeta.
Si bien hemos logrado avances, puesto que en 1960 apenas el 33% de nuestra población contaba con acceso a agua potable, todavía tenemos una deuda pendiente que difícilmente vamos a cumplir si seguimos el camino de siempre.
Primero, porque las inversiones históricas, con el paradigma de grandes obras de infraestructura costosa es imposible de sostener. Estas inversiones no han cerrado brechas históricas de acceso y han acentuado la desigualdad. De hecho, en promedio los pobres en nuestra región pagan más por el agua que la clase media o los más ricos, principalmente porque la deficiencia en la previsión del servicio los obliga a comprarla de proveedores informales, a veces poco fiables.
«Necesitamos nuevos paradigmas para atajar los problemas de siempre»
Luego, el mal manejo de los recursos hídricos y las distorsiones creadas por el cambio climático han roto los ciclos de abundancia y escasez con los que hemos manejado el agua. De hecho, algunos de nuestros centros urbanos más poblados, como Ciudad de México, Santiago o Lima están bajo amenaza constante de estrés hídrico.
Entonces la respuesta es que el valor que le damos al agua es fundamental, pero no hemos actuado como si lo fuera.
Sin embargo, tenemos la oportunidad de subsanar las brechas históricas de inversión y la necesidad de protegernos frente al cambio climático a través de nuevos paradigmas para atajar los problemas de siempre y los que nos presenta cada vez más frecuentemente y con mayor apremio el cambio climático.
Eventos imprevisibles, como la pandemia del COVID-19, en donde la higiene básica de agua y jabón es una de las primeras líneas de prevención para los contagios, nos ha demostrado una vez más que no le hemos dado al agua el valor que se merece.


Desde el BID hemos apoyado el desarrollo e innovación, a través de herramientas para mejorar la gestión de nuestros recursos hídricos, como HydroBID, que utiliza tecnología satelital e información específica de las cuencas hídricas para crear escenarios de disponibilidad presente y futura. Esta herramienta ya está implementada en 20 países de la región, entre ellos México, específicamente el estado de Querétaro que en el futuro contarán con datos confiables para establecer planes de manejo integral de sus recursos hídricos, además de pronosticar mejor los fenómenos de inundaciones y sequías.
También promovemos programas de infraestructura verde, que combinan la inversión en protección ambiental de cuencas hídricas con planes de manejo sostenible del agua. Quizá el mejor ejemplo es la Alianza Latinoamericana de Fondos de Agua, un mecanismo innovador de financiación que une al sector público, privado y la sociedad civil para destinar recursos y programas para proteger cuencas de las cuales depende el abastecimiento de grandes centros urbanos en países como México, Colombia, Ecuador, Chile y Argentina.
«Proteger nuestras cuencas es hoy, mas que nunca, un seguro de vida»
En México, esta iniciativa trabaja ya en fondos específicos en la Ciudad de México, Monterrey, Zacatecas y Guanajuato. Proteger nuestras cuencas es, hoy más que nunca, un seguro de vida para un escenario en el que el cambio climático es ya una realidad cada vez más apremiante.
La etapa de recuperación pospandemia nos abre una oportunidad única para no volver a la normalidad, porque si no, no habremos aprendido la lección. Tenemos frente a nosotros la oportunidad de volver a poner a nuestra gente a trabajar con inversiones que tomen en cuenta las innovaciones tecnológicas y de gestión que nos ofrecen ya la posibilidad de lograr más y mejores servicios con menos recursos que antes, y al mismo tiempo, volvernos más resilientes frente al cambio climático.
Estamos todos a tiempo de, en verdad, darle al agua el valor fundamental con el que la llamamos el líquido vital.