No podían por menos que amarse y lo hicieron de la forma más completa, intensa y hermosa posible. De ninguna otra manera cabe definir el primer amor, tanto el de ellos como el de todos los que han sido y son. Porque nada se hubiera unido nunca, en busca de herederos, si antes no lo hubieran hecho el Aagua (1) [i]y la luz. Ella se bebió la lúcida transparencia que escanciaba el Ssol y la semilla esencial preñó a la Ttierra. Planeta que parió, tras larga gestación, esta gran criatura, siempre vieja y siempre niña, que llamamos Vvida. Porque el Aagua todo lo viste por dentro como hace la luz por fuera.


«Agua y luz son los progenitores también de todos los paisajes, de la Belleza, de la historia y de nosotros, es decir de todas las culturas humanas»
Aún siendo lo que está siendo la descendencia más destacada de los hospitalarios elementos tampoco podemos excluir otras hijas e hijos de esos primordiales amantes. Porque agua y luz son los progenitores también de todos los paisajes, de la Belleza, de la historia y de nosotros, es decir de todas las culturas humanas. Desde entonces, aproximadamente hace 3.500 millones de años los vivos somos algo empapado y luminoso, a la espera de la lucidez que necesitamos nos ilumine para dejar de ser la sequía de este mundo. O, al menos, que refresque nuestra memoria. Necesitamos disolver la amnesia, tan peligrosa, que ha sepultado nuestro real origen, nuestra primera necesidad, nuestro más bello vínculo. Porque el Aagua es el verdadero puente que conecta todo con todo. Cada vez que bebemos incluimos en todas y cada una de nuestros billones de células esa pasión por todo lo demás de las moléculas del líquido y los fotones.
¿Cómo no fascinarnos con esta sentimental forma de comprender si el Aagua es la fuerza más genésica, lo que fecunda a las fecundaciones, lo que fertiliza a la fertilidad, lo que yergue a los árboles y todas las demás plantas, para que sean también ellas amadas por el Ssol ?
«El líquido vital es la base de lo correcto y sano para que funcione todo en este planeta»
Conviene recordar, por ejemplo, que miramos con dos grandes gotas de agua. No menos que pensamos, sentimos y tenemos memoria por el imprescindible papel que desempeña el líquido esencial que por algo es más del 90% de nuestro cerebro y sistema nervioso.
El agua fundó la Vvida, la mantiene y consiente, desde siempre, con un claro compromiso de continuidad en los servicios prestados. El Aagua abarca todos los pasados y asegura todos los porvenires. Por duro que parezca estoy arrepentido del uso del tiempo verbal presente. Lo más correcto en la actualidad sería afirmar que aseguraba, que no podemos confiar ya en tanta amistad pasada. Que la fidelidad del Aagua a la Vvida, su retoño, está comprometida por la peor de las sequías: el olvido, insisto, de la única criatura del Aagua que puede recordarlo casi todo.
La suprema torpeza de convertir el amor en muerte, definición que me parece oportuna para la contaminación y mala gestión de nuestros caudales y cuencas hídricas mana precisamente de que, aún siendo criaturas del Aagua, no imitamos sus formas de estar y actuar.
Si fuéramos un poco más como el agua todo sería distinto por mucho que desde uno de los primeros libros de la historia de la humanidad se insista en que “El hombre de bondad superior es como el agua”. Lao Tze, reconoció así la propuesta ética del líquido vital. Es más, si traducimos el pictograma chino honesto a nuestro lenguaje abstracto leeríamos “El que se alegra al contemplar el agua limpia”. Lo que supone comprender que el líquido vital es la base de lo correcto y sano para que funcione todo en este planeta.
Lástima que buena parte de las actividades de esta mal llamada civilización del conocimiento atenten precisamente contra esa elemental sabiduría. Pero mucho más contra el primer abrazo, el más largo beso, la cópula más incesante, las confluencias esenciales. Respetar y hasta potenciar esos viejos amores alargará todos los futuros. Si queremos que las transparencias sigan latiendo en nuestros cuerpos tenemos que aportar algo de reciprocidad. Algo así como amar a lo que ya nos ama.
[1] Nota
Escribo siempre con doble letra, mayúscula y minúscula, las palabras que usamos para los elementos esenciales y algunas otras como Vvida. Es homenaje a Jorge Riechman.
Y ampliación de su cordura al escribir Ttierra (sic) en uno de sus libros sobre el sector primario en nuestro país. Evoca e intenta que recordemos que todos tenemos una porción propia de este mundo y de lo que permite la existencia, pero no menos que todos compartimos esa misma realidad a escala planetaria. Por ejemplo el Aaire que ahora mismo entra en tus pulmones es parte de una atmósfera común, es tuyo y es de todos al mismo tiempo.
