Es 5 de enero de 2021. Y he querido que esta primera tribuna del año en El Ágora sea algo más que una carta a sus majestades los Reyes Magos. Expreso un anhelo compartido y un deseo vital para la humanidad. Que los compromisos por y para el agua, por y para la sostenibilidad, no se rubriquen en papel mojado.
Al comienzo de esta misiva que dirijo a sus Majestades los Reyes Magos de Oriente, con la ilusión de un niño, pero con los pies en la tierra, asumo que, con respecto a los desafíos en torno al agua, y con respecto a las metas marcadas por Naciones Unidas en su Agenda 2030, ha empezado la cuenta atrás. Aún hay tiempo, pero a la vez, no hay tiempo que perder.
En el futuro sostenible que sueño no ha lugar para frivolidades, no ha lugar para (auto)engaños complacientes, como tampoco lo hay para debates infructuosos. Reiteradamente he escuchado que probablemente seamos la primera generación consciente de la importancia de los problemas en torno a la crisis climática, y la última con capacidad para solucionarlos. La última con capacidad para actuar. Por eso señalaba que, aunque aún hay tiempo, no hay un solo segundo que perder.
Y es que evitar una crisis del agua, en los términos que en reiteradas ocasiones la ha planteado el World Economic Forum o la propia ONU, depende en gran medida de nosotros, de nuestra capacidad para trabajar conjuntamente por la sostenibilidad de un recurso escaso, a la par que vital; con la única vocación de sumar esfuerzos para construir un futuro común y sostenible, que en todo caso, requiere garantizar los derechos humanos al agua y al saneamiento.
«Con respecto a los desafíos en torno al agua y las metas marcadas por Naciones Unidas en su Agenda 2030, ha empezado la cuenta atrás»
Porque sin agua y saneamiento no es posible garantizar la salud (especialmente en un contexto de pandemia como el actual, donde el lavado de manos se convirtió en el primer gran aliado frente a la propagación de la COVID-19), la alimentación, o el desarrollo frente a la pobreza. Por todo ello, el futuro del agua no es algo que debamos dejar en manos del azar o la providencia.
Y es que el futuro del agua debiera ser, más que una misiva de propósitos, un auténtico compromiso y voluntad consensuada de trabajar para abordarlo con el rigor, entereza y apertura de miras que requiere la (re)construcción de un mañana que necesariamente ha de ser sostenible. Ese es mi deseo.
Encontrar los puntos en común para el consenso y el trabajo conjunto que inequívocamente -o eso quiero creer- pasan por la fragua de los cimientos para que generaciones presentes y futuras, podamos disfrutar de un Planeta sostenible y saludable. Nuestro único hogar posible a día de hoy.
«Sin agua y saneamiento no es posible garantizar la salud, especialmente en un contexto de pandemia como el actual»
Y aunque es esta una carta que dirijo a los Reyes Magos de Oriente, la escribo con la ilusión de un niño, no seré yo quien deje que la ilusión me convierta en un iluso. Porque, a la par que anhelo un futuro en el que la crisis del agua sea solo parte de un mal recuerdo y un mal presagio, y casi, del imaginario colectivo, soy consciente de que sin recursos que sufraguen el hacer frente a la misma, será más difícil garantizar el recurso.
Y es que contribuir al logro de las metas planteadas por Naciones Unidas en su ODS 6 y afianzar los derechos humanos al agua y al saneamiento requiere algo más que buenas palabras y propósitos. Requiere recursos, fondos, voluntad(es) y consensos que promuevan la viabilidad del recurso y las infraestructuras necesarias para que el agua del mañana fluya en cada rincón del Planeta.
Que el agua no ahonde en las profundidades de la desigualdad ni en la brecha de lo insostenible requiere algo más que palabras sobre papel mojado. Requiere inversión en infraestructuras propias del siglo XXI, que impulsen la disponibilidad, la economía circular, la digitalización y la inteligencia del agua. Sí. La inteligencia y un gran pacto de consenso en torno al agua.
Así que, en vísperas de la festividad de los Reyes Magos, este es mi deseo. Que los compromisos por y para el agua no caigan en papel mojado.
