Del rigor y los caudales ambientales - EL ÁGORA DIARIO

Del rigor y los caudales ambientales

¿Por qué cuesta tanto definir un valor, más o menos exacto, para determinar el caudal ecológico de un río? Con suerte se establece una horquilla de valores y estimaciones pero algunos aprovechan esta vaguedad para no tener que rendir cuentas de las políticas hidrológicas


Juan Guillamón Álvarez Juan Guillamón Álvarez es ingeniero y experto en agua. Colabora habitualmente en los medios de comunicación


Señores, no se engañen, en la política es donde mejor se puede llegar a manipular los conceptos científicos, llegar a pervertirlos y hacer de ellos verdades indiscutibles con las que afianzar, no ya la ideología en general, sino la aplicación de gobernanzas sectarias que afecten negativamente a la sociedad. La ciencia asienta sus formulaciones sobre la incertidumbre, mientras que la política lo hace permutando las cosas con la intención de utilizar la ciencia como soporte de verdades absolutas. Todo un peligro al que, como ciudadanos, nos vemos amenazados.

Hay, en la ciencia hidráulica, algo que me conmueve y es la incapacidad que los ingenieros muestran para determinar el valor del caudal ecológico al que se debe acomodar cualquier curso de agua. Es una batalla perdida y créanme que he participado en seminarios donde excelentes ingenieros han discutido sobre el cómo definir un valor, más o menos exacto, para dar con el caudal ecológico de un río, sin éxito. Por mucho que, a todos los efectos, el caudal ecológico sea quizá el dato más importante a tener en cuenta en la planificación hidrológica de la cuenca, por donde los ríos discurren, y estructuran el territorio.

sequía
Puente Romano río Adaja, Ávila

En efecto, la cuestión ambiental no es solo una de las variables a tener muy en cuenta para la planificación, es mucho más que eso, es una restricción previa a la que someter todo el planeamiento. Lo más importante, vaya. Y, sin embargo, nos encontramos en el estado de indefensión subsiguiente a la imposibilidad científica (según lo vista hasta ahora) de dejar bien claro cuáles son las condiciones a satisfacer según esa restricción previa. No exagero, porque para el cálculo de un caudal ambiental, lo habitual (y recomendable, no sea que el asunto se nos pudiera ir de las manos), además de conspicuos ingenieros acreditados, hay echar mano de ambientalistas, ecologistas acelerados y, por supuesto, de políticos con determinada intención apriorística sobre lo que habría de resultar, pues las cuestiones por discernir, más que tratar con la física y la matemática, son cosa de filosofía.

Echando un cálculo somero, no me equivoco si afirmo que para determinar los caudales ecológicos hay más de doscientos métodos y/o metodologías utilizados en el universo mundo, con la particularidad de que todos, lejos de dar una cifra, ofrecen una horquilla de valores, dentro de la cual cualquiera de ellos resultaría de válida aplicación, según lo incierto de la ciencia. Imagine el lector el chollo que esto supone para el político que debe dictaminar sobre cada caso, puesto que la asunción ideológica con el dato aplicable resulta tan fácil como un juego de niños y, lo que es más gordo, respetando la normativa.

Por si fuera poco, la sensibilidad que el cálculo concede a las múltiples estimaciones, pone los pelos de punta pues, de sensible, es un montón; todo cabe dentro de un orden que, en definitiva, queda convertido en desorden: la fijación de 1 m3/seg en determinada sección de un río, supone el paso, aguas bajo, de un volumen, cada año, de 30 millones de metros cúbicos. No me resisto a hacer la cuenta que resultaría de la aplicación ecológica de 10 m3/seg en el régimen de un río: 300 Hm3 al año sin poder rendir cuentas. Un disparate.


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