Economía circular sostenible: prioridad para una recuperación post-covid

Economía circular: prioridad para una recuperación post-covid

El economista Luis Jiménez Herrero, presidente de la Asociación para la Sostenibilidad y el Progreso de las Sociedades (ASYPS), defiende en este artículo la necesidad de poner en marcha un modelo circular. Implantar la circularidad económica es una palanca de máxima prioridad para favorecer las políticas ambientales, climáticas y digitales y para conseguir un desarrollo que armonice la dimensión económica, social y ambiental


Luis M. Jiménez Herrero Luis Jiménez Herrero es presidente de la Asociación para la Sostenibilidad y el Progreso de las Sociedades (ASYPS). Es profesor honorífico de la UCM y ex director ejecutivo del Observatorio de la Sostenibilidad en España.


La Economía Circular se ha introducido con fuerza en las actuales políticas de muchos países, especialmente en la Unión Europea donde está tomando un importante protagonismo para abordar la gran transición hacia la sostenibilidad global. Y a raíz de la pandemia de la Covid-19, la economía de ciclos cerrados se torna todavía más relevante para potenciar el Pacto Verde Europeo, considerado como la hoja de ruta para diseñar estratégicamente los planes de recuperación y resiliencia de los sistemas sociales y naturales.

En España, como en el resto de Europa, la transición ecológica pasa prioritariamente por integrar una “circularidad sostenible” en el metabolismo del sistema socioeconómico. Una gestión regenerativa del ciclo de recursos-residuos es vital para mejorar la competitividad, crear nuevos empleos locales, lograr una mayor independencia de materias primas, mientras que, a la vez, se puede conseguir la minimización de los impactos ambientales-climáticos.

Sin embargo, hay grandes retos que afrontar para lograr un cambio transformador y modernizador del actual modelo económico. La forma en que las sociedades modernas vienen satisfaciendo tradicionalmente sus necesidades (alimentación, energía, movilidad, comunicación, ocio, servicios, infraestructuras y vivienda), se han basado en modos productivistas y consumistas propios de una “economía lineal” de ciclo abierto en una secuencia continua de “extraer-fabricar-consumir-eliminar”. Estos procesos, dentro de una lógica desarrollista basada en el crecimiento continuo, conducen inevitablemente al agotamiento del capital natural del planeta.

«La transición ecológica pasa prioritariamente por integrar una circularidad sostenible en el metabolismo del sistema socioeconómico»

El vigente patrón lineal-unidireccional de producción y consumo adolece de la falta de visión ambiental de los circuitos de interconexión entre las materias primas, los bienes producidos y  consumidos, y los residuos generados. Más aún, el crecimiento exponencial ligado al modelo de economía lineal presenta claros síntomas de agotamiento. Y los datos son bien elocuentes, según datos de organismos como Naciones Unidas, OCDE y el Banco Mundial, el consumo mundial de materiales ya supera actualmente los 100.000 millones de toneladas anuales, habiéndose duplicado desde el año 2000 y triplicado desde 1970. Para el año 2060 se estima que se vuelva a duplicar llegando a 190.000 millones de toneladas. Aproximadamente la mitad de las emisiones totales de gases de efecto invernadero y más del 90 % de la pérdida de biodiversidad y del estrés hídrico se debe a la extracción de recursos y la transformación de materiales, combustibles y alimentos. Los residuos domésticos generados en el mundo superan los 2.000 millones de toneladas y para mediados de siglo esta cantidad se duplicará, mientras que se desperdicia el 30% de los alimentos.

Ante este inquietante panorama, la economía circular emerge como una opción alternativa innovadora al patrón lineal, que desde hace mucho tiempo se ha mostrado claramente derrochador, excesivamente dependiente de cadenas de suministro lineales globalizadas, materias primas vírgenes baratas y que era altamente perjudicial para el medio ambiente.

El nuevo modelo de máxima circularidad  económica, que ya se había hecho más que evidente desde la Gran Recesión, ahora con la nueva crisis sanitaria y los planes de recuperación postpandemia resulta aún más prioritario para reducir el consumo de recursos naturales y contribuir a combatir los riesgos sistémicos globales de nuestras economías lineales actuales, lo que podemos sintetizar en la “emergencia climática-ambiental”, la inestabilidad económica y la creciente desigualdad social.

«Los residuos domésticos generados en el mundo superan los 2.000 millones de toneladas y para mediados de siglo esta cantidad se duplicará, mientras que se desperdicia el 30% de los alimentos»

La “idea-fuerza” de una economía cíclica es redefinir un sistema económico que sea esencialmente regenerativo a base de mantener los productos, componentes y materiales en su nivel más alto de utilidad y valor, bajo el principio de eliminar el despilfarro y no destruir innecesariamente los recursos del capital natural y, especialmente, la pérdida de biodiversidad.

El nuevo modelo cíclico es mucho más ambicioso que un prototipo de uso eficiente de los recursos, con una minimización de los desechos y de las emisiones nocivas, en base a una simple economía del “súper-reciclado”, ampliando las clásicas y famosas tres “R´s” (reducir, reutilizar, reciclar) con una “R-Tipología” extendida (rechazar, repensar, reparar, renovar, remanufacturar, readaptar, recuperar).

Además, los procesos de reciclado están sometidos a límites insalvables. La circularidad no puede ser completa porque los procesos económicos reales derivan en un “bucle espiral-helicoidal” de degradación permanente por disipación de los materiales de muchas sustancias empleadas en los procesos productivos a través de su uso. No todo se puede reciclar porque existen límites termodinámicos y económicos, y siempre quedarán residuos irreciclables. Cada vez que hacemos algo, perdemos irreversiblemente una parte. Llegar a una recuperación total es imposible y la dependencia de los recursos naturales es inevitable. Por eso, en realidad, deberíamos habla mejor de una Economía Circular-Espiral[1].

Implantar la circularidad económica es, además, una palanca de máxima prioridad para favorecer las políticas ambientales, climáticas y digitales. La mitigación del cambio climático, mediante y la transformación del modelo energético con energías renovables, una movilidad más sostenible  a través del vehículo eléctrico y las nuevas tecnologías informáticas y de comunicaciones de la presente revolución digital, dependen, en buena medida, de la disponibilidad de materiales críticos escasos.

El reciclaje de residuos eléctricos y electrónicos, cualificando adecuadamente la “minería urbana”, es especialmente importante para recuperar los metales raros y garantizar el suministro de estos recursos críticos (galio, indio, germanio, neodimio, platino, tantalio, cobalto, paladio, rutenio, entre otros), en áreas de innovación tecnológica punteras. De esta  manera, se hace bien evidente que la transición ecológica del sistema económico debe plantearse simultáneamente sobre la transformación energética e hipocarbónica, como en la regeneración circular de materiales. Es así como se puede combatir la fuerte dependencia externa de las materias primas, incluyendo el riesgo asociado a su suministro, a sus precios elevados y a su volatilidad.

«La circularidad no puede ser completa porque los procesos económicos reales derivan en un “bucle espiral-helicoidal” de degradación permanente por disipación de los materiales»

Hay que contemplar la economía circular, no solamente como una solución a un problema ambiental, sino como una parte integral de las estrategias socioeconómicas de ecoeficiencia y competitividad que conllevan la creación de nuevos yacimientos de puestos de trabajo y la reducción del desempleo estructural. Desde la perspectiva de un cambio de modelo de ciclo cerrado inspirado en la sostenibilidad, afloran enormes potencialidades a medio plazo para la creación de “empleo sostenible” (más que “verde”), de calidad, estable y no deslocalizable.

Los desafíos son grandes, al igual que las oportunidades. La transición a una economía de metabolismo cerrado también exige una profunda renovación del tejido empresarial mediante la introducción de cambios en todas las cadenas de valor, incluyendo el ecodiseño de los productos, nuevos modelos de gestión y de mercado, renovados modos de conversión de los residuos en activos valiosos y, especialmente, la readaptación de modelos de negocio en relación a los modos de consumo y estilos de vida sostenibles.

Frente a una economía dirigida al producto (de comprar para poseer), mediante la circularidad se aboga por una economía más dirigida al servicio y a un consumo colaborativo para compartir, redistribuir o reutilizar los productos, al tiempo que se combate la perversión de la “obsolescencia programada”, incorporando decididamente el denominado “derecho a reparar”.

«No todo se puede reciclar porque existen límites termodinámicos y económicos, y siempre quedarán residuos irreciclables.  Llegar a una recuperación total es imposible y la dependencia de los recursos naturales es inevitable»

En esta misma línea, por el lado de la demanda, los ciudadanos-consumidores, tienen en sus manos decisiones de compras de productos y hábitos de comportamiento saludables que son decisivos. La ciudadanía corresponsable se enfrenta al compromiso de acelerar la transición hacia la economía circular, tomando conciencia de su enorme fuerza para cambiar los estilos de vida y adoptar un mejor papel de usuarios activos en vez de compradores pasivos. De aquí, la importancia de la información y transparencia en las ecoetiquetas sobre la huella ambiental del producto, la eficiencia energética, y las condiciones de durabilidad y reparabilidad de los bienes para poder elegir mejor y alargar su vida útil, así como la veracidad sobre la caducidad para prevenir el desperdicio alimentario.

«La transición a una economía de metabolismo cerrado también exige una profunda renovación del tejido empresarial»

El gran objetivo mundial de lograr un espacio operativo ecológicamente seguro y socialmente justo para la humanidad pasa prioritariamente por una “circularidad sostenible”. La clave está en convertir la economía lineal de flujos abiertos en la relación recursos-residuos en una economía de metabolismo cerrado regida por el ciclo de vida y con capacidad regeneradora para compaginar objetivos ambientales, económicos y sociales. Pero no es un simple reajuste del sistema económico, porque, en definitiva, se trata de abordar un cambio sistémico completo, sostenible y resiliente. La gran transformación socioecológica solo será viable si está bien apalancada en la circularidad. Y es una tarea urgente porque tiene que afrontarse de forma preferente en los planes de recuperación post-Covid. El tiempo disponible es corto. Nuestras esperanzas están puestas en el horizonte del crítico “super-decenio 2020-30.

[1] Para mayor información puede consultarse la obra del autor-coordinador: Economía Circular-Espiral. Transición hacia un metabolismo económico cerrado. ASYPS- ECOBOOK. Madrid 2019.


Luis M. Jiménez Herrero es presidente de la Asociación para la Sostenibilidad y el Progreso de las Sociedades (ASYPS). Es profesor honorífico de la UCM y ex director ejecutivo del Observatorio de la Sostenibilidad en España.



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