Vivimos en tiempos extraños, hace tan solo un par de meses imaginar que una pandemia mundial confinaría a cuatro mil millones de personas en sus hogares y que pararía la economía prácticamente por completo era simplemente un buen argumento para una serie de ciencia ficción. Desafortunadamente en ocasiones la realidad supera a la ficción impactando negativamente tanto en nuestros modelos sociales como económicos de manera contundente. Hoy escribo estas líneas precisamente para reflexionar sobre ese impacto económico y tratar de responder a una pregunta, ¿hemos aprendido de crisis pasadas?
La economía desde el punto de vista social me recuerda en algunos aspectos al deporte rey, el fútbol, donde cien mil espectadores se sientan, disfrutando de algún piscolabis, a comentar, criticar y diseñar las acciones y decisiones de jugadores o entrenadores sin haber dado una patada a un balón en la vida. Pero qué demonios, ¿no se trata de eso? ¿De arreglar el mundo desde el bar o el salón de casa sin asumir ninguna responsabilidad? En economía pasa un poco lo mismo, todo el mundo cree estar en posesión de la verdad, tener soluciones para casi todo, pero a la hora de la verdad, cuando las cosas se ponen feas y hay que proponer soluciones, no solo novedosas, sino viables y hacerse responsable de ellas, son pocos los que asumen el reto.
Esta crisis sanitaria que nos acucia preocupa a muchos y debe ser esta la razón por la que últimamente recibo muchas más llamadas que de costumbre preguntándome qué pienso que va a ocurrir, si la Bolsa hará esto o lo otro, si volveremos a la normalidad económica que conocíamos o por el contrario volveremos a las cartillas de racionamiento utilizadas en los periodos más oscuros de la historia… y siempre contesto de la misma forma: “si lo supiera sería millonario”. Dicho esto sí puedo intuir cuáles de los grandes bloques económicos podrían hacerlo mejor que otros, por la sencilla razón de que he invertido tiempo en analizar en detalle las medidas en materia política monetaria y fiscal de las principales economías, así como los potenciales efectos secundarios de esas políticas y les diré sin ningún genero de dudas que EEUU se llevará la mejor parte de esta recuperación, muy por delante de la eurozona y por desgracia para nosotros a años luz de lo que será la realidad española. ¿Por qué?
Intentaré exponerlo de la forma más sencilla y explicativa posible huyendo de conceptos excesivamente técnicos, pero antes les dejaré un titular: la respuesta para garantizar el correcto funcionamiento de los mercados financieros y sostener la economía por parte de las autoridades americanas, esto es, Banco Central, Reserva federal, y Ejecutivo estadounidense ha sido la más rápida y contundente de la historia económica de ese país. Muchos de los mecanismos utilizados se los debemos a Ben Bernanke, Presidente de la Reserva Federal entre los años 2006 y 2014 que como buen pionero en la aplicación de novedosas herramientas de política monetaria, fue duramente criticado por ministros de finanzas mucho más ortodoxos como Wolfgang Schauble en Alemania. “Helicóptero Ben”, separándose de la ortodoxia monetaria imperante hasta entonces, obró el milagro de sacar a Estados Unidos de la profunda recesión que sacudió al país tras la crisis financiera de 2008.
Jerome Powell, actual Presidente de la Reserva Federal, no solo ha adoptado las la visión de Bernanke sino que la ha amplificado para dar respuesta al impacto de la pandemia del coronavirus, y lo ha hecho por medio de un nuevo programa de facilitamiento monetario (QE) ilimitado, articulando doce grandes grupos de medidas. Su objetivo: garantizar el correcto funcionamiento del mercado doméstico así como el de los circuitos de financiación internacionales con relación al dólar.
Primera. Medidas de apoyo al mercado de financiación a corto plazo, 214 Bn$. Segunda. Ventanilla de descuento de emergencia para entidades financieras, aceptando como garantía colateral un amplio rango de instrumentos desde deuda corporativa grado inversión hasta acciones. Tercera. facilidades de liquidez para el mercado. Cuarta. Mecanismo operacional para proveer liquidez en dólares a bancos centrales extranjeros, tanto a los miembros del sistema con el BCE como otros temporales como el Banco Central Neozelandés, por poner un ejemplo. Quinta. Financiación monetaria temporal de entidades extranjeras con cuenta el la Reserva Federal, consistente en la recompra de bonos a cambio de liquidez. Sexta. Facilidad de crédito para el papel comercial, básicamente consistente en la inyección de liquidez por medio de su recompra. Séptima. Facilidad de crédito corporativo primario, en palabras llanas, recompra de bonos corporativos y préstamos. Octava. Facilidad de crédito corporativo secundario: recompra de bonos corporativos con más de cinco años hasta su vencimiento. Novena. Facilidad de refinanciación para prestamos de pequeños negocios. Décima. Recompra de letras y bonos municipales. Décimo primera. Financiación a la banca para la concesión de crédito a pequeñas y medianas empresas. Décimo segunda. Financiación a la banca para concesión de créditos a familias con un riesgo mínimo por parte de las entidades.
En definitiva, un programa de programa de facilitamiento monetario que respalda con hechos la ya famosa frase del presidente de la FED “whatever it takes”, que viene a decir que hará todo lo que sea necesario para apoyar a la economía americana. Antes de que alguno tenga la tentación de pensar que este tipo de acciones solo beneficia a unos pocos, debemos señalar que el 55% de los trabajadores en Estados Unidos son partícipes de planes de pensiones compuestos por activos financieros. En otras palabras, la FED está dando apoyo incondicional a individuos, familias y empresas, además de garantizar el correcto funcionamiento del mercado.
Además del conjunto de medidas de medidas monetarias el Congreso de Estados Unidos aprobó otros 2,3B de dólares en ayudas directas a familias y empresas con la premisa de que el dinero fluyera rápidamente hacia los colectivos más impactados por el covid-19 aliviando así lo impactos negativos de la pandemia y amortiguando la caída económica. Para que nos hagamos una idea, esa cifra representa dos veces el PIB de España.
Quisiera añadir que todo este conjunto de medidas ha generado, como es lógico por otra parte, cierta controversia en algunos sectores, especialmente los académicos económicos que advierten de potenciales efectos secundarios. Hiperinflación en el medio plazo, peor aún, estanflación, aumento severo de la desigualdad social… lo cierto es que después de cuatro programas de facilitamiento monetario (QEs) y un aumento sin precedentes en el balance de la FED, ni hay inflación ni se la espera. Si bien, hay que señalar que una vez el genio de la inflación sale de la lámpara es muy complejo devolverlo sin llevarse parte del tejido productivo por delante. En esta línea comentar que hay medidas adicionales en la recámara, como el “negative payroll tax” que, en pocas palabras, introduciría un IRPF negativo por la que los trabajadores recibirían un subsidio del Estado que impactaría directamente en la economía real. Lo dicho, el tío Sam no lo dice, lo hace.
Después de tan abrumadora respuesta en EEUU, ¿qué pasa con Europa? ¿y con España?. La respuesta por parte del BCE también ha sido bastante rápida y deja de manifiesto lo aprendido en las crisis de 2008 y la deuda en 2012 donde Portugal y Grecia fueron rescatadas y donde España estuvo muy cerca. Sin embargo, el control sobre el BCE del núcleo duro de Europa, Alemania, Holanda y los países Nórdicos, mucho más cercanos a la ortodoxia en materia de política monetaria, hacen que la articulación de los mecanismos de rescate sea más tímida y seguramente insuficiente en el futuro próximo.
La mítica frase del expresidente del BCE, Mario Dragui, “el BCE está preparado para hacer todo lo que sea necesario para preservar el euro y, créanme, será suficiente” podría tener puntos débiles en su arquitectura de ejecución. El BCE limita su programa de recompra de activos a 750Bn€, el 75% del PIB español, y amplía y flexibiliza la aceptación de colaterales con menor calidad crediticia, como cierto tipo de bonos basura. De nuevo una continuación de las políticas aplicadas ya durante el mandato de Mario Draghi a partir de 2015, que desafortunadamente El Tribunal Constitucional (TC) de Alemania acaba de declarar contrario a la Constitución del país, en lo que se refiere al programa iniciado a 2015. Aunque esto no afecta al programa actual, sí supone una barrera a la hora de adoptar medidas mas audaces si fuera necesario.
A esto tenemos que añadir las diversas respuestas de los gobiernos europeos. Unos más acertados que otros, sobretodo si nos referimos a la rápida llegada de la financiación a la economía real, siendo sin duda el caso Español uno de los más deficientes del mundo desarrollado, tanto en la arquitectura del programa como en su ejecución; afectados por ERTES sin cobrar, autónomos sin recibir ayudas, nefasta gestión de los créditos ICO con limitada llegada a pequeñas y medianas empresas, y por si fuera poco el mantra comunista del señor Iglesias que no hace otra cosa que espantar a la iniciativa privada. Siempre me ha gustado medir la riqueza de un país a través del valor de sus empresas y les diré que mientras el índice de referencia de Estados Unidos (SP500) ha recuperado un 30% de su valor desde mínimos, el alemán un 27%, el francés un 25%, el IBEX35 español solo lo ha hecho un 10%, significativo ¿verdad?. Lo diré sin paliativos, España es el peor país de la clase.
Terminaré con una reflexión. Todo lo comentado dejará las economías de medio mundo más endeudadas y lo peor, con unos déficits presupuestarios estratosféricos cuya reducción será el gran caballo de batalla de los próximos años. Aquí es donde el conocimiento, las buenas decisiones y el sentido común jugarán un papel fundamental a la hora de salir reforzados o caer en la depresión económica durante años. Veremos como unos países mantienen sus estados del bienestar, frente a otros que verán deteriorarse su sanidad, sus pensiones y sus administraciones públicas, ¿les suena?. España esta a punto de caer en ese abismo, la semana pasada ya le ha dicho Europa que si queremos el rescate tendremos que recortar 68.000 millones, ¿de dónde saldrán?
Si se quiere mantener el gasto social, imprescindible en estos momentos, es necesario contar más con las empresas, con su capacidad de crear empleo y de aportar financiación. Es momento de dejar de lado los prejuicios ideológicos y remar todos desde lo que hacemos mejor cada uno. Hoy y mañana mantener el estado del bienestar, o simplemente no caer en el desastre, significa un gran acuerdo nacional de empresas, trabajadores y administración.
La nueva normalidad pronto se impondrá, navegaremos en aguas desconocidas y solo los más preparados y con vocación de progresar podrán guiarnos hacia un futuro próspero.