Durante estos días, asistimos en Madrid a la celebración de la organización de la 25ª Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP25), presidida por Chile. Son muchas las llamadas de alerta, los intereses en juego, los mensajes de la ciencia, los movimientos políticos, empresariales, etc. Pero quizá, el campo y sus protagonistas, los gestores de más del 80% del territorio y los responsables de alimentar el planeta no estén teniendo el eco y el reconocimiento que, ante el reto climático, merecen.
En una semana como ésta, el campo debiera inundar las calles de Madrid y los pabellones de Ifema aunque no fuera nada más que de una forma simbólica a través de vídeos, exposiciones, conferencias… no en vano la función fotosintética de nuestras plantas, de nuestros cultivos, es la responsable de captar buena parte de ese CO2 que emiten nuestras chimeneas o los tubos de escape de nuestros coches transformándolo, junto a otros componentes, en alimentos para una sociedad cada vez más urbanita.
Nuestros cultivos leñosos (España es el primer país de Europa en cultivos leñosos con más de 6 millones de hectáreas) retienen igualmente carbono en forma de biomasa durante décadas, del mismo modo que nuestros montes y dehesas. Los suelos agrícolas tienen igualmente un efecto sumidero capaz de almacenar carbono tal y como la iniciativa 4 por mil nacida con el Acuerdo de París puso de relieve. Lástima que nuestras Administraciones, local, autonómica o central no compartan/entiendan estos argumentos y hayan desaprovechado este gran escaparate al Mundo que supone la celebración de la COP25 en Madrid para mostrar que el verdadero conservador, si me permiten que el verdadero Verde, no es otro que el campo.
Un campo moderno, tecnificado y sostenible que alimenta el planeta, que contribuye a la mitigación del cambio climático y que será el primero en padecer las consecuencias de cualquier modificación del clima que suframos.
Decía la ministra de Transición Ecológica hace unos días que “este ha sido el año en el que la ciudadanía ha alzado la voz, de forma mayoritaria, reclamando acción urgente, y basada en la Ciencia, para abordar la crisis climática” y el lema de esta COP25 focaliza con la frase “es tiempo de actuar”. Pues bien, alcemos la voz, actuemos, y de la mano de la Ciencia abordemos el reto climático de la única forma que puede hacerse. La humanidad siempre ha resuelto sus grandes retos gracias a la tecnología. Malthus planteó un gran desafío, un gran precipicio al que se abocaba irremediablemente la humanidad…, la tecnología, la llamada “revolución verde” dio felizmente al traste con sus teorías….¿no estaremos nuevamente en manos de la Ciencia y de la tecnología?
Bajo un enfoque estricto de Cambio Climático, la medida más clara de adaptación de nuestra sociedad, de nuestra agricultura al cambio climático es sin duda la disponibilidad de agua, tanto para abastecimiento a poblaciones, como para nuestras industrias, como para nuestros cultivos en forma de riego y esto es lo que hay que garantizar tanto para los actuales regadíos como para los que se puedan desarrollar en el futuro.
La correcta gestión y planificación del recurso agua dulce y la inversión en el recurso agua regenerada y agua desalada ligada a energías renovables es absolutamente necesaria.
Hoy disponemos de tecnología suficiente y la generalización de la misma produciría un importante abaratamiento de costes. El acercamiento simplista a la desalación y su descarte por cuestión de precios supuestamente “inasequibles” hoy no se sujeta. Hacerlo por cuestiones ambientales y en un contexto de Cambio Climático como el que afrontamos supone simplemente un suicidio.
